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Neurociencias

El Cerebro Místico Al Desnudo

Crean el primer mapa del cerebro místico


El Institute of Noetic Science ha creado un mapa sobre las áreas del cerebro que, hasta ahora, la neurología ha relacionado con diversos aspectos de la espiritualidad. Tronco cerebral y misticismo, o lóbulo temporal y religiosidad, son algunas de las relaciones establecidas por la neurología. El mapa detalla las investigaciones que se relacionan con cada una de las zonas cerebrales implicadas y señala que la biología de la creencia está repartida por todo el cerebro. Por Yaiza Martínez.

 

Brian Cordyack, Erin Killian, Maria Godoy y Barbara Bradley Hagerty / NPR



En diversas ocasiones hemos hablado en Tendencias21 de los avances de la neurología en la comprensión de la experiencia religiosa como reflejo de la actividad neuronal del cerebro humano.

A este respecto, el Institute of Noetic Sciences (NPR) ha realizado un interesante mapa en el que se especifican las diferentes partes del cerebro que hasta ahora han sido vinculadas a diversos aspectos de la espiritualidad.

Científicos de prestigiosas universidades como la universidad de Penssylvania, la Johns Hopkins University o la Universidad de Harvard, entre otras, están utilizando las tecnologías más punteras para analizar el cerebro de personas que afirman haber conocido la espiritualidad (cristianos, monjes budistas, personas que han sufrido experiencias cercanas a la muerte o ECMs, etc.).

La así llamada “ciencia de la espiritualidad” está consiguiendo con estos estudios establecer la disposición de la actividad neuronal correspondiente a diversos aspectos de la religiosidad humana.

Tronco cerebral y misticismo

En primer lugar, NPR habla del tronco cerebral (Parte 1 en el mapa), que es la mayor ruta de comunicación entre el cerebro anterior, la médula espinal y los nervios periféricos. En esta región del cerebro es donde se encuentra el sistema de la serotonina, un neurotramisor neuronal que se sabe ayuda a regular el estado de ánimo y el sueño.

Investigadores de la Johns Hopkins University, de Estados Unidos, señala el mapa del NPR, han conseguido influir en los niveles de serotonina utilizando una sustancia alucinógena llamada psilocybin, con la que lograron provocar experiencias místicas en un grupo de voluntarios. De esta investigación hablamos anteriormente en un artículo de Tendencias21.

En segundo lugar, el NPR explica que los científicos han analizado una parte del cerebro situada en el lóbulo temporal, (Parte 2 en el mapa) que, según ellos, podría ser la sede de la espiritualidad humana.

A esta conclusión se ha llegado gracias al estudio de enfermos de epilepsia. El lóbulo temporal es el centro de la actividad epiléptica y se ha constatado que, a menudo, los ataques epilépticos vienen acompañados de diversas experiencias religiosas (como escuchar la voz de Dios o de los ángeles). Por eso, los científicos han establecido una relación entre ambas experiencias.

Meditación y parte frontal del cerebro

En tercer lugar, el NPR se refiere a los estudios realizados en la rama de la neuroteología, que han establecido que el cerebro de las personas que meditan o rezan con asiduidad funciona de forma distinta al de las personas que no lo hacen.

Concretamente, NPR menciona un estudio realizado por Andrew Newberg, de la Universidad de Pennsylvania, y del que ya hablamos en Tendencias21, que reveló que cuando se desarrolla la concentración propia de la meditación o de la oración, la actividad neuronal se intensifica en la parte frontal del cerebro, al tiempo que decrece la actividad en la región de los lóbulos parietales (Parte 3 del mapa).

Esta reducción de actividad neuronal es lo que origina percepciones espaciales anormales, así como la pérdida del sentido habitual de uno mismo que se tiene en estado de vigilia.

Ambas condiciones del cerebro propiciarían la llamada “experiencia mística”, que es la que permite a un sujeto trascender su identidad individual e identificarse con la totalidad que se supone sustenta al universo físico conocido, explican los investigadores.

Otros aspectos de la espiritualidad

Otro aspecto de la espiritualidad humana, cuya relación con el cerebro se está investigando actualmente (Parte 4 del mapa), es el del efecto de los pensamientos espirituales y de las oraciones sobre la capacidad del ser humano para recuperarse de las enfermedades, señala el NPR.

