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Educación Para El Desarrollo de la Conciencia

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La educación debe facilitar el desarrollo de la conciencia

 

 

Junto a la comprensión y el compromiso, son las dimensiones estratégicas del aprendizaje

Estamos ante una crisis que es al mismo tiempo externa e interna. Externa en cuanto afecta a las condiciones materiales de nuestra existencia y de la vida en el planeta, e interna porque se relaciona estrechamente con nuestra naturaleza humana y nuestra forma de construir conocimiento y sentido. Y es en este punto, donde aparece de nuevo el indispensable papel que debe jugar la educación como facilitadora y promotora del desarrollo de la conciencia, la voluntad, la comprensión y el compromiso, como dimensiones estratégicas del aprendizaje y la enseñanza de condición humana. Por Juan Miguel Batalloso Navas

 

"El verdadero nombre de una educación transformadora es que sea humanizante. Será entonces liberadora en la medida que desencadene, acompañe y desafíe siempre al aprendizaje de la condición humana (…) La condición humana refiere insalvablemente al amor, que es por él y en él que nos constituimos en humanos". Alejandro Cussianovich (2007)



Dice Alain Touraine, uno de los más brillantes y comprometidos sociólogos de nuestra época recientemente galardonado, junto a Zygmunt Bauman, con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010, que en el momento actual estamos atravesando por tres crisis: la económica-financiera, la ecológica-planetaria y la política. Ésta última, se expresa cada vez con más insistencia, como incapacidad de los gobiernos nacionales y de las instituciones internacionales para hacer frente a los graves problemas de la humanidad, creyendo ingenuamente que una vez restaurados los beneficios de los bancos, todo se va a resolver. En este sentido señala algo que nos parece de extraordinaria importancia para la educación y así nos dice: «…la construcción de un nuevo tipo de sociedad, de actores y Gobiernos, depende antes que nada de nuestra conciencia (1) y de nuestra voluntad, o, más sencillamente aún, de nuestra convicción de que el riesgo de que se produzca una catástrofe es real, cercano a nosotros y de que, por tanto, tenemos que actuar necesariamente…» (TOURAINE, A.; 2010).

En la misma línea, el insigne y reconocido Zygmunt Bauman nos recuerda uno de los mensajes que más insistentemente se han ofrecido en la pasada Conferencia Internacional celebrada en Fortaleza (2) y así nos dice que vivimos en un mundo, «…donde la única certeza es la certeza de la incertidumbre, en el que estamos destinados a intentar, una y otra vez y siempre de forma inconclusa, comprendernos a nosotros mismos y comprender a los demás, destinados a comunicar y de ese modo, a vivir el uno con y para el otro…» (BAUMAN, Z.; 2010).

Estamos pues ante una crisis que es al mismo tiempo externa e interna. Externa en cuanto afecta a las condiciones materiales de nuestra existencia y de la vida en el planeta, e interna porque se relaciona estrechamente con nuestra naturaleza humana y nuestra forma de construir conocimiento y sentido. Y es en este punto, donde aparece de nuevo el indispensable papel que debe jugar la educación como facilitadora y promotora del desarrollo de la conciencia, la voluntad, la comprensión y el compromiso, como dimensiones estratégicas del aprendizaje y la enseñanza de condición humana.

Sin embargo la educación también continúa en crisis, una crisis de la que ya nos alertó Iván Illich hace más de cuarenta años, cuando nos mostraba la extraordinaria y alienante confusión entre "escolarización" y "educación" (ILLICH, I.; 1974). Y es que los sistemas educativos de nuestro tiempo han alcanzado tal grado de burocratización y tecnologización al ritmo de la expansión de los mercados, que difícilmente podemos encontrar ya en ellos algo diferente a saberes puramente utilitarios y/o adaptativos. Pero además, porque dichos sistemas supuestamente educativos, están más preocupados y ocupados en vender acreditaciones y proporcionar competencias y habilidades profesionales, que en crear las condiciones y mediaciones necesarias para que cada ser humano conquiste de forma original y autónoma su propia humanidad.

