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El contacto con la naturaleza aumenta la salud humana

Frecuentar zonas verdes, ya sean bosques, jardines o zonas peatonales, hace que la gente tienda, además, a ser generosa y a confiar en los demás

Tras más de una década de investigaciones, científicos del Laboratorio de Paisaje y Salud de la Universidad de Illinois, en Estados Unidos, han concluido que la naturaleza es un componente esencial para una buena salud y un factor influyente en el comportamiento humano. Según los investigadores, en zonas donde hay espacios verdes, la gente es más generosa y sociable y existen fuertes lazos de vecindad social y un mayor sentido de comunidad, más confianza mutua y una mayor voluntad de ayudar a los demás. En cambio, en entornos con menos zonas verdes, el índice de violencia, crimen y delitos contra la propiedad es mayor. Por Amalia Rodríguez.

 

El color verde evoca la naturaleza, la calma, la armonía. También se relaciona con el bienestar, porque los espacios naturales aumentan nuestro potencial de salud y de buen carácter, señala un equipo de científicos del Laboratorio de Paisaje y Salud de la Universidad de Illinois, en Estados Unidos, en un comunicado emitido por dicha universidad.

Tras recabar información durante años e investigar la relación naturaleza-salud en diferentes regiones y en distintos segmentos de población, estos investigadores han llegado a la conclusión de que frecuentar zonas verdes, ya sean bosques, jardines e incluso zonas peatonales, hace que la gente sea más saludable, tienda a ser generosa, a confiar en los demás, y a mostrar mayor voluntad en ofrecer su ayuda.

“Un paseo por el parque es más que una buena manera de pasar la tarde. Es un componente esencial para una buena salud”, asegura Frances Ming Kuo, responsable de la investigación y directora del Laboratorio de Paisaje y Salud, que lleva más de una década estudiando, junto con William Sullivan y Andrea Faber Taylor, el efecto de los espacios verdes en los seres humanos, con el fin de probar o refutar las nociones sobre tradicionales al respecto.

Kuo establece la relación entre la naturaleza y la salud en los humanos haciendo una analogía con los animales: "Así como las ratas y otros animales de laboratorio que viven en ambientes ajenos a su hábitat sufren alteraciones y trastornos que afectan a su funcionamiento social, a las personas les ocurre lo mismo".


Entre las conclusiones de sus investigaciones, destacan observaciones como que “en los entornos más verdes nos encontramos con que la gente es más generosa y más sociables. Encontramos fuertes lazos de vecindad social y un mayor sentido de comunidad, más confianza mutua y la voluntad de ayudar a los demás.

En cambio, en puntos donde hay menos zonas verdes, hemos comprobado que el índice de violencia, las acciones criminales y los delitos contra la propiedad - incluso después de controlar los ingresos y otros factores influyentes- son mayores. A todo ello hay que sumar que, "en estos ambientes, las personas sufren más soledad y cuentan con menor apoyo social”, matiza Kuo.

Diversidad de estudios

Anteriormente, Kuo y su equipo habían analizado la relación entre la ausencia de un entorno natural y la irritabilidad, habían constatado asimismo la relación entre la exposición a la naturaleza y el autocontrol y la disciplina en niñas o habían estudiado la importancia del contacto con el medio en el desarrollo infantil, entre otros temas de interés.

Ahora, los investigadores han expuesto una serie de conclusiones con las que se reafirman los beneficios de la naturaleza. Por ejemplo, señalan que el contacto directo con entornos naturales contribuye a un mayor rendimiento y produce un mejor funcionamiento cognitivo, además de potenciar más la auto-disciplina y el control de los impulsos. En definitiva, proporciona una mayor salud mental.

Por el contrario, aquellas personas que no conviven con la naturaleza tienden a sufrir déficit de atención y síntomas de hiperactividad, sugirió un estudio previo, así como mayores tasas de trastornos de ansiedad y depresión.

”Si estos datos no son lo suficientemente convincentes”, dice Kuo, “lo es el hecho de que los impactos de los parques y entornos verdes en la salud humana van más allá de los beneficios psicológicos, porque ofrecen beneficios también para la salud física”.
Fotografía: Brett Bouwer. Fuente: photoxpress.com
Fotografía: Brett Bouwer. Fuente: photoxpress.com
Beneficios psíquicos y físicos

En este sentido, los investigadores señalan que es en los entornos más verdes donde personas operadas de cirugía han experimentado una mejor recuperación.