Científicos de diversas procedencias, incluidos investigadores del National Institutes of Health, de Estados Unidos, tratan de averiguar, concretamente, si los pensamientos de una persona pueden afectar positivamente al estado físico de otra.

En la misma línea, los científicos están analizando las experiencias cercanas a la muerte (ECMs) y las visiones que éstas suelen conllevar. Mientras algunos investigadores mantienen que dichas visiones son sólo alucinaciones, un grupo pequeño pero creciente de científicos afirma que las ECMs demuestran que la conciencia está relacionada con el cerebro, pero que no es exclusiva de éste.

La neurología investiga en la actualidad el sustrato neurológico de la experiencia religiosa desde una perspectiva puramente científica, explica Óscar Castro García en un artículo anterior de nuestra revista.

En esta misma dirección van los trabajos de numerosos científicos, como Dean Hamer, Eugene D’Aquili, Sam Harris, Robert M. Gimello, Mario Beauregard, Vincent Paquette o Richard Davidson.

A Partir de la Incoherencia Se Generan Los Cambios Mentales, Creativos y Revolucionarios

Hace tiempo que entendí la palabra coherencia como continuidad, de hecho de allí proviene este vocablo, ya que co-herencia es heredar conjuntamente o estar unido uno con otro,  es decir, tener continuidad en algo. De hecho este es su significado connotativo.

 

En ciertas corrientes de pensamiento se habla de la "coherencia revolucionaria" una expresión absolutamente contradictoria y absurda, ya que una revolución es una no-continuidad, un cambio radical de un estado a otro. Me refiero a términos sistémicos, basados en matemáticas del caos determinista (el azar puro no existe) que rige a todos los procesos y fenómenos del universo, desde la física clásica hasta los procesos sociales. En realidad se debería usar el término "racionalidad revolucionaria" que semánticamente y sistémicamente es más adecuado, ya que todos los procesos tienen su lógica, solo que lo revolucionario implica necesariamente una lógica no continua o lógica decoherente (prestando un neologismo de la física cuántica, ejemplo: la decoherencia cuántica de fotones) Las revoluciones no son coherentes, son decoherentes, pero deben ser racionales y deben significar un compromiso pleno y permanente, esa es la ética revolucionaria.

 

Pero no solo un compromiso, sino una mentalidad por sobre todo. Al respecto un nuevo hallazgo de las neurociencias muy importante para la construcción de una pedagogía revolucionaria, tan necesaria para cambiar hacia el nuevo paradigma que nos permita superar la actual civilización de desigualdad, guerras, injusticias sociales y destrucción ecológica global.  Para superar actual incoherencia de "Nuestro búsqueda de bienestar egoísta nos está destruyendo"

 

El absurdo, aliado del intelecto

 

"Estamos tan motivados a liberarnos de ese sentimiento que buscamos el significado, la coherencia en otra parte", dijo Travis Proulx, investigador de la Universidad de California y autor del estudio publicado en la revista Psychological Science . "Estudiamos ese sentimiento en otro proyecto y pareció mejorar algunas formas de aprendizaje."

Mantener la coherencia

En una serie de nuevos estudios el doctor Proulx y Steven J. Heine, profesor de psicología de la Universidad de la Columbia Británica, sostienen que estos descubrimientos son variaciones del mismo proceso: mantener el significado o la coherencia. El cerebro evolucionó para predecir y lo hace al identificar patrones.

Cuando esos patrones se quiebran, el cerebro busca algo a tientas, cualquier cosa que le dé sentido. Puede retornar a un ritual conocido, pero también puede dirigir su atención hacia afuera y advertir un patrón nuevo. La necesidad de encontrar un patrón coherente hace que sea más factible que el cerebro lo encuentre.

"Hay que realizar más investigación sobre esta teoría", dijo Michael Inzlicht, profesor de psicología de la Universidad de Toronto, Canadá.

En el último estudio, Proulx y Heine evaluaron a estudiantes universitarios a los que se les dio un cuento absurdo basado en El médico rural, de Franz Kafka. El médico tenía que hacer una visita a un niño que tenía un terrible dolor de muelas. Pero, al llegar, encontró que el niño no tenía ningún diente. Los caballos que habían tirado del carruaje comenzaron a hacer de las suyas; la familia del niño comenzó a sentirse molesta. Luego el médico descubre que, después de todo, el niño tiene dientes.