¿Qué queda dentro de nuestro ser, cuando después de haber pasado toda una vida entera en las aulas, nos damos cuenta de que toda la información y el supuesto conocimiento recibido y legitimado socialmente, únicamente tiene un valor de cambio perecedero y caduco? ¿Qué recordamos de nuestra experiencia escolar y académica como más valioso para nuestras vidas? ¿O es que nuestro paso por las escuelas y universidades no es más que una liturgia y un obligado requisito para sobrevivir en una sociedad de mercado en las que ganancia, apropiación, desigualdad y consumo ilimitado, siguen siendo de una y mil formas su fin y su medio? ¿Qué nos han aportado nuestros estudios y certificaciones al conocimiento de nosotros mismos y nuestras vinculaciones y conexiones con la sociedad y la naturaleza? ¿No será que el conocimiento adquirido y construido se ha quedado hipertrofiado y nada nuevo somos capaces ya de generar, como no sea en términos de mayor burocratización y mercantilización? ¿Es que acaso nuestras instituciones académicas y escuelas consiguen los resultados esperados que declaran en sus siempre paradisiacas visiones, misiones y valores? ¿No será que nuestra simplificadora y disciplinaria mente escolarizada es incapaz de concebir nuevas formas de pensar, sentir y hacer educación? ¿O no será que la educación amplia y formalmente entendida es un fenómeno que sucede fuera de las aulas y en los márgenes de éstas? ¿O es que lo que entendemos por educación no es más que una sofisticada y costosa superestructura institucional que legitima, garantiza y reproduce un modo de producción inhumano e insostenible?


La fragmentación de los problemas impide su diagnóstico y solución

A estas alturas del siglo XXI es hora ya de hacer frente a tanto discurso de reforma e innovación educativas, que bajo su apariencia de neutralidad y realismo económico estimulador de productividad y competitividad, o bajo un supuesto fondo ético de una mal llamada e incoherente "educación en valores" (3), nos va enajenando de nuestro natural e interminable proceso de hominización-humanización (4) . Y son precisamente estos discursos que naturalizan y legitiman separaciones y dualidades (teoría-práctica, medios-fines, enseñanza-aprendizaje, profesor-alumno, razón-emoción, pensante-ejecutante, dirigentes-dirigidos, crecimiento-desarrollo…) los que al compartimentar y fragmentar los saberes legitimando las disyunciones, simplificaciones y exclusiones, no sólo promueven errores, ilusiones y cegueras del conocimiento (MORIN, E.; 1999), sino que obstaculizan e impiden tanto el diagnóstico de los problemas, como su solución.

Si los problemas más importantes de la vida, de la humanidad, del planeta y de las personas como sujetos individuales y colectivos, son siempre globales, contextuales y relacionales, necesariamente tendremos que buscar y encontrar estrategias, procedimientos, métodos y acciones que nos permitan contextualizar, relacionar, vincular, conectar y religar saberes, conocimientos y disciplinas. Y es a la educación y especialmente a todas sus instituciones formales e informales, privadas o públicas, presenciales o virtuales, a las que corresponde asumir la responsabilidad de construir una «ecología de los saberes» (5) tomando como fin y como medio el aprendizaje y la enseñanza de la condición humana, ya que de lo contrario, difícilmente podremos poner de manifiesto en lo cotidiano y en lo concreto que otro mundo es realmente necesario y posible.

 

Enseñar la condición humana requiere autoaprendizaje, compromiso y experiencias vitales

No se trata pues, de volver por las viejas sendas del pensamiento disciplinar, curricular y organizativo que alimenta nuestra mentalidad escolar, como tampoco de creer que hemos de inventar un nuevo precepto enseñando a los demás a vivir como si los profesionales especializados en educación o los funcionarios docentes fuesen realmente sabios en esta materia. De lo que se trata más bien, es de saber combinar complejamente las necesidades y problemas materiales de existencia de nuestros contextos locales y globales, junto a la imprescindible e indelegable tarea de aprender a vivir de forma autónoma sin necesidad de que nadie nos lo prescriba en forma de recetas académicas o de inculcación ideológica.

¿Realmente es posible enseñar la condición humana a partir de una mente escolarizada y curricularizada que únicamente ve disciplinas, exámenes y acreditaciones en todos los lugares? ¿Cómo habilitar contenidos, espacios, tiempos, recursos y condiciones para una enseñanza tan básica y fundamental para nuestra vida? ¿Podremos enseñarla en el marco de la relación profesor-alumno o habrá que comprender y asumir radicalmente aquel siempre nuevo principio que Paulo Freire nos legó de que nadie realmente educa a nadie y que todos nos educamos en comunión? (6) ¿Y qué significa esto en términos concretos? ¿Habrá que romper los estrechos, formales y reglamentados límites de las escuelas para que sea la sociedad entera la que asuma la responsabilidad de educar?