Asimismo, los espacios naturales facilitan la realización de la actividad física, mejoran el funcionamiento del sistema inmune, ayudan a los diabéticos a alcanzar niveles saludables de glucosa en sangre y mejoran el estado de salud funcional y las habilidades de vida de las personas mayores. En cambio, las zonas con menos espacios verdes se asocian con mayores tasas de obesidad infantil y todo tipo de enfermedades cardiovasculares.

El tandem naturaleza y salud no entiende de diferencias sociales ni de desigualdades económicas. Así lo demuestran los resultados de las investigaciones que Kuo y sus colaboradores han realizado, y en las que se midieron indicadores como los ingresos económicos de las personas.

"Si bien es cierto que quienes tienen más poder adquisitivo tienden a tener mayor acceso a la naturaleza y mejores resultados de salud física, aquí las comparaciones muestran que incluso entre personas del mismo nivel socioeconómico, los que tienen mayor acceso a la naturaleza tienen mejores resultados de salud física”, explica la directora del Laboratorio de Paisaje y Salud de la Universidad de Illinois.

Naturaleza y salud, un binomio muy estudiado

Existen múltiples estudios que relacionan naturaleza-salud humana. "Los investigadores han estudiado los efectos de la naturaleza en muchas poblaciones, de tipologías muy distintas. Por ejemplo, han observado a habitantes de Chicago residentes en edificios altos, con un árbol o dos y zonas ajardinadas fuera de los edificios donde viven; a estudiantes universitarios expuestos a presentaciones de diapositivas de escenas naturales mientras estaban sentados en clase; a niños con trastorno por déficit de atención, a personas de la tercera edad en Tokio con diferentes grados de acceso a calles peatonales verdes, y a voluntarios de clase media que pasan sus sábados reconstruyendo ecosistemas de pradera, por nombrar algunos colectivos”, enumera Kuo.

La investigadora señala que “los estudios no han consistido, simplemente, en confiar en lo que los participantes en la investigación informen acerca de los beneficios que para ellos tiene la naturaleza sino que dichos beneficios se han medido, objetivamente, con datos como los de informes sobre delincuencia de la policía, como los de análisis de la presión arterial, como los del rendimiento en pruebas neurocognitivas estandarizadas o como los de mediciones fisiológicas de funcionamiento del sistema inmune".

Zonas verdes, elementos vitales en ciudades

En este sentido, la directora del Laboratorio de Paisaje y Salud asegura que, en lugar de basarse en muestras pequeñas formada por amantes de la naturaleza, los científicos confían cada vez más en estudios elaborados a partir de la opinión y experiencia de segmentos de población que no tienen ninguna relación particular con el medio ambiente. Así, por ejemplo, un estudio examinó a niños que estaban recibiendo la atención de una red de clínicas dirigidas a población de bajos ingresos.

Lo mismo sucede con indicadores como el nivel de renta, característica que hasta el momento se había ignorado a la hora de realizar trabajos de investigación de este tipo.

"Los científicos están teniendo en cuenta los ingresos y otras diferencias en sus estudios. Así que la pregunta ya no es si las personas que viven en barrios más verdes tienen mejores resultados de salud, que los tienen, sino más bien la cuestión se ha convertido en si las personas que viven en barrios con zonas verdes tienen mejores resultados de salud cuando se tiene en cuenta la renta y otras ventajas asociadas. A esta pregunta la respuesta es igualmente afirmativa”, concluye Kuo.

Debido a la fuerte relación entre naturaleza y salud, la investigadora alienta a los encargados a trazar la arquitectura de las ciudades y a diseñar comunidades con más espacios verdes públicos, no como meros elementos decorativos sino como componentes vitales, claves para la promoción de la salud, la amabilidad, la inteligencia, y la eficacia de la población.