La historia es apremiante, vívida y sin sentido; kafkiana. Luego de leerla, los jóvenes estudiaron cuarenta y cinco series de 6 a 9 letras, tales como "X, M, X, R, T, V". Luego realizaron una prueba sobre las series de letras y eligieron las que pensaban que habían visto antes en una lista de sesenta series similares. De hecho, las letras estaban relacionadas de una manera muy sutil con algunas que aparecían antes o después de otras.

La prueba mide en forma estándar lo que los investigadores llaman aprendizaje implícito: conocimiento adquirido sin conciencia o intención. Los estudiantes no tenían idea de los patrones que sus cerebros estaban percibiendo. Pero lo hicieron y eligieron un 30% más de series y acertaron el doble en comparación a un grupo de 20 estudiantes que habían leído otro cuento, coherente.

"El hecho de que el grupo que leyó la historia absurda identificara más series de letras sugiere que estaban más motivados a buscar patrones que los otros estudiantes -dijo Heine-. Y el hecho de haber sido más eficaces significa, pensamos, que formaron nuevos patrones que no hubieran podido formar de otra manera."

Las imágenes cerebrales de la gente que evalúa anomalías o que trabaja en dilemas inquietantes muestran que la actividad en el área de la corteza llamada del cíngulo anterior se agudiza notablemente. Cuanta más actividad se registra, más motivación o habilidad para buscar o corregir errores en el mundo real, según un estudio reciente.

Los investigadores familiarizados con el nuevo trabajo afirman que podría ser prematuro incorporar cortos cinematográficos de David Lynch, por ejemplo, o composiciones de John Cage en los programas escolares. Porque nadie sabe si exponerse al absurdo puede ayudar a la gente con aprendizaje explícito como memorizar el francés.

Por otro lado, los estudios han encontrado que quienes se dejan llevar por lo extraordinario tienden a ver patrones donde no existen, lo que los hace inclinarse por teorías conspirativas, por ejemplo. La urgencia por el orden se satisface en sí misma, según parece, más allá de la calidad de la evidencia.

Sin embargo, el nuevo estudio apoya lo que artistas experimentales, viajeros habituales y otros buscadores de lo nuevo han dicho siempre: al menos en algún momento, la desorientación alienta el pensamiento creativo.

Traducción de María Elena Rey .

Mitos Sobre El Cerebro

Este artículo nos expone la visión reduccionista de la mente, la que se centra solo en lo mecánico-simplista de la misma como simple efecto neuroelectroquímico del cerebro, obviando la capacidad infinita de abstracción y simbolismo de la mente, lo cual denota la infinitud de la conciencia emergente del ser humano, esta última muy relacionada con los tradicionales conceptos de alma y espíritu.

 

Algunos mitos del cerebro

 

El escéptico digital


 

Las tecnologías basadas en imágenes por resonancia magnética y estimulación magnética transcraneal, han contribuido a entender las funciones de nuestro cerebro. Uno de los mitos más populares acerca del cerebro es aquel que establece que los humanos no lo usamos más del diez por ciento. Según Sandra Aamodt y Sam Wang, en su libro “Entra en tu Cerebro” este mito se popularizó con los libros de autoayuda de Dale Carnegie, nos imaginamos que esta información servía para que las personas aspiraran a usar más del diez por ciento de las neuronas. De hecho este mito no corresponde con la realidad, pues los avances muestran que los humanos usamos el cien por ciento de nuestro cerebro. Según el neurocientífico portugués Antonio Damasio “el cerebro constituye un modelo de órgano integrado”. Lo mismo manifiesta Paul Maclean en su teoría del “cerebro trino” en los humanos (réptil, limbito y neocorteza) En todas las áreas del cerebro se producen las fuerzas electro-químicas de las sinapsis. La forma de funcionar del cerebro es a través de impulsos eléctricos que estimulan neuronas, las cuales estimulan las reacciones químicas de los neurotransmisores (dopamina, serotonina, cortisol, etc). La energía eléctrica que utiliza el cerebro es equivalente a la que utiliza un bombillo del refrigerador de nuestras casas.

René Descartes manifestaba “pienso luego existo”, contribuyendo así a la creación del mito de la dualidad mente-cerebro. Antonio Damasio, difiere del filósofo francés con su enunciado “lo correcto es, existo luego pienso.” La dualidad mente-cerebro es una quimera. Refuerza el filósofo científico Mario Bunge cuando declara que la mente es el cerebro en marcha.