Tal vez nuestros discursos y declaraciones nos hacen tan prepotentes, que a menudo olvidamos que en lo más sencillo, en lo más humilde e insignificante puede siempre brillar la luz del más valioso y fructífero de los aprendizajes. Y no se trata aquí de simplificar o de reducir a recetas didácticas o a medidas curriculares todo lo que pensamos como deseable, sino más bien de comprender que el campo de los aprendizajes auténticamente transcendentes para la vida y para el desarrollo pleno de nuestra humanidad está todavía sin explorar lo suficiente. Es necesario pues incorporar como educadoras y educadores, no sólo a cualquier persona que nos muestra con su conducta el sentido de su vida, sino también a la Naturaleza entera de la que formamos parte.

Visto así, queda claro al menos, que es imposible enseñar la condición humana en el sentido escolarizado y burocrático al que estamos acostumbrados y queda claro también la absoluta imposibilidad de enseñar nada de nuestra condición si no estamos profundamente implicados en su aprendizaje. Enseñar la condición humana es por tanto, no un proceso de transmisión, ni de ejercicio de conductas testimoniales siquiera, sino más bien un proceso de autoaprendizaje, de compromiso y de experiencias vitales con todo aquello que forma parte de nuestra compleja y contradictoria naturaleza. De aquí por ejemplo, que no podamos entender dicha enseñanza-aprendizaje sin el reconocimiento del otro como legítimo otro, sin la aparición y el desarrollo de procesos afectivos y amorosos que son al mismo tiempo dialógicos, interactivos y auto-eco-organizadores.


Extracto del artículo "Educación y condición humana" de Juan Miguel Batalloso Navas, los interesados en la lectura completa pueden bajarse el PDF al pié del artículo.


Notas

(1) Los subrayados son nuestros.

( 2) "Los siete saberes de la educación para el presente". Conferencia internacional. Fortaleza (Ceará-Brasil) 21-24 de septiembre de 2010.

(3) Mal llamada porque cualquier hecho o fenómeno educativo se funda, se realiza y se desarrolla siempre en función de valores, ya sean estos económicos, sociales, políticos, éticos, estéticos, noéticos o de cualquier otra índole. E incoherente porque la “educación en valores” como finalidad y/o contenido explícito y/o declarado de la educación o bien es contradictoria con las prácticas organizativas, curriculares y docentes más generalizadas, o sencillamente la importancia y el lugar real que ocupa en la vida cotidiana de la mayoría de las aulas, es puramente testimonial.

(4) «..La importancia de la hominización es capital para la educación de la condición humana porque ella nos muestra como animalidad y humanidad constituyen juntas nuestra humana condición (…) La hominización desemboca en un nuevo comienzo. El homínido se humaniza. Desde allí, el concepto de hombre tiene un doble principio: un principio biofísico y uno psicosociocultural, ambos principios se remiten el uno al otro (…) Los individuos permanecen integrados en el desarrollo mutuo de los términos de la triada individuo  sociedad  especie. No tenemos las llaves que abran las puertas de un futuro mejor. No conocemos un camino trazado. “El camino se hace al andar” (Antonio Machado). Pero podemos emprender nuestras finalidades : la continuación de la hominización en humanización, vía ascenso a la ciudadanía terrestre…» (MORIN, E.; 1999).

(5)«…La ecología de los saberes se refiere a la existencia de conocimientos plurales, a la importancia del diálogo entre saber científico y humanístico, entre el saber académico y el saber popular proveniente de otras culturas y a la necesidad de confrontar el conocimiento científico con otros tipos de conocimientos de la humanidad. Mas, para ello, necesitamos de un pensamiento complejo ecologizante capaz de religar estos saberes diferentes tanto como las diferentes dimensiones de la vida...» (MORAES, Maria C.; 2008: 22).

(6) «…El educador ya no es sólo el que educa sino aquel, que en tanto educa, es educado a través del diálogo con el educando, quien, al ser educado, también educa. Ahora ya nadie educa a nadie, así como tampoco nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan en comunión, mediatizados por el mundo…» (FREIRE, P.; 1975: 90).