La Mujer Es Más Sensible y Activa A Vivir Y Proteger La Naturaleza

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Es parte de los estudios científicos relacionados con el  ecofeminismo o, mejor dicho, panfeminismo (aunque la palabra correcta es femiyismo, ya que feminino viene de Fe-Minus, la de Fe Menor -término creado por Santo Tomás de Aquino- mientras que por los estudios y para el efecto, la mujer en realidad es "Femeyina" o en su raiz latina Fe-Maior, la de Fe Mayor en su conexión con la naturaleza)

 

Alejandro Sánchez

 

 

 

 

La mujer tiene una conexión única con la naturaleza

Esta relación puede perderse bajo la presión de los estereotipos, pero también fomentarse a través de los mitos o de la maternidad, publica Ecopsychology

La revista Ecopsychology, especializada en el análisis de la relación entre el medioambiente y el bienestar y la salud mentales, ha dedicado recientemente un monográfico a la relación entre las mujeres y la naturaleza. En él, investigadores de diversas universidades estadounidenses afirman que las mujeres, en general, tienen una conexión con la naturaleza distinta a la que tienen los hombres. Esta conexión puede perderse si las mujeres se sienten presionadas por estereotipos de belleza, advierten los autores, pero también fomentarse en otras situaciones, como la maternidad. Por Yaiza Martínez.

 


Photoxpress.
Photoxpress.
La revista Ecopsychology, especializada en el análisis de la relación entre el medioambiente y el bienestar y la salud mentales, ha dedicado recientemente un monográfico (de libre acceso en Internet) a la reflexión sobre la relación entre las mujeres y la naturaleza.

Según Eurekalert, partiendo de la idea de que las mujeres experimentan su entorno natural e interactúan con éste de manera distinta a los hombres, el monográfico analiza la forma en que estas diferencias afectan al autoconcepto de las mujeres, a su imagen corporal, y a la actitud femenina hacia la preservación y protección del medioambiente.

Las editoras del monográfico han sido la psicólogo social Britain Scott, de la Universidad de St. Thomas, y Lisa Lynch, de la Antioch University, ambas en Estados Unidos. El trabajo presenta una colección de artículos que comprenden observaciones y teorías sobre cómo el sexo femenino, la maternidad, la naturaleza humana y la influencia de las normas sociales basadas en el género influyen en la autopercepción de las mujeres, y en su comportamiento hacia el medioambiente.

Belleza y ecología

En uno de los artículos, Scott explica cómo las normas culturales que fomentan la visión de las mujeres como objetos sexuales propician que las mujeres se preocupen por su aspecto y sean, generalmente, críticas con sus cuerpos.

En última instancia, afirma Scott, este sentimiento de las mujeres hacia sí mismas, provocado por los ideales de belleza, tiene un impacto negativo en la actitud de las mujeres hacia el medioambiente, y en su capacidad de conectar con éste.

Scott escribe: “la conexión con la naturaleza (CN) hace referencia a la medida en que la percepción del yo individual incluye la conciencia de uno mismo o de una misma como parte del mundo natural. La CN está relacionada positivamente con un comportamiento y una actitud a favor del medioambiente”.

Esta idea viene respaldada por dos estudios y un experimento en los que se constató que el sentimiento de ser un objeto sexual y la interiorización del ideal femenino de belleza degradan la conexión de las mujeres con la naturaleza: la perturbación de la relación con su propio cuerpo conlleva una desconexión con el mundo natural y, como resultado, un comportamiento menos ecológico, explica la psicólogo.

Instinto maternal, preservación ambiental

En el sentido contrario, en otro artículo, escrito por la psicólogo Kari Hennigan, del Institute of Transpersonal Psychology, se sugiere que las mujeres que pasan tiempo en entornos naturales e interactúan con éstos son más propicias a tener una mejor imagen de su cuerpo, y a distanciarse de las definiciones sociales de belleza.

Por otro lado, en otro de los artículos del monográfico de Ecopsychology, la psicólogo Susan Logsdon-Conradsen y la antropóloga Sarah Allred, del Berry College de Estados Unidos, describen el concepto de “activismo medioambiental materno”, basado en la suposición de que el instinto maternal se extiende al deseo de proteger y preservar el medioambiente, para mantenerlo para la descendencia.
Britain Scott. Fuente: Universidad de St. Thomas.
Britain Scott. Fuente: Universidad de St. Thomas.
Según escriben las autoras, el artículo presenta “un marco para la comprensión de una causa del activismo medioambiental poco analizada: la maternidad”. El activismo materno emergería de la identificación de la mujer con su rol de madre y de las responsabilidades que la mujer asigna a este papel social.

La maternidad es considerada así por las investigadoras como “un estímulo particular” enfocado hacia el cuidado y preservación de la naturaleza, que propicia el activismo medioambiental.

