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El Ser Humano Busca Más Justicia Que Venganza

El siguiente estudio ha indiciado que el ser humano busca más justicia que venganza a la hora de castigar las conductas de aprovechadores de los sistemas de cooperación sociales. Esto contradice la filosofía y ciencia pesimista e individualista. Al parecer este estudio se suma a otros que indican que es innato en el ser humano buscar valores trascendentes que lo guíen.

 

 

 

¿Es el castigo venganza o justicia?

Área: Psicología — Jueves, 19 de Julio de 2012

 

Según un estudio la venganza no estaría detrás del castigo hacia los aprovechados, sino la justicia.

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Últimamente se han publicado estudios sobre cooperación y cómo incentivarla. Casi todos estos estudios tratan de analizar el papel del castigo en este tipo de relación humana.  
Como individuos somos egoístas, pero si cooperamos todos salimos ganando. No obstante, si dentro de una sociedad cooperativa hay individuos aprovechados entonces éstos son los que más salen ganando, hay un incentivo intrínsecos hacia la “deserción” (es la palabra técnica usada en teoría de juegos para ese caso). El castigo por parte de los demás es la manera de tratar de evitar la proliferación de aprovechados. Lo malo es éste siempre tiene un coste para el que lo aplica, sea un individuo o toda la sociedad.
Aunque el castigo hacia el aprovechado implica un gasto inicial, ese gasto puede verse como un inversión para que los aprovechados cooperen en interacciones futuras. Esto tendría un papel importante a la hora de mantener la cooperación en las sociedades humanas.
En los experimentos de comportamiento que tratan de analizar este tipo de aspectos se ha podido comprobar que los jugadores están dispuestos a castigar a los aprovechados a costa de pagar un precio. El juego del ultimátum, por ejemplo, muestra claramente que preferimos castigar al repartidor a costa de nuestras futuras ganancias si consideramos que el reparto que hizo él no es justo.
Incluso se ha podido comprobar por resonancia magnética nuclear que al que aplica castigo en este tipo de contextos se le activan las zonas del cerebro relacionadas con el placer. Da la impresión de que nacemos con una capacidad para apreciar la justicia y con la necesidad de castigar comportamientos injustos incluso cuando la aplicación de castigo tiene un coste individual para nosotros. Este último aspecto contradice lo mantenido por los economistas tradicionales que sólo consideran aspectos absolutamente racionales en las transacciones económicas en las que sólo se tiene en cuenta el interés propio, pero tiene lógica a la luz de la teoría evolutiva, pues la sociedad humana no hubiera aparecido si algunos aspectos del fomento de la cooperación no fueran genéticos.
Pero se nos plantea una pregunta en este punto. A la hora de aplicar un castigo ¿nos mueve la justicia o la venganza? Hasta ahora se creía que era más bien la venganza la que nos motiva, pero no todos están de acuerdo.
Ernst Fehr y Klaus Schmidt mantuvieron en un trabajo de 1999 que lo que motiva el castigo hacia los aprovechados es la aversión a la desigualdad. Hipotetizaron que ese comportamiento es esencial para la cooperación y que es distinto del deseo de venganza o de “reciprocidad” según el término técnico. Pero no es fácil discernir entre ambos casos, tanto en el mundo real como en los experimentos, así que esto ha sido una cuestión debatida desde entonces.
Nichola Raihani (University College London) y Katherine McAuliffe (Harvard University) han realizado unos experimentos de Psicología Social y llegan a la conclusión de que lo que nos mueve es la justicia y no la venganza. Al parecer, el criterio que se tiene a la hora de aplicar o no el castigo es si la ganancia del aprovechado es superior o no a la ganancia propia.
¿Castigaría a un ladrón que le roba 10 euros porque el acto le cuesta 10 euros o porque él termina con 10 euros más que usted? En una sociedad en donde mucha gente defrauda, ¿castigaría a los demás sólo por defraudar o únicamente cuando defraudan más que usted?
Para estudiar las motivaciones que están detrás de la aplicación del castigo en las relaciones humanas este equipo de investigadores diseño un experimento para ver si el castigo por parte de los humanos se inicia por un deseo de reciprocidad en las pérdidas o por una aversión hacia las ganancias desiguales.