Descárgate el artículo completo


educacion_y_condicion_humana.pdf Educación y condición humana.pdf  (760.98 Kb)

Internet Puede Beneficiar al Cerebro

Hacer búsquedas en internet reactiva el cerebro adulto


Científicos proponen usarlo como terapia cognitiva para ejercitar, estimular y mejorar la función del cerebro


Científicos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) han puesto a prueba a personas de mediana edad y de edad avanzada, con y sin conocimientos previos de internet, y han usado la resonancia magnética funcional para averiguar cómo se comportaban sus cerebros al hacer búsquedas en internet. Así han descubierto que usar los buscadores mantiene sus cerebros mucho más activos que otras actividades como la lectura. Además han visto que es capaz de estimular los cerebros de los no iniciados, en tan sólo una semana con una hora diaria de 'ejercicio', hasta los mismos niveles de activación de los más expertos. Este inesperado efecto, sobre todo en pacientes de edad avanzada, abre la puerta a su uso en terapia cognitiva. Por Rubén Caro.

 

Resonancia magnética funcional de un cerebro leyendo (izquierda) y realizando búsquedas en internet (derecha). Foto: UCLA

Es habitual que en una conversación casual surja el tema de la proximidad de las nuevas generaciones con la tecnología. Nuestros niños y jóvenes crecen entre los omnipresentes teléfonos móviles, las indispensables consolas de videojuegos, y preguntan antes a los buscadores de internet que a sus padres o a sus amigos.

Entonces inevitablemente la conversación llega a un punto en el que se pone de manifiesto la presunta ineptitud de los adultos presentes a la hora de interactuar con esas cosas. En todas las familias existe la figura del manitas tecnológico que se encarga de conectar la videocámara a la televisión porque los demás se declaran no aptos. Y quien dice conectar la videocámara, dice descargar fotos del móvil, reproducir un vídeo desde un pendrive usando el reproductor de DVD, o buscar información en una enciclopedia de internet sobre aquello que dijo el médico en la última revisión.

Buscar en internet es beneficioso

Según el estudio, efectuado en dos etapas, llevado a cabo por científicos de la Universidad de California en Los Ángeles ( UCLA ), parece que no deberíamos dejar en manos de otros las tareas que impliquen hacer búsquedas en internet. De hecho resulta ser beneficioso llevar a cabo este tipo de actividad, sobre todo para aquellos menos habituados.

"Los resultados del estudio muestran que las tecnologías informáticas emergentes podrían tener efectos fisiológicos y potencialmente beneficios para sujetos de mediana edad y edad avanzada", dice el doctor Gary Small, profesor en el Instituto Semel de Neurociencia y Comportamiento Humano en UCLA, "Las búsquedas en internet ponen en marcha una compleja actividad cerebral, que puede ayudar a ejercitar y mejorar la función cerebral".

Leer libros y buscar en internet

Para el estudio inicial se usaron 24 voluntarios neurológicamente normales de entre 55 y 76 años de edad. La mitad tenían experiencia previa en búsquedas en internet. La otra mitad no. La edad, el nivel cultural y la distribución de sexos era similar entre las dos mitades. Los participantes fueron sometidos a la monitorización mediante resonancia magnética funcional, mientras realizaban actividades de lectura de libros y búsquedas en internet.

Mientras leían libros, todos los participantes mostraron gran actividad cerebral en las zonas de control del lenguaje, la lectura, la memoria y las habilidades visuales del cerebro. Cuando realizaban búsquedas en internet, los sujetos sin experiencia previa mostraron una actividad cerebral muy similar a la registrada mientras leían. Sin embargo, los voluntarios que tenían experiencia haciendo búsquedas en internet activaron otras regiones cerebrales además de las usadas para leer. Mostraron moderada actividad en las zonas de toma de decisiones y de razonamiento complejo del cerebro.


Imágenes de los cerebros de un sujeto con experiencia (abajo) y de uno sin experiencia previa (arriba) , mientras leen (derecha) y mientras buscan en internet (izquierda). Foto: UCLA

De hecho, en las imágenes tridimensionales de los cerebros de los inexpertos se podían contar un promedio de 8.646 voxels (pixels volumétricos, unidades de imagen tridimensional) activos, mientras que en los cerebros de los expertos había un promedio de 21.782 voxels activos. Más del doble.

Tras 7 días todos estaban al mismo nivel

Tras estos resultados, los participantes realizaron una hora diaria de búsquedas en internet durante siete días. Entonces se les volvió a someter al mismo procedimiento, obteniendo resultados bastante elocuentes.

Los sujetos sin experiencia en la etapa anterior, que ahora tenían una semana de experiencia, mostraron una activación cerebral muy similar a la de los que sí tenían experiencia antes. Es decir, que sólo con pequeños ejercicios de una hora durante siete días habían conseguido cablear y activar regiones del cerebro que antes permanecían inactivas.