Recuperar la conexión con la Tierra

En el trabajo, publicado en Ecopsychology por psicólogos y sociólogos de la Colorado State University y de la Pennsylvania State University-Abington, se indica que las investigaciones sobre las diferencias entre sexos relacionadas con los valores y actitudes hacia el medioambiente, a menudo han constatado que las mujeres presentan valores y actitudes más pro-medioambientales, y que realizan actividades más implicadas con la naturaleza que los hombres.

Estos investigadores analizaron el papel de la “motivación por placer sensorial” (MSP), una disposición individual con la que se mide la necesidad humana de buscar y disfrutar experiencias relacionadas con la naturaleza a través de los sentidos, como posible causa de estas diferencias.

En este sentido, una comparación realizada en grupos de estudiantes universitarios (200 mujeres y 190 hombres), reveló que las mujeres puntuaban más alto en MSP en actividades en la naturaleza (paseos, visitas a entornos naturales, etc.) Por esta razón, explican los científicos, estarían “más motivadas para implicarse con la naturaleza en conjunto”.

Por último, en este especial de Ecopsychology, Gwenaël Salha, del Pacifica Graduate Institute de California, propone la revisión de un mito sumerio de 4.000 años de antigüedad, el de Inanna (diosa del amor, de la fertilidad y de la guerra), para ayudarnos a afrontar y superar la separación entre la Tierra y sus habitantes.

Desde una perspectiva ecopsicológica, explica Salha, “Inanna es sanada y salvada de una experiencia en el inframundo (al que decidió descender para enfrentarse a su hermana y deidad opuesta, Ereshkigal) a través de su conexión con la Tierra y con su comunidad”.

Este mito, por tanto, puede ser usado por ecopsicólogos y terapeutas como base para el fomento de la comunicación positiva en las crisis de pareja o familiares (comunidad), pero también como base para mejorar y restablecer nuestra relación positiva con la Tierra.
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Cambiar La Forma de Pensar Ayuda A Superar La Soledad

Foto: dariuszka. Fuente: Everystockphoto.
Foto: dariuszka. Fuente: Everystockphoto.
Cambiar la forma de pensar de un individuo acerca de otras personas es la manera más efectiva de reducir la soledad. Esto es lo que han descubierto expertos del Centro Médico de la Universidad de Chicago al analizar un elenco de estudios realizados sobre el tema de la soledad y su tratamiento, entre los años 1970 y 2009.

Según publica dicha Universidad en un comunicado, de esta forma podría no sólo aliviarse un estado anímico sino, también, asegurar que no se desarrollen ciertos problemas de salud vinculados a la soledad, como el insomnio o la demencia.

En los últimos años, diversas investigaciones han detectado el efecto nocivo de la soledad en la salud humana. Así, por ejemplo, el pasado mes de junio, salía a la luz un estudio que demostraba que la soledad fomenta malos hábitos, como un consumo mayor de medicamentos o un nivel más alto de estrés.

Factor de riesgo para la salud

Otras evidencias recopiladas hasta ahora señalan que la soledad puede ser considerada un factor de riesgo tan serio para la salud como otros factores, como la obesidad o el tabaquismo.

Los investigadores John Cacioppo y Christopher Masi, del departamento de psicología de la Universidad de Chicago, buscaron por esta razón la mejor estrategia para paliar la soledad y, con ello, la propensión a una salud deficiente.

Lo hicieron analizando estudios basados en intervenciones diseñadas para tratar de manera directa la soledad. Los psicólogos midieron los resultados de estos estudios, con el fin de elaborar una comparación acerca de la efectividad de cada uno de ellos con respecto al resto.

Según los investigadores, lo que ellos hicieron fue un meta-análisis comparativo para contar con información fiable sobre el tema.

Buscando las claves

Una de las conclusiones a las que llegaron los científicos es que la soledad se puede tratar, es decir, puede reducirse aplicando ciertas intervenciones.
Sin embargo, el meta-análisis reveló también que la dimensión del efecto medio de los tratamientos aplicados hasta ahora había sido modesta.

Por eso, los científicos decidieron descomponer cada estudio en función de la estrategia de intervención seguida, para buscar claves sobre cómo elaborar una intervención realmente valiosa para la soledad.

