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LA PARUSÍA DE UNA REVOLUCIÓN POSCAPITALISTA

MILAGRO NATURAL O NATURALEZA MILAGROSA

 

 

Milagros, magia, encantos, fe. La mente humana ha evolucionado para creer en la espontaneidad e imprevisibilidad de acontecimientos, no es una mera construcción cultural, fue y sigue siendo una manera primordial del ser humano de relacionarse con su realidad.

 

 Los escépticos ateos niegan lo que es natural para la mayoría de la humanidad. La neuroteología y la genética hoy explican que la evolución nos llevó por el camino de las creencias y las supersticiones. ¿Acaso no nos hubiese sido más fácil evolucionar sin contar con estos atributos? ¿Acaso no es cierto que por miles de años las creencias supersticiosas impidieron que el ser humano conociera el mecanismo del mundo? La respuesta a la última pregunta es cierta, pero podría ser falsa en el caso de la primera. Estamos ante una realidad extremadamente compleja, apenas la estamos empezando a vislumbrar con la ciencia y la tecnología; pero desde tiempos inmemoriales hemos percibido esta complejidad. Antes de la escritura el ser humano ya conocía los ciclos orbitales de la Tierra con mirar las estrellas, lo cual le permitió desarrollar la agricultura.

 

De hecho cientos de especies animales usan los ciclos orbitales de la Tierra para adaptarse mejor y evolucionar; las variaciones climáticas vienen determinadas por dichos ciclos. Incluso, con la influencia del Sol sobre el campo magnético de la Tierra, estos animales evolucionan según ciclos galácticos y cósmicos al tener magnetorecepción; es decir, al ser sensibles a los campos electromagnéticos de la Tierra, que varían según los ciclos solares; que a su vez varían por la órbita galáctica del Sol; que a su vez viene determinada por las leyes que rigen el funcionamiento del universo. Si bien no es un atributo específico, tenemos la misma capacidad evolutiva que los animales con  magnetorecepción.

 

Este orden es lógico en un universo fractal. El humano de la antigüedad, dotado apenas de unos rudimentarios conocimientos cosmológicos, fue capaz de entender esto en su más amplia concepción, de ahí que los arquitectos egipcios fueran capaces de alinear sus pirámides con la estrella Sirius y, usando una observación simple pero esencial de los ciclos orbitales (o posición de las estrellas en el firmamento para ellos) fueron capaces de determinar los periodos  de miles de años que cubren dichos ciclos; a la fecha usamos el calendario que estos sabios egipcios elaboraron a partir de sus observaciones, es decir, el año solar. Al parecer, fueron ellos quienes entraron en contacto con pueblos precolombinos de Centroamérica (hay indicios muy sugerentes) y habrían sido ellos los que aportaron la base astronómica para la construcción del calendario maya que, en forma perfecta, indica los citados ciclos (llamados también ciclos de Milankovitch), uno de los cuales se completa el 22 de diciembre del 2012 Para el arquitecto, filósofo y sacerdote egipcio el milagro divino no era algo espontáneo e impredecible, para él el milagro divino estaba en la naturaleza, en la compresión de sus ciclos, sus periodos y sus ritmos. El Kybalión (las enseñanzas sagradas fundadoras de la religión egipcia) lo indica con sus siete principios genéricos (hoy evidentemente incompletos) los cuales recuerdan en algo a la física de ondas. En el lejano oriente tanto las religiones hinduistas como chinas seguían un camino similar, fruto de ello es el Taoísmo, que es tanto religión, filosofía, practica de vida y poesía.

 

Los milagros divinos empezaron a adoptar su mayor carácter sobrenatural recién con las religiones judeocristianas (excepto por la tradición cabalista, que desciende de las enseñanzas egipcias). Así la percepción de lo divino y sus milagros se separaron de la naturaleza y su orden; a ello se sumó muchas supersticiones paganas de los pueblos europeos. A partir de allí todo se hizo posible, porque todo estaba regido por la voluntad arbitraria de una entidad superior y no de un orden superior. Como todo era posible, nada era previsible y así las culturas europeas se vieron subsumidas en un universo caótico donde todo dependía de la voluntad de una entidad desconocida y vengativa; prácticamente el europeo común pensaba que todo giraba en el juego y los caprichos que dos dioses imponían (el Dios del “bien”, el llamado “Jehová de los Ejércitos” violentos y guerreros...y el dios “malo”, el llamado “Satanás” que por desobediente se convirtió en diablo, hasta ahora me cuesta encontrar la diferencia entre estos dos dioses que actúan de manera similar hacia el ser humano, en esa cosmogonía judeocristiana, tanto castigándolo como premiándolo según sea obediente o desobediente con alguno de ellos)