El cerebro se mantiene receptivo con la edad

"Hemos visto que en personas de edad avanzada con experiencia mínima, hacer búsquedas en internet, incluso durante un periodo relativamente corto de tiempo, puede cambiar los patrones de actividad cerebral y mejorar el funcionamiento", sentencia Small.

Esto contradice la concepción erróneamente generalizada de que los cerebros adultos o envejecidos no mantienen la capacidad de aprender y reestructurarse para incorporar nuevas habilidades. El doctor afirma que "una tarea simple y rutinaria como buscar en internet parece mejorar las conexiones cerebrales en adultos mayores, demostrando que nuestros cerebros son sensibles y pueden seguir aprendiendo mientras nos hacemos viejos".

Uso terapéutico de internet

Su compañera de investigación, la doctora Teena D. Moody, va más allá diciendo que "los resultados sugieren que la búsqueda en internet puede constituir una forma simple de ejercicio cerebral que puede ser empleado para mejorar la cognición en adultos de edad avanzada". Esto deja la puerta abierta para el uso terapéutico de algo tan accesible como la búsqueda en internet.

A partir de ahora parece más beneficioso para toda la familia que sean los más mayores los que se encarguen de hacer las búsquedas en internet, en lugar de los jóvenes ya habituados. Y no hay excusas, cuanta menos sea la experiencia previa mejores serán los efectos.

Música Para Aprender Mejor

Especialistas proponen utilizar la música para desarrollar las habilidades cognitivas

 

Cada vez hay más evidencias científicas de que el cerebro de los músicos presenta diferencias funcionales y estructurales con respecto a los cerebros de aquellas personas que no tocan ningún instrumento. Al parecer, incluso sólo con empezar a aprender a tocar un instrumento ya se producen cambios en el cerebro humano.

Por eso, investigadores de la Faculty of 1000 Medicine afirman que la plasticidad cerebral que propicia la música podría aprovecharse para desarrollar terapias destinadas a mejorar las habilidades cognitivas.

Concretamente, los científicos proponen utilizar la música en la terapia neurofisiológica, por ejemplo para mejorar las habilidades lingüísticas, la memoria o los estados de ánimo de las personas.

La música sería útil para este fin debido a que las regiones cerebrales implicadas en la práctica musical se utilizan también para otras funciones, como la memoria o el lenguaje. Cualquier mejora que favorezca la música en estas áreas del cerebro, favorecería también las capacidades en otros campos del conocimiento, explican los investigadores.

Los Castigos Corporales Quitan Inteligencia A Los Niños

 

Los castigos físicos reducen el cociente intelectual de los niños

 

Pueden generar un estrés crónico que acaba afectando al desarrollo mental

 

Un estudio realizado en Estados Unidos y en otros 32 países del planeta ha revelado que el castigo físico sufrido en la infancia condiciona el desarrollo mental de los pequeños. Las mediciones del cociente intelectual de miles de niños revelaron que aquéllos que no habían sufrido este tipo de castigos tenían entre 2,8 y 5 puntos más de CI que los que sí los habían padecido. Según los investigadores, estos resultados ponen de relieve la necesidad de ilegalizar esta costumbre en todas las naciones. Por Yaiza Martínez.

 

Los niños que son reprendidos con azotes tienen un cociente intelectual (CI) más bajo que los que no lo son, señala un estudio realizado por la Universidad de New Hampshire, en Estados Unidos, cuyos resultados fueron presentados el pasado 25 de septiembre en la Conferencia Internacional sobre Violencia, Abuso y Trauma, celebrada en San Diego (California).

La investigación ha revelado, además, que la reducción del CI como consecuencia de los castigos físicos padecidos en la infancia es un fenómeno que se da a nivel global, y no sólo en Estados Unidos. El CI es la puntuación que se obtiene a partir de la realización de tests estandarizados, diseñados para medir la inteligencia.

Murray Straus, profesor de psicología de la Universidad de New Hampshire y autor de la investigación afirma, en un comunicado emitido por dicha universidad: “Todos los padres quieren tener hijos listos. El presente estudio demuestra que evitar los azotes para corregir las malas conductas puede ayudar a conseguirlo”.