En esta descomposición descubrieron que las estrategias dirigidas hacia lo que los autores llaman la “cognición social inadaptativa” daban resultados muy positivos en lo que al tratamiento de la soledad se refiere.

Según Masi, diversos estudios han demostrado que las personas solitarias mantienen suposiciones incorrectas sobre sí mismas y sobre la percepción que otras personas tienen de ellas.

Centrarse en estas suposiciones incorrectas para transformarlas sería la mejor manera de reducir la soledad.

Cambiar la manera de pensar

¿Pero cómo se cambian dichas suposiciones? Los investigadores afirman que se pueden modificar con ciertas herramientas, como la terapia cognitivo-conductual (centrada en los patrones de pensamientos que fomentan la inadaptación y en las creencias que subyacen a dichos patrones) o como los ejercicios diseñados para quebrantar modelos de pensamiento insanos.

Estas herramientas podrían ayudar a las personas solitarias a afrontar las situaciones sociales con una actitud más positiva, explican los psicólogos.

Ahora, Cacioppo y Masi esperan aplicar lo que han aprendido al diseño de nuevos métodos de evaluación y tratamiento de la soledad que podrían resultar útiles tanto para los psicólogos como para los médicos de atención primaria.

Asimismo, los científicos creen que podrían diseñarse diversas intervenciones según el nivel de soledad de cada individuo (de leve a severo). Cualquiera de ellas deberá enfocarse en la cognición social para ser efectiva, y para reducir consecuentemente el riesgo que para la salud entraña la soledad.

Según Cacioppo, estas intervenciones, para ser eficientes, no deberán facilitar la interacción entre individuos, con el fin de generar apoyo social, ni tampoco enseñar habilidades sociales sino, más bien, cambiar la manera que tienen las personas solitarias de percibir a otras personas, pensar sobre ellas e interactuar con ellas.

Los resultados de la presente investigación han sido publicados por la revista especializada Personality and Social Psychology Review.

Un mal contagioso

Cacioppo y sus colaboradores llevan años estudiando el tema de la soledad. En 2007, los investigadores publicaron en la revista GenomeBiology los resultados de un estudio en el que se reveló que la soledad puede afectar a la expresión de los genes en los glóbulos blancos de la sangre, responsables de la activación del sistema inmunológico.

Por otro lado, en 2009, Cacioppo dirigió otra investigación que constató que la soledad es como una enfermedad: produce malestar físico y, además, se contagia.

En este caso, los científicos recopilaron datos de más de 5.000 personas, recogidos durante un periodo de 60 años. A partir de estos datos, se elaboró un gráfico que reflejaba que los solitarios que se marginan acaban propiciando la marginación de sus allegados.

Por tanto, la soledad no sólo daña la salud de los individuos, sino que además puede dañar a la sociedad, afectando al tejido social de ésta.

La Naturaleza Favorece La Salud

La naturaleza favorece el bienestar físico y psíquico del ser humano


Fomenta la atención, reduce la agresividad y ayuda a la recuperación física, señalan estudios diversos


La revista Observer, de la Association for Psychological Science de Estados Unidos, ha publicado recientemente un artículo en el que se revisan los estudios realizados en los últimos años sobre la relación del ser humano con la naturaleza, y la importancia de ésta para nuestra salud. Estas investigaciones han demostrado que los entornos verdes favorecen el bienestar psicológico, con una mejora de la atención y una reducción de la irritabilidad y de la agresividad; y el bienestar físico, favoreciendo, por ejemplo, la pronta recuperación de pacientes que han padecido operaciones quirúrgicas. Nuestro bienestar depende de la naturaleza debido a la evolución de nuestros ancestros en este entorno, señalan los expertos. Por Yaiza Martínez.




La naturaleza favorece el bienestar físico y psíquico del ser  humano
La revista Observer, de la Association for Psychological Science (aps) de Estados Unidos, ha publicado recientemente un artículo en el que se revisan aquellos estudios científicos que han demostrado la importancia de la naturaleza para la salud humana, tanto física como mental.

Según Observer, en las últimas décadas, la conciencia de nuestra relación con el medioambiente se ha ido incrementando, así como las constataciones sobre los efectos del entorno natural en nuestra propia naturaleza.


Fomenta la atención


En los años ochenta del siglo XX, el psicólogo
Stephen Kaplan y sus colaboradores de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, fueron de los primeros investigadores que aportaron pruebas científicas sobre dichos efectos.