“En estudios previos se había mostrado que el castigo estaba motivado por emociones negativas. Sin embargo queríamos saber precisamente qué hace que la gente quiera castigar a los aprovechados”, dice Raihani. “¿Está el castigo exclusivamente motivado por el deseo de venganza o los individuos juzgan si los aprovechados terminan con más ganancias que ellos para inclinarse por el castigo?”
Aunque las emociones negativas motivan el castigo, no está aún claro por qué estas emociones se producen durante las interacciones con los aprovechados. Una posibilidad para este comportamiento podría ser que las víctimas del engaño experimentan emociones negativas porque el engaño viola las normas de cooperación dentro de la sociedad, de este modo se imponen pérdidas sobre los compañeros cooperativos.
Esclarecer los motivos que motivan el castigo de los aprovechados puede proporcionar ayudar a comprender la función última de castigo punitivo en humanos y, más específicamente, el castigo destinado a promover el comportamiento justo en lugar de simplemente disuadir a los congéneres que se vean tentados a engañar. El conocimiento adquirido podría decirnos mucho acerca del los contextos donde es más probable que se implemente el castigo y además dónde puede ser más efectivo.
A los sujetos se les asignó dos papeles y entonces se distribuía dinero según una de tres maneras posibles. Se encontró que los humanos somos más sensibles a la desigualdad que a las pérdidas cuando se decide si se castiga o no a un compañero de juego aprovechado.
Reclutaron 560 voluntarios para realizar una tarea de intercambio comercial a través de una aplicación en Internet. En una primera ronda a unos se les asigno ser aprovechados y a otros ser engañados. Se formaron parejas que jugaban en tres escenarios distintos.
En el primero el compañero aprovechado empezaba con una cantidad de dinero significativamente menor que el otro. El compañero aprovechado podía elegir robar 20 céntimos, pero esto no incrementaba su fortuna lo suficiente como para igualar a la de compañero.
En el segundo escenario el dinero era distribuido de tal manera que si el aprovechado robaba esos 20 céntimos entonces igualaba la riqueza del mismo.
En el tercer escenario el robo de esos 20 céntimos permitía al aprovechado exceder la cantidad de dinero del compañero robado.
Entonces el compañero robado tenía después la oportunidad de pagar 10 céntimos para castigar al aprovechado.
Los resultados fueron interesantes. En los dos primeros escenarios del experimento la misma proporción de compañeros robados optaron por el castigo del aprovechado pagando ese dinero extra. Incluso algunos pagaron ese precio para castigar a compañeros que en la primera ronda habían decidido no aprovecharse (esto definía una “línea base de comportamiento horrible” según Raihani).
Pero en el tercer escenario, cuando el aprovechado terminaba con más dinero que el engañado, el número de engañados que optaron por castigar fue el doble que en los escenarios anteriores.
Raihani dice que esperaba obtener el resultado opuesto y que dicho resultado apoya la hipótesis del sentido de lo justo en lugar de la hipótesis que aboga por la idea de que lo que motiva el castigo es el deseo de satisfacer un “toma y daca”.
Pero, por otro lado, Herbert Gintis (Instituto Santa Fe) afirma que un fallo en este estudio hace imposible descarta la posibilidad que los participantes engañados busquen venganza. Según él la gente castiga una mala intención y, a pesar de que los participantes eran anónimos en un juego computacional, todos los jugadores engañados sabían que sus compañeros eran personas reales que intentaban hacerles daño. Según este otro investigador, la única manera de descartar la “reciprocidad” (venganza) como factor motivador sería añadir un grupo de control en el que los aprovechados fueran programas de ordenador en lugar de personas.
Ernst Fehr es más positivo respecto a este estudio, según él los datos parecen buenos y muestran que la desigualdad en las distribución de las ganancias tienen un fuerte efecto sobre la decisión de la gente a la hora de castigar o no. Aunque está de acuerdo con Gintis que el trabajo no descarta por completo la influencia de la reciprocidad y que el uso de un grupo de control computacional sería la mejor manera de arrojar algo de luz sobre el asunto. Si la gente castiga a un ordenador de la misma manera que castiga a los humanos aprovechados se tendría la prueba definitiva.
Al parecer ambos expertos proponen esa variante del experimento en serio.

Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/?p=3885

Fuentes y referencias:
Nota de prensa.
Notiica en Sciecne.
Artículo original.

 

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