Terminar con la costumbre

Straus añade que “los resultados de esta investigación tienen implicaciones importantes para el bienestar de los niños de todo el planeta”. El científico señala, además, que los psicólogos deben reconocer la necesidad de ayudar a los padres a terminar con la costumbre del castigo físico, e incorporar este objetivo a sus prácticas médicas.

El esfuerzo por erradicar esta costumbre debe tener incluso un reflejo en la legislación, que debería asegurar el bienestar infantil con leyes contra el castigo físico en los niños, asegura el investigador.

La postura de Straus es justificable considerando que los resultados de su estudio son cuanto menos llamativos. Él y su colaborador, Mallie Paschall, del Pacific Institute for Research and Evaluation, analizaron a 806 niños estadounidenses de entre dos y cuatro años, y a 704 niños de edades comprendidas entre los cinco y los nueve años. Ambos grupos volvieron a ser analizados cuatro años más tarde.

Así, se descubrió que los niños del primer grupo que en esos cuatro años no habían recibido castigos físicos tenían un cociente intelectual cinco puntos más alto que los niños a los que sí se había pegado.

En el caso del segundo grupo, de niños de entre cinco y nueve años, aquéllos a los que no se había pegado durante ese mismo periodo presentaban un CI de 2,8 puntos más que los niños que sí habían sufrido castigos físicos.

Situación a nivel global

Straus señala que la frecuencia de estos castigos también marca una diferencia: cuanto más se pegue a los niños, más lento es el desarrollo de sus habilidades mentales. Sin embargo, incluso pequeñas dosis de castigo físico reducen el CI.

Los científicos analizaron posteriormente la situación a nivel global. Así, descubrieron que en países donde el castigo físico es más común, la media nacional de CI es más baja que en otros.

El análisis realizado indicó, además, una fuerte relación entre el castigo físico y la reducción del CI en los casos de padres que mantienen esta forma de reprender incluso cuando sus hijos ya son adolescentes.

Para esta parte del estudio, fueron analizados datos de 32 países sobre el castigo físico sufrido por 17.404 estudiantes de universidad, cuando éstos eran niños.


Cuanto más alto es el porcentaje de padres que en un país usan el castigo físico con sus hijos adolescentes, más baja es la media nacional de CI. Fuente: UNH.
Dos posibles explicaciones

Según Straus, la relación entre el castigo físico y el CI más bajo tiene dos posibles explicaciones.

En primer lugar, este tipo de castigos es extremadamente estresante, y puede convertirse en un factor estresante crónico para los niños pequeños que los sufren tres o más veces a la semana. Muchos de ellos continúan padeciéndolos durante años. Se sabe que el estrés crónico está relacionado con un CI más bajo.

En segundo lugar, se produce una correspondencia entre el nivel de desarrollo económico de los países y el grado de uso del castigo físico con los hijos. Un nivel de desarrollo más alto coincide con una menor tendencia de los padres a aplicar el castigo físico y, también, con un CI nacional más alto.

Una buena noticia

El estudio de Straus y Paschall ha revelado, sin embargo, una buena noticia: el uso del castigo físico se ha ido reduciendo a nivel planetario, lo que podría suponer un incremento en el CI global.

Según Straus, “la tendencia global a eliminar los castigos físicos se refleja más claramente en los 24 países que los han prohibido legalmente. Tanto la Unión Europea como las Naciones Unidas han hecho un llamamiento a todos los países miembros para que prohíban a los padres este tipo de castigos. Algunos de los 24 países en los que ya son ilegales se han hecho grandes esfuerzos por informar y asistir a los padres en el tratamiento con sus hijos. En otros, se ha hecho poco por poner en marcha la prohibición”.

De cualquier forma, hay evidencias de que las actitudes a favor de este tipo de castigos se han reducido incluso en países donde no se han hecho leyes contra ellos.

El primer país europeo que prohibió por ley el castigo físico infantil fue Suecia. Hoy día, esta práctica ha sido prohibida además en otros países del mundo, como Alemania, Austria, Bulgaria, Chile, Croacia, Chipre, Dinamarca, España, Finlandia, Grecia, Hungría, Islandia, Israel, Italia, Letonia, Noruega, Nueva Zelanda, los Países Bajos, Portugal, Rumanía, Suecia, Ucrania, Uruguay, Venezuela y Costa Rica.

Por último, el castigo físico incumple tres de los cuatro pilares de la legislación de la Convención sobre los Derechos del Niño, de 1989: el interés superior del niño, su derecho a la supervivencia y al desarrollo, y el derecho a que sea respetado su punto de vista.