 

En las religiones orientales, las más difundidas, se tuvo una evolución distinta, nunca realmente se separó el pensamiento místico de la naturaleza. El hinduismo, rico en la filosofía de los Vedas, si bien sigue con su infinito panteón politeísta, siempre entendió la existencia de un orden natural superior único por sobre el simple orden natural (ello se denota en los Upanishads). El budismo enriquecería mucho más este pensamiento místico y filosófico. El taoísmo chino haría lo propio (la cúspide de ambos es el Zen japonés). Pero en estas doctrinas místicas siempre se tuvo presente la idea de un orden superior no caótico ni espontáneo. Los milagros divinos en las doctrinas orientales no son algo sobrenatural, sino que forman parte de la propia naturaleza. Para muchos hindúes, el río Ganges -con su natural corriente- es algo milagroso de por sí. Tanto para los budistas del Zen como taoístas, el milagro está en la naturaleza superior del mundo, el Chi o Qi. El Kundalini de los hindúes.

 

Solo en occidente y sus religiones (incluidas las neopaganas) se considera que lo divino es algo mágico, espontáneo e imprevisible. Hasta ahora ese pensamiento se conserva en los mitos modernos y en la cultura fantástica (literatura, cine y videojuegos)

 

Así, la mayoría de los cristianos y no pocos judíos esperan un “milagro” de Dios en lo sobrenatural, extraño y bizarro. Una sanación espontánea, una visión, una figura borrosa aparecida, un entendimiento extremo o incluso irracional, un hecho fortuito, un caso de supervivencia contra todo pronóstico, en fin, todo vale para expresar que “ese milagro es una manifestación de Dios”. Por causalidad, con el movimiento ecologista y la masificación de la ciencia, una nueva corriente filosófica-mística ha nacido en el seno del pensamiento occidental, una línea de ideas que se acercan más a la visión natural y ordenada (mecánica) de la mística oriental. En esta línea de pensamiento el “milagro divino” de Dios no está en lo espontáneo e impredecible, sino en lo natural y mecánico.

 

¿Qué mayor milagro que el de un amanecer? ¿Qué prodigio más divino que el brillo de una estrella? ¿Qué maravilla más gloriosa que las leyes de la física que ordenan y hacen previsible a nuestro universo? ¿Qué don más grandioso que el del entendimiento científico para comprender la maravilla de nuestro mundo?

 

Estas reflexiones nos hacen dar cuenta que no debemos esperar acontecimientos raros e improbables para saber que existen los milagros, milagros tan fascinantes y “mágicos” como una lluvia de meteoritos o las siempre extaciantes auroras boreales y australes. Tan hechizantes como los ciclos solares y su influencia sobre la psique humana, o tan bizarros como las complejas concepciones matemáticas de los agujeros negros y lo que demuestran: Los universos paralelos.

 

Ciertamente la ciencia ha descartado la idea de una entidad superior y sobrenatural que afecta caprichosamente nuestra realidad; ese “Dios” no existe. En cambio, esa misma ciencia nos lleva a las ideas primigenias que tanto los egipcios antiguos, como los místicos orientales han desarrollado: La idea de un orden natural superior, subyacente en las leyes inalterables de la física que reina en nuestra realidad. Un orden superior que no actúa sobrenaturalmente, sino que realiza “milagros naturales” a través de leyes que se agregan a las leyes físicas ya conocidas. Con mucho esfuerzo la ciencia está entendiendo este “orden superior”, lo logra a través de la veracidad que certifica en la acupuntura, en el efecto placeo (la natural capacidad de “sanación” que tenemos) en los datos que indican un universo de múltiples dimensiones, en las evidencias que sugieren una conciencia global que afecta la realidad física a nivel cuántico y/o electromagnético, en como la meditación cambia el cerebro y en como la sugestión es capaz de provocar cambios físicos en nosotros. También lo descubre a través de la cosmología más avanzada y las extrañas leyes que rigen al mundo del cuanto.