Otro mito es que las pérdidas neuronales son irrecuperables. El mito tiene su base real porque las neuronas que se mueren no se pueden revivir, pero si pueden ser sustituidas por nuevas neuronas que a través de su vida va creando el ser humano. A este concepto se le denomina “cerebro neuroplástico”. Se ha observado que en muchas lesiones cerebrales, nuevas neuronas hacen el trabajo de neuronas muertas. El premio Nóbel de fisiología Dr. Gerald Edelman profundiza más en el tema proponiendo el “Darwinismo neuronal”, donde establece que las neuronas también compiten entre sí, y la selección natural premia a algunas y castiga a otras. La primera gran pérdida de neuronas los humanos la sufrimos en los dos primeros años de vida. A los dos años de vida, se produce un “chapodo” de conexiones neuronales y sobreviven las que pudieron “congeniar” con los sentidos. Muchos neurocientíficos ligan esta pérdida de neuronas, a la amnesia infantil en los primeros años de vida así como también la famosa “muerte de cuna”. Por ello, no recomiendan la sobre estimulación de los bebés menores de dos años, llevándolos a lugares donde la sobre estimulación es parte del ambiente ya que pone en riesgo a los bebés, pues estos no han terminado de hacer el “cableado” de su red neuronal para su supervivencia. Igualmente dañinos pueden ser programas de muñequitos animados con flashes o movimientos acelerados. Pero también la falta de estímulos es perjudicial, ya que puede hasta atrofiar algunos sentidos. Un balance es la solución óptima sustentado en la estimulación y el cariño de sus familiares.

La evolución ha permitido al cerebro humano hacer suposiciones rápidas para lograr la supervivencia de la especie. Particularmente, para detectar la más leve señal de peligro y huir. Para ello, por ejemplo, se ligan visiones parciales con recuerdos preestablecidos y así se completa la imagen en la corteza visual. El ojo humano dispone de poca área de visión y de enfoque, de hecho tenemos pésima visión periférica. Sólo desde un pequeñísimo agujero llamado fóvea, ubicado en el centro del ojo, vemos claramente. El tamaño de la claridad absoluta que alcanza la fóvea según John Ratey, autor del libro “Cerebro: Manual de instrucciones”, es no mayor que la uña del dedo gordo. De lo demás sólo fragmentos incompletos recibe el ojo humano, el cerebro supone el resto y completa la información. De esta debilidad de una incompleta visión, se valen los magos para sorprendernos con sus actos extraordinarios. El punto que establece la neurociencia nos lo aclara Aamodt y Wang, “el cerebro nos miente”. Los testigos oculares en los juicios cada vez están siendo más cuestionados por los tribunales de justicia de los países desarrollados. La causa se debe a que cada vez les es más fácil a los hábiles abogados apelar a los defectos de los relatos de los testigos apoyándose en la ciencia.

Un descubrimientos muy interesantes sobre el cerebro humano, son las neuronas espejo, ubicadas cerca de la zona de Broca, la cual está ligada a la sintaxis y el habla. Las neuronas espejo son las encargadas de la imitación de instrucciones entre los humanos, de hecho están bien involucradas en el proceso de aprendizaje y sobre todo en el aspecto emocional de la empatía.

Un mito muy común es el que establece que las mujeres son peores que los hombres en matemáticas. Si bien es cierto que algunos estudios han demostrado que los hombres sacan mayor puntaje en el grupo de mejores matemáticos, también es cierto que el hombre también saca mayor puntaje en el grupo de menor rendimiento, mientras que las mujeres se mantienen constantes en los grupos promedio. Esto sugiere que en las matemáticas puede haber una influencia cultural en materia de género. Las mujeres presentan de hecho mejor conexión entre hemisferios que el del hombre, pues este último tiende a priorizar sus conexiones a la especialización del hemisferio izquierdo (si se es zurdo el derecho). La mejor interconexión hemisférica de las mujeres se debe a que su cerebro presenta un “corpus callosum” más grueso que el hombre, esto según algunos científicos por los efectos de la testosterona en el varón, sustentado en los mayores casos de autismo masculino, caracterizado por la atrofia de las conexiones inter-hemisféricas.