A raíz de una serie de estudios sobre el fenómeno de la atención, estos científicos descubrieron que la exposición a escenarios naturales tenía un profundo efecto restaurador en la capacidad del cerebro de concentrarse.


Estudios posteriores realizados al respecto han confirmado este primer hallazgo. Así, por ejemplo, en 2008, la revista Psychological Science publicaba un
artículo acerca de una investigación realizada por el propio Kaplan, en colaboración con Marc Berman y John Jonides, consistente en que 38 estudiantes voluntarios realizaran tareas que requerían un alto nivel de concentración.

El grupo de voluntarios fue dividido en dos partes: los componentes de una de ellas dieron un paseo por la ciudad, mientras que los miembros de la otra pasearon d por un arboreto. Este segundo grupo puntuó más alto que el primero en las pruebas realizadas.


Kaplan cree que esta diferencia se debe a que nuestros ancestros evolucionaron en contacto continuo con los entornos naturales. Gracias a ello, en dichos entornos nosotros nos sentimos más cómodos, más relajados, como si estuviéramos en casa. Este estado de bienestar nos hace estar menos distraídos.


En enero de 2010, Kaplan y Berman resumieron 13 de los estudios más influyentes sobre la restauración de la atención en contacto con la naturaleza, en la revista
Perspectives on Psychological Science.

Reduce la agresividad

Los descubrimienos de Stephen Kaplan y sus colaboradores llevaron a los investigadores
William Sullivan y Frances Kuo, de la Universidad de Illinois, en Estados Unidos, a analizar la relación entre la ausencia de un entorno natural y la irritabilidad, que se sabe está relacionada con la atención fatigada. A su vez, la irritabilidad está asociada a la agresividad.

Kuo y Sullivan estudiaron a 145 mujeres residentes en un complejo residencial urbano, en Chicago. Algunas de ellas, vivían en edificios con vistas a zonas verdes, mientras que desde los edificios de otras sólo se veía triste hormigón. Los resultados de este estudio demostraron niveles significativamente más bajos de agresividad y de violencia entre las residentes con apartamentos cercanos a la naturaleza, que entre las otras.


La agresividad ha sido relacionada con la impulsividad, por lo que no resulta sorprendente que, en un estudio más actual, Kuo y Sullivan, junto con otro colaborador de la Universidad de Illinois llamado Andrea Taylor, hayan constatado que también existe una relación entre la exposición a la naturaleza y el autocontrol.


En otro
estudio realizado con 169 niñas que vivían en el mismo vecindario, los investigadores descubrieron que aquéllas que disfrutaban de vistas más verdes tenían un mayor rendimiento en tareas relacionadas con la disciplina que las niñas que no podían disfrutar de dichas vistas. Las chicas del primer grupo puntuaron asimismo más alto en pruebas de concentración, de inhibición de la impulsividad y de capacidad de retrasar la gratificación.

Favorece la recuperación


Además de los evidentes beneficios para la salud psíquica que proporciona la naturaleza, también se ha demostrado que los entornos naturales ayudan al bienestar y la recuperación física.


Por esta razón, los investigadores británicos Richard Mitchell, de la Universidad de Glasgow, y Frank Popham, de la Universidad St. Andrews, publicaron en 2008 un
artículo en el que se señalaba que, ante el persistente crecimiento de las desigualdades socioeconómicas en lo que a salud se refiere, una mayor exposición a entornos verdes podría ayudar a reducir la tendencia a padecer ciertas enfermedades.

Por otra parte, en 1984, la revista Science publicaba un
artículo del investigador Roger Ulrich en el que se explicaba cómo la ubicación de un hospital de Oregón, en Estados Unidos, en un entorno natural, había conseguido reducir el tiempo de recuperación de los postoperatorios y había ayudado a que los pacientes necesitaran menos medicamentos para el tratamiento del dolor, entre otras ventajas.

Asimismo, en 2009, una
investigación dirigida por Peter Kahn, de la Universidad de Washington, y realizada con trabajadores de una oficina moderna, demostró que aquellas personas que en su lugar de trabajo estaban sentadas cerca de una ventana con vistas a escenarios naturales se recuperaban antes que otras sentadas frente a una pantalla de plasma que mostraba imágenes de la naturaleza u otras que no disfrutaban de vista alguna, del estrés producido por situaciones externas.