La Crisis Personal Como Fuente de Crecimiento Espiritual
Los estados místicos pueden ser profundamente curativos y tener un importante impacto positivo en la vida de quien los experimenta.
¿Qué es una Emergencia Espiritual?
Aunque los valores espirituales han sido en general reemplazados por consideraciones materialistas o sencillamente ignorados en la sociedad moderna, ahora se hace cada vez más evidente que el deseo de trascendencia y la necesidad de un desarrollo interno son aspectos básicos y normales de la naturaleza humana.
Los estados místicos pueden ser profundamente curativos y tener un importante impacto positivo en la vida de quien los experimenta. Es más: muchos episodios difíciles en los estados alterados de conciencia pueden considerarse crisis de transformación y de apertura espiritual. Las experiencias tormentosas de este tipo -emergencias espirituales, como las hemos llamado- han sido descritas en repetidas ocasiones en textos sagrados de todas las épocas como momentos duros en el sendero místico.
Las emergencias espirituales pueden definirse como etapas críticas y difíciles de atravesar, en una profunda transformación psicológica, que abarca todo nuestro ser. Se dan como estados alterados de conciencia, e implican emociones intensas, visiones y otros cambios sensoriales, pensamientos extraños y diversas manifestaciones físicas. Estos episodios suelen estar relacionados con cuestiones espirituales; incluyen secuencias de muerte y renacimiento psicológico, experiencias que parecen ser recuerdos de vidas pasadas, sentimientos de unidad con el universo, encuentros con diversos seres mitológicos y motivos similares.
¿Qué desencadena una emergencia espiritual?
En la mayoría de los casos se puede identificar la situación que disparó la crisis de transformación: puede ser un factor físico primario, como una enfermedad, un accidente, una operación, un cansancio físico extremo o una prolongada falta de sueño. Circunstancias como éstas son capaces de bajar la resistencia psicológica al debilitar al cuerpo, además de funcionar como poderosos recordatorios de la muerte y la fragilidad de la vida humana.
El ejemplo más dramático en esta categoría es la emergencia espiritual que sigue a una experiencia cercana a la muerte asociada a una grave crisis biológica, lo que permite acceder a experiencias trascendentales muy profundas. En las mujeres, una crisis de transformación puede ser desencadenada por la combinación del estrés físico y emocional durante el parto. Ya que dar a luz es una situación en la que existe el peligro de perder la propia vida, hay un elemento de muerte en cada nacimiento; esta experiencia lleva así a la madre a las fronteras mismas de la existencia individual: su comienzo y su fin. Esta es también la zona intermedia entre lo personal y lo transpersonal. En algunas instancias, un aborto natural o provocado puede jugar el mismo papel. A veces una transformación psicoespiritual puede comenzar durante relaciones amorosas intensas y emocionalmente desbordantes.
El sexo también tiene una dimensión transpersonal importante: por un lado, es un vehículo para trascender la mortalidad biológica porque es capaz de producir una nueva vida; por el otro, tiene una profunda conexión con la muerte. De hecho, los franceses llaman ‘pequeña muerte’ al orgasmo. Una unión sexual que se da en el contexto de un lazo emocional poderoso puede convertirse en una profunda experiencia mística: todas las fronteras individuales parecen disolverse y la pareja se siente reconectada con su origen divino. Además de ser la unión biológica de dos seres humanos, una situación de este tipo puede ser experimentada como la unión de los principios femenino y masculino, y alcanzar dimensiones divinas. La profunda relación entre sexualidad y espiritualidad es conocida y cultivada en las tradiciones espirituales tántricas.
En otros casos, el comienzo de una emergencia espiritual puede rastrearse hasta hallar una experiencia emocional muy fuerte, en especial una implique una gran pérdida, tal vez el fin de una relación amorosa importante, un divorcio, la muerte de un hijo, un padre u otro pariente cercano. Con menor frecuencia, el acontecimiento desencadenante es un desastre financiero inesperado, una serie de fracasos o la pérdida de un trabajo. En algunas personas la gota que rebalsa el vaso puede ser la experiencia con una droga alteradora de la conciencia, o una sesión de psicoterapia intensa. Se conocen casos en los que una crisis de transformación comenzó en un sillón de dentista con la extracción de una muela utilizando óxido nitroso.
La era de la experimentación descontrolada con drogas psicodélicas catapultó a mucha gente hacia la apertura espiritual, y a algunos de ellos hacia la emergencia espiritual. También hemos visto casos en los que una droga recetada por razones de salud fue el factor desencadenante.
Una sesión de hipnosis llevada a cabo con la intención de aliviar un terrible dolor de cabeza puede inesperadamente producir una experiencia de muerte y renacimiento, recuerdos de vidas pasadas y otros dominios espirituales de la psique que resultan difíciles de asimilar. Lo mismo ocurre con sesiones de psicoterapia experiencial que no se resuelven exitosamente.
La amplia variedad de aparentes desencadenantes de la emergencia espiritual sugiere que lo más importante es la predisposición del individuo para la transformación interna, mucho más que los estímulos externos. Pero si buscamos un común denominador o un camino final en las situaciones desencadenantes, encontraremos que todas estas situaciones conllevan un cambio radical en el equilibrio entre los procesos conscientes e inconscientes.
Algo ocurre que favorece el funcionamiento del inconsciente al extremo de que éste supera las percepciones comunes. En ocasiones, las defensas del ego pueden verse debilitadas por una agresión biológica; en otros casos, un trauma psicológico interfiere con los esfuerzos de la persona, orientados hacia lo externo, redirigiéndola hacia su mundo interior.
El catalizador más importante de una emergencia espiritual es un profundo compromiso con distintas prácticas espirituales. De hecho, muchas de estas han sido diseñadas para facilitar la experiencia mística al aislar al buscador de las influencias externas y orientarlo hacia su mundo interior. Es fácil de imaginar el impulso espiritual que surge de las formas activas de la adoración religiosa, como bailar en trance, los giros sufies, la percusión de tambores, las salmodias o las letanías.
Pero las crisis de transformación también pueden comenzar de manera menos dramática como la meditación sentada o en movimiento, la contemplación y la oración devocional. En la medida en que disciplinas espirituales tanto orientales como occidentales ganan popularidad, más y más gente parece experimentar crisis de transformación relacionadas directamente con sus prácticas. Se han puesto en contacto con nosotros en repetidas ocasiones personas cuyas experiencias ocurrieron durante la práctica de la meditación zen, la meditación budista vipassana, el Yoga Kundalini, los ejercicios sufies, la oración cristiana o la contemplación monástica.
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