Otro mito muy divulgado es que el ser humano puede tomar decisiones sin tomar en cuenta las emociones. Las decisiones lógicas racionales puras no existen para la nueva neurociencia. En todas las decisiones interviene nuestra parte emocional del cerebro, donde la amígdala juega un rol de primer rango junto al hipocampo. La amígdala una zona de forma almendrada, registra las emociones fuertes y los recuerdos ligadas a estas. La amígdala es el centro del miedo en el cerebro y activa neurotransmisores que producen efectos somáticos evidentes en todos los mamíferos. En los humanos la amígdala como parte del sistema límbico, interactúa con el lóbulo pre-frontal para producir el comportamiento humano.

Cada vez son más los misterios que la neurociencia va descubriendo, a la par que se van ligando a múltiples disciplinas del saber humano. La neurociencia se presenta como pivote del conocimiento más de dos mil años después de que en el templo de Delfos se inscribiera la frase: “conócete a ti mismo”.

 

EL ESCÉPTICO DIGITAL

Boletín electrónico de Ciencia, Escepticismo y Crítica a la Pseudociencia

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Edición 2009 - Número 6 (232) - 4 de septiembre de 2009

Edición en Internet: http://www.escepticos.es/?q=node/172

 

Se Aprende De Lo Bueno Y Uno Se Hace Inteligente Aprendiendo

Estudios neurocientíficos sobre el proceso de aprendizaje y construcción de inteligencia, se señala un estudio parcial con conclusiones muy parciales y potencialmente erradas:

 

Explican por qué el ser humano aprende más de sus aciertos que de sus errores

 

El cerebro asimila lo que hacemos bien, no lo que hacemos mal

Equivocarse es humano pero no nos sirve de mucho, porque de lo que aprendemos es de los aciertos. Esto es lo que sugieren los resultados de una investigación sobre el cerebro realizada por científicos del MIT, en la que se constató que dos regiones cerebrales concretas se activan sólo cuando hacemos las cosas bien, y no cuando las hacemos mal. Dado que las áreas activas están vinculadas con el aprendizaje y la memoria, los científicos afirman que sólo aprenderíamos de los aciertos. Por Yaiza Martínez.

Imágenes utilizadas en el experimento, y que fueron mostradas a los monos para que éstos miraran a derecha o izquierda a cambio de una recompensa. Fuente: MIT.
Imágenes utilizadas en el experimento, y que fueron mostradas a los monos para que éstos miraran a derecha o izquierda a cambio de una recompensa. Fuente: MIT.
Tropezar dos veces en la misma piedra es, al parecer, inevitable, al menos desde el punto de vista del cerebro. Esto es lo que sugieren los resultados de una investigación realizada por científicos del Picower Institute for Learning and Memory del MIT.

Earl K. Miller, profesor de dicho instituto, y sus colaboradores, Mark Histed y Anitha Pasupathy, consiguieron generar por vez primera una instantánea del proceso de aprendizaje de unos monos.

En esta imagen se pudo ver cómo las células individuales del cerebro no responden igual ante la información sobre una acción correcta que ante la información sobre una acción errónea.

Según explica el profesor Miller en un comunicado emitido por el MIT, lo que se ha demostrado es que las células del cerebro, cuando una acción genera un buen resultado, se sincronizan con lo que el animal está aprendiendo. Por el contrario, después de un error, no se produce ningún cambio en el cerebro ni se transforma en nada el comportamiento de los animales.

Esta investigación ayudaría a comprender mejor los mecanismos de plasticidad neuronal activados como respuesta al entorno, y tendría implicaciones para el entendimiento de cómo aprendemos, y también en la comprensión y el tratamiento de los trastornos de aprendizaje. La plasticidad neuronal es la capacidad del cerebro de cambiar a partir de la experiencia.

Cómo se hizo

A los monos estudiados se les asignó la tarea de mirar dos imágenes alternantes en la pantalla de un ordenador. Cuando aparecía una de ellas, los monos eran recompensados si giraban su mirada hacia la derecha; cuando aparecía la otra imagen, los monos eran recompensados si miraban a la izquierda.

Los animales fueron tanteando, por el sistema de “prueba y error”, para descubrir qué imágenes exigían mirar en qué dirección.

Gracias a las mediciones realizadas entretanto en sus cerebros, los investigadores descubrieron que, dependiendo de si las respuestas de los monos eran correctas o incorrectas, ciertas partes de sus cerebros “resonaban” con las implicaciones de sus respuestas, durante algunos segundos.