 

Se trata pues de un mundo nuevo de lo supranatural, que no es sobrenatural. Una naturaleza superior esencial subyacente en la naturaleza simple del reino físico en el que nos expresamos. De esta manera los milagros sobrenaturales, en términos científicos, pasan a ser acontecimientos supranaturales; que necesitan ser más explicados y entendidos para saber porqué existen. Así ni lo más extraordinario deja de ser mecánico y/o explicable; ni las imágenes misteriosas de “ángeles” o la señal de los estigmas que algunas personas pueden llevar.

 

Hoy, ante los estudios científicos sobre el calentamiento global y la gran crisis que ya soporta la humanidad, muchos occidentales se vuelcan al pensamiento mágico y la superstición de que “un milagro sobrenatural” vendrá a imponer un nuevo mundo desde las cenizas del actual. De esta manera caen en la peligrosa actitud de dejar que todo empeore porque “así tiene que ser” (un ejemplo son los cristianos sionistas: Apoyan al sionismo pero con la certeza que los judíos deberán ser masacrados y torturados porque así está escrito, en vez de trabajar por una paz con justicia, la única garante de verdadera seguridad para los judíos que viven en Israel)

 

Los que sabemos que el calentamiento global o las guerras no son ningún castigo divino, ni angelical ni espiritual, sabemos que el verdadero “milagro” está en superar ese pensamiento mágico que nos vuelca a la pasividad y a la espera de “Un Mesías Liberador” que solucione todos los problemas que solo nosotros hemos creado. Muchos dicen que la llamada Parusía (el retorno de Cristo) está por suceder; lo que pasa es que esos cristianos no recuerda que Cristo le dijo a sus discípulos que siempre estaría con ellos (al menos está a través de sus enseñanzas, avanzadas desde un punto de vista esencialmente racional, algo que contribuyó a la pacificación de las sociedades occidentales, permitiendo la generación del mundo moderno) No hace mucho el místico Giorgio Bongiovanni recibió una visión que le recordaba esto que Cristo dijo: Que siempre que sus discípulos se reuniesen en su nombre, el estaría con ellos. En verdad la parusía sucede siempre, a todo momento, siempre que el cristiano reviva y practique las enseñanzas de Cristo, allí retorna Cristo por medio de sus enseñanzas. Lastimosamente pocos de los que se llaman cristianos han practicado realmente estas enseñanzas (la más difícil de todas, el de dar la otra mejilla cuando se ha recibido una bofetada en la otra; enseñanza que puso fin a la universal ley del talión y que fue apaciguando la tendencia vengativa del ser humano)

 

En realidad lo que está cerca es el mayor desafío de la humanidad: Evolucionar dejando atrás una conciencia violenta, egoísta y de competitividad salvaje por sobre una cooperatividad para la supervivencia. Algunos estudios científicos han indicado la vía posible para este salto evolutivo en la conciencia humana, pero la ciencia solo puede describir y certificar la veracidad objetiva de un hecho u objeto. El desafío de crear una nueva conciencia y cultura es algo más propio de la ética, la filosofía y la política; sobre todo de esta última.

 

No solo tenemos el desafío del calentamiento global por delante, sino el gran desafío de crear una nueva civilización poscapitalista sustentable; es decir, una organización socioeconómica y política que impida la acumulación desequilibrante de riquezas y poder, que al mismo tiempo fomente el desarrollo económico, social, cultural y tecnocientífico en forma igualitaria, equilibrante, armonizante, planificada y sustentable ambientalmente. No hay soluciones prácticas únicas y mágicas (dogmáticas) para lograr esto, pero sí está claro que el gran salto evolutivo hacia esa civilización empieza por la generación de una nueva conciencia más trascendental, racional, crítica, proactiva y orientada al desarrollo de esa “naturaleza superior” que tiene el ser humano (que sería parte de ese “orden natural superior” implícito y oculto tras el orden natural sensible; la mecánica cuántica sería parte de ese otro orden).

 

Esa nueva conciencia no vendrá por un “Mesías Salvador” con poderes mágicos y sobrenaturales, no será algo espontáneo, sino que tendrá un proceso de desarrollo; acelerado y revolucionario según la generación y difusión de un cuerpo de enseñanzas y métodos integrados que la desarrollen, pero que se verá fomentada por las capacidades supranaturales subyacentes en el ser humano. Tal vez, para un místico cristiano, la generación de esa nueva conciencia sería lo mismo que Cristo buscaba originalmente con sus enseñanzas; por tanto desde su visión el desarrollo mundial de dicha conciencia equivaldría a la Parusía. Tampoco la esperanza New Age de “extraterrestres salvadores” con tecnologías “mágicas” será el camino para la nueva civilización (demás está decir que ello es algo de los más improbable) Ello no significa negar la posibilidad de algún acontecimiento cósmico que induzca a un rápido cambio de conciencia.