Así, la actividad neuronal que seguía a una respuesta correcta y su recompensa correspondiente ayudaban a los monos a realizar mejor la siguiente tarea.

Por tanto, explica Miller, justo después de un acierto, las neuronas procesaban la información más deprisa y más efectivamente, y el mono tendía más a acertar la siguiente respuesta.
Sin embargo, después de un error no había mejoría alguna en el desempeño de las tareas. En otras palabras, sólo después del éxito, y no de los fracasos, tanto el comportamiento de los monos como el procesamiento de información de los cerebros de éstos mejoraron.

Dos regiones cerebrales implicadas

Según explican los científicos en la revista especializada Neuron-9 , para aprender de la experiencia se necesita saber si una acción pasada ha producido un buen resultado.

Se cree que la corteza prefrontal del cerebro y los ganglios basales juegan un importante papel en el aprendizaje de las relaciones entre estímulo y respuesta.

La corteza prefrontal del cerebro dirige los pensamientos y las acciones de acuerdo con objetivos internos, mientras que los ganglios basales están relacionados con el control motor, la cognición y las emociones.

Gracias a la presente investigación se sabe ahora, además, que ambas áreas cerebrales cuentan con toda la información disponible para llevar a cabo las conexiones y ordenaciones neuronales necesarias para el aprendizaje.

Por otro lado, hasta ahora se sabía que los ganglios basales y la corteza prefrontal están conectados entre sí y con el resto del cerebro, y que nos ayudan a aprender las asociaciones abstractas mediante la generación de breves señales neuronales, cuando una respuesta es correcta o incorrecta.

Pero, hasta ahora, no se había podido entender cómo esta actividad transitoria, que se produce en menos de un segundo, podía influir en acciones realizadas a continuación.

Más información transmitida

Gracias a este estudio, los investigadores descubrieron actividad en muchas neuronas dentro de ambas regiones del cerebro, como respuesta a la entrega o no de la recompensa. Esta actividad duró varios segundos, hasta la siguiente prueba.

Las respuestas de las neuronas de los monos fueron, por otra parte, más fuertes si en la prueba inmediatamente anterior habían sido recompensados, y más débiles si en la prueba anterior se habían equivocado.

Por último, tras una respuesta correcta, los impulsos eléctricos de las neuronas, tanto en la corteza prefrontal como en los ganglios basales, fueron más fuertes y transmitieron más cantidad de información.

Según Miller, esto explicaría porqué, en un nivel neuronal, tendemos a aprender más de nuestros aciertos que de nuestros fallos.

 

 

El nivel de inteligencia no depende del tamaño del cerebro

Un científico de la Universidad de Búfalo, especializado en el estudio de la interacción entre las diversas regiones del cerebro, propone que la llamada “plasticidad cognitiva” –o capacidad para aprender a mejorar nuestras habilidades cognitivas- dependería no del tamaño de nuestra corteza cerebral, sino de cómo se distribuyen e interactúan en ella los grupos de neuronas (o módulos corticales). Considerando estos elementos, asegura el científico, se podrían explicar las diferencias en la capacidad de aprender entre diversas especies, individuos e, incluso, estadios de desarrollo. Por Yaiza Martínez.

El número, la diversidad y el grado de interacción entre las neuronas determinan nuestra capacidad de aprender


Neuronas. Fuente: Wikimedia Commons.
Neuronas. Fuente: Wikimedia Commons.
Un psicólogo de la Universidad de Búfalo (Estados Unidos), especializado en estudiar cómo interactúan las diversas partes del cerebro, propone una teoría que podría explicar el origen de las diferencias en el grado de inteligencia de las personas.

Según publica la Association for Phychological Science (aps) estadounidense, el profesor Eduardo Mercado III, de dicha universidad, ha descrito cómo ciertos aspectos de la estructura y de la función cerebrales ayudarían a determinar el grado de facilidad que se tiene para aprender cosas nuevas, y cómo la capacidad de aprender contribuye a las diferencias individuales en el nivel de inteligencia.

Los resultados de sus investigaciones a este respecto han aparecido en la revista de la aps, Current Directions in Psychological Science, bajo el título “Cognitive Plasticity” (Plasticidad cognitiva).

El término “plasticidad cognitiva” hace referencia a la capacidad para aprender y mejorar nuestras habilidades cognitivas, como cuando aprendemos a resolver problemas o cuando recordamos cualquier detalle o evento.