 

La única vía será la que las doctrinas orientales siempre, desde milenios, han enseñado, pero con aportes nuevos y frescos de la filosofía occidental crítica a un nivel popular. Será el camino del cambio individual que se proyecte al cambio grupal y a su vez al cambio social y global. No es imposible, si bien las masas globales están alienadas y controladas por los medios corporativos de propaganda, publicidad y desinformación, la realidad de extremos cambios sacudirá brutalmente a los pueblos y seres humanos, buscarán soluciones mágicas en milagros y prodigios que no llegarán; muchos, millones, morirán por sus supersticiones. No habrá “Mesías Salvador” sobrenatural que descenderá del cielo. En cambio, es probable que se produzca un “milagro natural” en el 2012; con posibles consecuencias “supranaturales”; cuando las más fuertes tormentas solares registradas golpeen la Tierra, generando enormes auroras que iluminarán los cielos de muchos países, causando  estados alterados de conciencia (en distintos grados) en la gran mayoría de la humanidad (no se debe descartar experiencias místicas masivas) y la paralización de las telecomunicaciones mundiales (los estudios así lo sugieren, como también el aumento de la agresividad colectiva en eventos de este tipo). Es probable que ello se agregue a la suma de todas las crisis preexistentes, que ya se están empezando a vivir, generando una masa crítica que acelere cambios políticos y sociales en muchos países; cambios que hoy parecen improbables y por tanto imprevisibles para el poder de los imperios y mafias (también imprevisibles en parte para los líderes revolucionarios, algo que significa una ventaja y amenaza al mismo tiempo). Ese será el momento en que se presentará la mayor oportunidad para masificar la nueva conciencia que genere una nueva civilización; conciencia que desde ya se debe elaborar para que rinda sus frutos en el momento adecuado. Tampoco se descarta que las consecuencias supranaturales puedan ser interpretadas según la doctrina tradicional escatológica. Pero dicha interpretación poco o nada aportará a la revolución de conciencias que se expandirá fácilmente a partir de ese momento. Eventos como el Orgasmo global por la paz y otras meditaciones colectivas serían iniciativas que se masificarán exponencialmente; algo que podría producir cambios no del todo predecibles por la ciencia en esos años, pero sí ya cuantificables en cierto grado.

 

Nuestro trabajo entonces es preparar las bases de ese cambio, en forma desapasionada, flexible pero firme en principios éticos; como lo es un practicante del Tai Chi Chuan o el Yoga; de esa manera, sin dogmas, lograr formar grupos que actúen como agentes reproductores de esa nueva conciencia crítica, proactiva, racional, ecológica, solidaria y trascendental. Entonces, llegado el momento, nuestras reflexiones se convertirán en acciones de masas que aflorarán en las manifestaciones rebeldes transistémicas (más allá del actual sistema opresor y antiecológico) y que con un “milagro natural y supranatural” generarán cambios claves en la conciencia colectiva de muchos pueblos; sobre todo de los pueblos más oprimidos.

 

Así sucedió con el cristianismo (que lamentablemente fue absorbido por el sistema imperialista romano) y así sucederá de nuevo, pero no ya para forjar un nuevo sistema de opresión. ¿Qué mayor milagro que este? ¿Qué mayor prodigio divino que el de un pueblo que rompe con sus cadenas? ¿Que maravilla más hermosa y creadora que la de una humanidad que despierta a esa verdadera naturaleza que habita en lo más profundo de su conciencia y que aprende a superar el capitalismo por la solidaridad y la fraternidad? El ideal cristiano original era el amor fraternal incondicional, si logramos generar una gran revolución global de conciencias y ecología social, entonces un místico cristiano podrá decir que la parusía se ha cumplido y que Cristo habrá retornado no ya a unos cuantos, sino para el mundo entero (en el caso de otras religiones  usarán otros nombres y figuras: El Mahdi islámico, Maitreya budista, el nuevo avatar de Shivá, el retorno a un Tao renovado, la paz con justicia y derechos humanos para Palestina e Israel). Para un racionalista será el alcance de una conciencia mayor en las masas como jamás antes sucedió. Ese sí que sería el mayor de los milagros de toda la historia de la humanidad.

 

¿Será que tú podrás ser parte de este milagro natural y supranatural?

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