Tal y como explica Mercado en su artículo, esta plasticidad, sin embargo, no es la misma en todos los casos: algunos organismos aprenden a calcular, acumulan conocimientos o se comunican con complejos mecanismos de comunicación, mientras que otros seres no son capaces de nada de esto.

¿Qué factores determinan las habilidades intelectuales a nivel cerebral?, se pregunta el científico. Mercado propone que la capacidad para adquirir nuevas habilidades cognitivas dependería y se reflejaría en tres características de la corteza cerebral (que es el manto de tejido nervioso que cubre la superficie de los hemisferios cerebrales): la disponibilidad en ella de circuitos corticales especializados; cierta flexibilidad en la coordinación de la actividad cortical; y la posibilidad de adaptación de las redes corticales.

Según el científico, este marco de elementos podría explicar las diferencias en la capacidad de aprender entre diversas especies, individuos e, incluso, estadios de desarrollo en un mismo individuo.

Módulos corticales

Aunque los mecanismos neuronales que determinan la capacidad de cualquier organismo de adquirir o de mejorar sus habilidades cognitivas aún no se conocen bien, se acepta de manera casi general que la corteza del cerebro resulta clave para las aptitudes intelectuales.

En esta misma línea, Mercado señala que la plasticidad cognitiva se correspondería, concretamente con los llamados módulos corticales.

Estos módulos han sido definidos por los neuroanatomistas como circuitos corticales compactos formados por columnas verticales de neuronas, que están interconectadas entre sí. Se calcula que, en el ser humano, cada una de estas columnas contiene alrededor de 2.500 neuronas.

Los módulos corticales pueden ser observados directamente, tanto con técnicas histológicas (estudio de los tejidos) como electrofisiológicas (estudio de los fenómenos eléctricos del organismo), por lo que se sabe que varían estructuralmente a través de las diversas regiones corticales, tanto en el número como en la diversidad de neuronas que contienen.

Pero Mercado propone identificarlos aún más, porque considera que su conocimiento ayudaría a comprender por qué se dan variaciones en la capacidad de adquirir nuevos conocimientos; por qué hay gente que aprende a mayor velocidad que otra y por qué nuestra capacidad de aprendizaje cambia a medida que envejecemos.

Diversidad e inteligencia

Hasta ahora, los estudios que han examinado a diversas especies han demostrado que, en general, una corteza mayor se corresponde con una mayor capacidad intelectual.

La razón para esta relación aún no está del todo clara, pero Mercado cree que una corteza más expansiva proporcionaría más espacio para que más cantidad y una mayor diversidad de módulos corticales se distribuyan.

En otras palabras, que en lo que se refiere a potencial intelectual, no sería el tamaño de la corteza cerebral lo que importa, sino de qué manera muchos módulos corticales (con diferentes tipos de neuronas) podrían encontrarse disponibles y listos para actuar e interactuar entre sí.

Estos rasgos de la organización cortical y de sus funciones determinarían el grado de efectividad del cerebro en el aprendizaje de nuevas habilidades cognitivas.

Se hereda y se aprende

Mercado señala, por otro lado, que una de las implicaciones de esta propuesta es que la experiencia puede resultar tan importante como la genética en la determinación de la capacidad intelectual.

Concretamente, los cambios estructurales de los módulos corticales generados por el desarrollo y las experiencias de aprendizaje podrían contribuir –de la misma forma que lo hacen algunos factores genéticos- a marcar las diferencias entre la inteligencia de un individuo y la de cualquier otro.

A medida que las redes de neuronas se desarrollan con el tiempo, su diversidad aumenta, con el correspondiente aumento de la plasticidad cognitiva, explica Mercado.

La comprensión de los mecanismos de los que depende la plasticidad cognitiva resulta fundamental para desarrollar nuevas tecnologías y prácticas educativas que potencien el desarrollo intelectual, frenen el deterioro cognitivo fruto del envejecimiento o ayuden a recuperar la capacidad de aprender habilidades cognitivas en el caso de pacientes con trastornos o disfunciones cerebrales.

Mercado dirige el Neural and Cognitive Plasticity Laboratory de la Universidad de Búfalo, en el que se trabaja para comprender cómo la experiencia guía la percepción y el pensamiento.




Estudios parciales claramente limitados con conclusiones potencialmente erradas: