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Ciencia y Espiritualidad

La Espiritualidad y la Religiosidad Son Innatas a la Naturaleza Humana

El ser humano tiende a creer en dioses y en la vida después de la muerte

Un estudio realizado por especialistas de la Universidad de Oxford en 20 países revela, además, que personas de culturas muy diversas separan los conceptos de cuerpo y alma

Los resultados de un proyecto internacional de investigación de tres años de duración, realizado en 20 países y dirigido por dos académicos de la Universidad de Oxford sugieren que el ser humano tendría una tendencia natural a creer en dioses o agentes sobrenaturales, así como en la vida después de la muerte. Estudios realizados con niños y adultos revelaron, por ejemplo, que personas de muchas culturas distintas creen instintivamente que su mente, su espíritu y su alma seguirán existiendo después de morir. A raíz de estos hallazgos, los investigadores concluyen que la religiosidad existe para favorecer la cooperación social y que nunca será fácil erradicarla, porque en ella hunde sus raíces el pensamiento humano. Por Yaiza Martínez.

 

Religiones principales y su distribución en el mundo. Fuente: Wikimedia Commons.
Religiones principales y su distribución en el mundo. Fuente: Wikimedia Commons.
Un proyecto internacional de investigación de tres años de duración y dirigido por dos académicos de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, ha descubierto que el ser humano tiene una tendencia natural a creer en dioses o agentes sobrenaturales, así como en la vida después de la muerte.

Según publica la propia Universidad de Oxford en un comunicado, el proyecto implicó a 57 investigadores, que realizaron más de 40 estudios independientes, en un total de 20 países.

Los países escogidos eran representantes tanto de sociedades tradicionalmente religiosas como de sociedades generalmente ateas. De esta forma, la investigación ha abarcado un amplio espectro de culturas y perspectivas.

A partir de los resultados obtenidos en dichos estudios (que fueron tanto analíticos como empíricos), los científicos concluyen que los seres humanos están predispuestos a creer en dioses y en la vida después de la muerte, y que tanto la teología como el ateísmo son respuestas razonadas a un impulso que es básico en la mente humana.

Estudio interdisciplinar

Los investigadores señalan que el proyecto no fue realizado para probar la existencia o no de Dios, sino para tratar de comprender si conceptos como el de la divinidad o la vida después de la muerte pueden ser enseñados o, por el contrario, son expresiones básicas de la naturaleza humana.

Con esta finalidad, “The Cognition, Religion and Theology Project”, como fue bautizada la iniciativa, aplicó una metodología multidisciplinar. La investigación ha combinado así en su desarrollo la antropología, la psicología, la filosofía y la teología.

Los hallazgos obtenidos serán publicados en dos libros escritos por Justin Barrett, investigador del Centre of Antrophology and Mind de la Universidad de Oxford y co-director del proyecto.
Justin Barrett. Fuente: Universidad de Oxford.
Justin Barrett. Fuente: Universidad de Oxford.
Por otra parte, Roger Trigg, también co-director del proyecto e investigador del Centro Ian Ramsey de la Facultad de Teología de la Universidad de Oxford, también ha escrito un libro titulado “Equality, Freedom and Religion” (“Igualdad, libertad y religión”), en el que ha aplicado los resultados de la presente investigación al tema de la libertad religiosa, según informa el propio Centro Ian Ramsey.

Omnisciencia y vida después de la muerte

La Universidad de Oxford publica que algunos de los hallazgos del “Cognition, Religion and Theology Proyect” han sido los obtenidos en estudios realizados por Emily Reed Burdett también de la Universidad de Oxford, y por el mencionado Justin Barrett.

En ellos, se constató que para los niños menores de cinco años es más fácil creer en algunas propiedades sobrehumanas que comprender ciertas limitaciones humanas.

Por ejemplo, en estas investigaciones se preguntó a niños pequeños si sus madres podrían conocer el contenido de una caja, al que en realidad ellas no tenían acceso. A la edad de tres años, los niños solían afirmar que creían que su madre –y Dios- podía saber siempre lo que la caja contenía.

A la edad de cuatro años, sin embargo, los niños comenzaron a comprender que sus madres no eran omniscientes, aunque continuaron creyendo en agentes sobrenaturales que podían conocer y saber todo, como Dios o los dioses.

Por otro lado, experimentos llevados a cabo con adultos, y dirigidos por Jing Zhu, de la Universidad Tsinghua de China, y Natalie Emmons y Jesse Bering, de la Universidad Queen de Belfast, han constatado que los individuos de muchas culturas distintas creen instintivamente que alguna parte de su mente, alma o espíritu vivirá después de su muerte.

La realización de estos estudios demostró que la gente es naturalmente “dualista” por lo general, es decir, que para la mayoría de las personas resulta fácil concebir la separación de la mente y el cuerpo.

Conclusiones

Según Justin Barrett, del análisis del porqué las creencias y las prácticas religiosas persisten en las sociedades de todo el mundo se desprende que los vínculos sociales que propician las religiones favorecen que los individuos cooperen como sociedades.

Por el contrario, añade Barret, “hemos descubierto que es menos probable que la religión prospere en las poblaciones de las ciudades de países desarrollados, en las que ya existen potentes redes de apoyo social”.

Roger Trigg, por su parte, señala que “hemos reunido un corpus de evidencias que sugieren que la religión es un factor común de la naturaleza humana, y que se produce en sociedades muy diversas. Esto supone que los intentos por suprimir la religión tenderán a tener una corta vida porque el pensamiento humano hunde sus raíces en conceptos religiosos, como la existencia de agentes sobrenaturales o dioses, y la posibilidad de que existan la vida después de la muerte o la vida antes del nacimiento”.

La Espiritualidad Ayuda A La Recuperación de Lesiones Cerebrales

El estudios refiere a lo que se llama espiritualidad o religiosidad contemplativa (esotérica o interna) frente a la espiritualidad o religiosidad vocativa (exotérica o externa, propia de las religiones judeocristianas, excepto de sus doctrinas místicas)

La religión beneficia a personas con traumatismo cerebral, según un estudio

Sentirse cerca de un poder superior ayuda a la rehabilitación de estos pacientes, un efecto que no consigue la práctica religiosa pública

La espiritualidad o la religiosidad pueden ayudar a personas con traumatismo cerebral en su rehabilitación, señala un estudio reciente realizado con 88 pacientes que habían sufrido lesiones cerebrales de larga duración. Este efecto, sin embargo, no se consigue a través de la práctica religiosa pública sino de la confianza en la cercanía con un poder superior. Según los investigadores, el efecto positivo de la espiritualidad en la salud podría deberse al uso de ésta como recurso psicosocial, en situaciones con medios limitados y escasas alternativas. Por Yaiza Martínez.

 

Fuente: Wikimedia Commons.
Fuente: Wikimedia Commons.
Diversas investigaciones han relacionado la espiritualidad y la religión con el bienestar de los creyentes. Algunos de estos estudios han achacado esta relación a determinados factores sociales propiciados por la pertenencia a grupos religiosos, como la posibilidad de establecer en el marco de dichos grupos relaciones cercanas con otros individuos.

Ahora, una investigación realizada por especialistas de la Wayne State University de Michigan, en Estados Unidos, ha constatado que un sentimiento religioso o espiritual concreto, el de cercanía a un poder superior, puede ayudar a la rehabilitación de pacientes que han padecido un traumatismo cerebral.

Disfunción cerebral y riesgos

Según informa la Wayne State University en un comunicado, las autoras del presente estudio han sido, entre otros colaboradores, Brigid Waldron-Perrine y Lisa J. Rapport, del College of Liberal Arts and Sciences de dicha universidad.

Waldron-Perrine señala que “entre los adultos sanos, la religión y la espiritualidad han demostrado una fuerte asociación con un aumento de la satisfacción vital y de la salud física y mental”. Sin embargo, hasta ahora, no se había medido el efecto de la espiritualidad o de las creencias religiosas en la rehabilitación de pacientes con traumatismo cerebral, es decir, sobre una condición sumamente específica.

Los traumatismos cerebrales se producen como consecuencia de movimientos o golpes súbitos y violentos de la cabeza. Estos movimientos pueden dar lugar a lesiones cerebrales leves (con dolores de cabeza y confusión) o severas (que provocan incapacidad e incluso pueden llegar a ocasionar la muerte).

En el caso de los traumatismos cerebrales severos, las lesiones afectan a la función cerebral normal. Esta disfunción puede tener un efecto a largo plazo, que conlleva el riesgo de otros problemas metales y físicos para los pacientes.
Según las investigadoras, estos problemas pueden inhibir significativamente los progresos de los procesos de rehabilitación y, por tanto, deben ser atendidos correctamente en los esfuerzos por mejorar las condiciones de los pacientes. En general, las personas con traumatismo cerebral de larga duración pueden sentirse estresadas, menos satisfechas con sus vidas y físicamente dependientes de otros.

Características del estudio

Para averiguar el efecto de la religiosidad y de las creencias religiosas en este aspecto de la salud humana, las investigadoras analizaron a un total de 88 adultos que sufrían trauma cerebral desde hacía entre uno y 20 años.

Según informa la revista Rehabilitation Psichology, la mayoría de los participantes en el estudio fueron hombres (un 76%), afroamericanos (75%) y cristianos (76%).

Las medidas realizadas fueron las siguientes: los participantes informaron subjetivamente de sus creencias religiosas y espirituales y de sus recursos psicosociales, así como de su estatus físico y psicológico actual. Personas cercanas a ellos informaron, además, sobre los resultados objetivos de la rehabilitación de cada afectado y sobre su estado funcional en el momento del estudio.

Por otro lado, los pacientes también completaron una evaluación neuropsicológica sobre sus habilidades cognitivas. Posteriormente, las investigadoras aplicaron un análisis de regresión múltiple jerárquica para determinar la proporción de variación en los resultados, teniendo en cuenta factores demográficos, relacionados con las lesiones y psicosociales, así como las variables religiosas y espirituales de cada paciente.

Waldron-Perrine y sus colaboradores constataron así que la mayoría de los participantes que habían informado de unos mayores niveles de bienestar religioso y espiritual (en el sentido mencionado, de conexión con un poder superior) eran los que presentaban también mejores resultados en sus rehabilitaciones emocional y física.

Sin embargo, el estudio no constató que las actividades religiosas públicas o prácticas religiosas, ni tampoco el bienestar existencial (el sentimiento de que la vida tiene un sentido, independientemente de cualquier referencia religiosa) tuvieran influencia alguna en los resultados de las rehabilitaciones.

Recurso psicosocial

Por otro lado, el estudio también reveló, como ya lo habían hecho investigaciones anteriores, que el apoyo social está fuertemente vinculado a resultados positivos en la rehabilitación física y mental de estos pacientes.

Este hecho, señala Waldron-Perrine, coincidiría también con otros estudios previos, en los que se ha relacionado el apoyo social que aporta la religiosidad con estados positivos de salud, en otros grupos poblacionales.

Pero incluso teniendo en cuenta el factor del apoyo social, la investigación constató que el bienestar espiritual o religioso es un importante elemento en la predicción de los resultados positivos de la rehabilitación de pacientes con traumatismo cerebral.

Waldron-Perrine interpreta este hecho de la siguiente forma: “Los individuos se enfrentan (a sus problemas) con todas las herramientas disponibles, y quizá especialmente para aquéllos con medios limitados y escasas alternativas, la religión sirva como un potente recurso psicosocial”.
Otros Estudios:
La Espiritualidad Puede Eliminar La Predisposición Al Alcoholismo en Adolescentes, Así como Otras Adicciones,Las Supersticiones Tienen Su Influencia Subjetiva Y Objetiva,El Corazón Siempre Guía A La Mente,La Crisis Personal Como Fuente de Crecimiento Espiritual,Cerebro creyente, cerebro no creyente, La religiosidad es un producto evolutivo que garantiza la cooperación por el bien común , La religión es un eficaz regulador del comportamiento humano, O Superamos El Egocentrismo y Racionalismo O Desaparecemos Como Especie , La neuroteología desvela los beneficios de la meditación y la oración, Las creencias religiosas influyen favorablemente en la gestión de los recursos naturales,La espiritualidad no depende de la madurez psicológica, sugiere un estudio,El cerebro es el creador y beneficiario de la religiosidad,Rezar por otros potencia la capacidad de perdonar, según un estudio,La religiosidad humana hunde sus raíces en nuestras habilidades cognitivas, La Caída podría tener una interpretación antropológica,Los milagros persisten en el mundo moderno ,Creer en lo sobrenatural es una característica común a todos los seres humanos,La Evolución de la Conciencia Desde La Holística,La Verdadera Paz Se Fundamenta En La Espiritualidad Y En El Paradigma Femenino Del Cuidado,La Espiritualidad Disminuyen El Stress y Ayuda a Sobrellevar La Exclusión Social,La Felicidad Depende En Parte de la Devoción del Creyente,El Creer En Dios Disminuye El Stress,La Religiones Cristianas Fomentan El Bienestar y Verdaderas Amistades,Las Creencias Pueden Ser Tan Buenas Como Malas Para La Trascendencia,Las Creencias Religiosas Pueden Ayudar A Preservar La Naturaleza,,,

Los Corazones Se Unen Biorritmicamente En Ritos Religiosos.

Está claro que la unidad en los rituales espirituales es plena.

Los corazones laten al unísono en los rituales

 

Ciertos factores de la fisiología humana se sincronizan con la comunidad en ritos compartidos, revela un estudio

Siempre se ha pensado que los rituales colectivos potencian la cohesión social y los lazos afectivos entre sus participantes. Ahora, un estudio realizado por científicos de la Universidad de Dinamarca ha demostrado que este tipo de rituales puede provocar, además, efectos fisiológicos compartidos: los investigadores comprobaron una sincronización del ritmo cardiaco de los protagonistas y de los espectadores del ritual del Paso del Fuego. Anteriormente, en una boda, otros investigadores habían constatado una sincronización en los niveles de oxitocina de los asistentes. Estos datos sugieren, según los especialistas, que la conexión entre humanos no es sólo mental sino que entraña también comportamientos fisiológicos de los que no somos conscientes. Por Yaiza Martínez.

 

Los rituales colectivos están presentes en todas las sociedades, pero su función aún está por definir y ha sido objeto de extensos debates.

Hasta ahora, los análisis realizados al respecto sugieren que estos rituales podrían potenciar la cohesión social y que sus efectos no se limitarían exclusivamente a aquéllos que los realizan, sino también al público que los contempla.

Para tratar de comprender mejor el fenómeno, un equipo de investigadores de la Universidad Aarhus, de Dinamarca, ha estudiado los efectos fisiológicos que sufrieron los participantes y asistentes a un ritual español. Los resultados de su investigación han aparecido publicados en la revista PNAS.

Paso del Fuego

En concreto, los científicos analizaron el llamado ritual del Paso del Fuego, que se celebra cada año, durante la noche de San Juan, en el municipio soriano de San Pedro Manrique.

Este rito consiste en atravesar descalzo una alfombra de brasas ardientes, de unos tres metros de largo, llevando a cuestas a una mujer joven. Se desarrolla a medianoche y está cargado de simbolismo, porque es acompañado por procesiones con imágenes religiosas y música, entre otros elementos.

Para su investigación, los científicos registraron los ritmos cardiacos de 38 de los participantes en el Paso del Fuego: 12 sampedranos que atravesaron las brasas, nueve espectadores relacionados con ellos (familiares o amigos) y 17 espectadores sin ninguna relación con los primeros (visitantes).

Este registro fue realizado mediante monitores que fueron ajustados al cuerpo de los participantes sin que se vieran, publica The New York Times.

Sincronización cardiaca

A partir de dichos registros, los investigadores evaluaron después los incrementos en la dinámica del ritmo cardiaco de todos los voluntarios, aplicando un análisis matemático no lineal.

 

Ivana Konvalinka. Fuente: Universidad Aarhus.
Ivana Konvalinka. Fuente: Universidad Aarhus.
Tal como explica una de las autoras del estudio, la bioingeniera de la Universidad Aarhus, Ivana Konvalinka, se compararon los estados fisiológicos alterados y sincronizados de las 38 personas, mediante un análisis de cuantificación de recurrencias de los datos individuales y un análisis de cuantificación de recurrencias cruzadas por pares de participantes.

Este tipo de análisis permite calcular la similitud entre dos series de datos observados.

Los resultados determinaron que se produjeron estados de alerta comunes durante los 30 minutos que duró el ritual, entre aquéllos que cruzaron las brasas y los espectadores vinculados a ellos, pero no entre los primeros y los espectadores no relacionados.

Más específicamente, los registros demostraron que el ritmo cardiaco de los parientes y amigos de las personas que atravesaron la alfombra de brasas siguió un patrón casi idéntico al de éstas, aumentando y disminuyendo casi en sincronía con ellas.

Conexión fisiológica

Según los investigadores, este estudio demuestra que un ritual colectivo puede provocar un efecto fisiológico sincronizado entre participantes activos y espectadores. Asimismo, ha logrado relacionar observaciones de campo con la fisiología, y ha ofrecido un método único de cuantificación de los efectos sociales en la fisiología humana, en el marco de interacciones sociales reales.

Michael Richardson, profesor de psicología de la Universidad de Cincinnati no vinculado al estudio, opina en The New York Times que esta investigación demuestra que la conexión entre personas no está sólo en la mente, sino que existirían también comportamientos fisiológicos comunes, que ocurrirían continuamente, sin que seamos conscientes de ellos.

Richard Sosis, profesor de antropología de la Universidad de Connecticut y coeditor de la revista Religion, Brain and Behavior, señaló por su parte que el estudio contradice la asunción de que los rituales producen sólo cohesión y solidaridad si contienen movimientos, vocalizaciones o ritmos compartidos (como danzas o cantos).

En este caso, la mera observación de una actividad, fue lo que provocó una sincronización espontánea entre observadores y protagonistas del ritual.

También acompasamiento hormonal

Por otro lado, Sosis afirma que podría establecerse un paralelismo entre los resultados obtenidos por Konvalinka y sus colaboradores, y los efectos fisiológicos de otros rituales como las bodas, los bautismos o el Bar Mitzvá, rito judío de madurez.

En este sentido, un neuroeconomista de la Claremont Graduate University de Estados Unidos llamado Paul Zak, realizó en 2010 un análisis de los niveles de oxitocina (la llamada “hormona del amor”) de los asistentes a una boda: de los novios y de algunos familiares y amigos.

El análisis reveló que dichos niveles aumentaron durante la boda en todas las personas analizadas, y no sólo en los novios. Para Zak, este hecho sugiere que las ceremonias públicas evolucionaron como una fórmula de consolidación de los lazos emocionales entre las parejas y sus comunidades.

 

 

El Tradicionalismo Religioso Reduce la Religiosidad En La Sociedad

En realidad hay un constructo y una variable no implicados en el estudio: El concepto Seguridad Vital y la variable Calidad de Vida. A mayor calidad de vida, mayor confort y por tanto más vivencia  social de la "seguridad vital", lo cual hace que pensar en Dios, la muerte, el infierno y sobre todo en la culpa-pecado sean temas superfluos (los desórdenes emocionales y vivenciales pasan al diván del sicólogo antes que al del sacerdote o el pastor, con resultados vitales más efectivos en muchos casos, ya que la tradición no da respuestas adecuadas a nuevas problemáticas). Las teologías renovadoras (Teología de la Vida o de la Liberación, Kenótica, Holista, etc.) se centran más en la vitalidad como parte de la trascendencia que en la trascendencia como no vitalidad, ello es signo de una decadencia del tradicionalismo en el mundo. En el cristianismo, su fundador fue categórico "....Yo Soy la Vida..." y la vida es invariable en sus fundamentos ontológicos, pero muy dinámica y cambiante en su esencia temporal. Como la teología occidental se basa en el aristotelismo (incluso los musulmanes) la misma se vuelve estática, esclerótica, tradicionalista y ortodoxa. Es la muerte no solo de la teología, sino de la espiritualidad occidental, por eso es que la espiritualidad oriental ha avanzado y sigue avanzando mucho. Mas bueno, en los movimientos renovadores se da una efervescencia esperanzadora, sobre todo en Latinoamérica, a través de la Teología de la Liberación y la Renovación Carismática (en su ala no tradicionalista, que es más fuerte que la ortodoxa)

 

He aquí una mano de la ciencia para recuperar la espiritualidad occidental, tan buena como la oriental si es dinámica.

 

El estudio en cuestión:

 

 

El aumento de la esperanza de vida reduce la religiosidad

Los beneficios para la vida después de la muerte que prometen algunas religiones no atraen cuando se vive más tiempo, señala un estudio

En los últimos años, las instituciones religiosas, especialmente en los países desarrollados, se han enfrentado a la reducción y el envejecimiento de sus congregaciones. Un análisis realizado por científicos del Reino Unido, con un modelo económico de coste-beneficio, ha revelado que existe una relación entre esta situación y el incremento de la esperanza de vida: a mayor esperanza de vida más se retrasa el momento vital de implicación religiosa, y menos importancia se da a los beneficios que las religiones prometen para la vida después de la muerte. Los investigadores recomiendan que las organizaciones religiosas destaquen los beneficios de la religiosidad para la vida, si pretenden captar nuevos fieles. Por Yaiza Martínez.

 

Foto: anissat. Fuente: Everystockphoto.
Foto: anissat. Fuente: Everystockphoto.
El incremento de la esperanza de vida disminuye la capacidad de las religiones para atraer fieles, señala un estudio reciente realizado por especialistas de las universidades de East Anglia y de St. Andrews, en el Reino Unido.

Según un artículo del International Journal of Social Economics, la presente investigación tenía como objetivo contribuir al contenido de otros estudios que, en los últimos años, han analizado los condicionantes socio-económicos actuales de la religiosidad.

Los resultados obtenidos en ella sugieren que las organizaciones religiosas necesitarían hacer más para destacar los beneficios sociales y espirituales que, para la vida actual, se derivan de la religiosidad, si pretenden aumentar el tamaño de sus congregaciones y atraer a ellas a personas de todas las edades, y a jóvenes particularmente.

Modelo socio-económico aplicado

En la investigación, llevada a cabo por Elissaios Papyrakis, de la Universidad de East Anglia, y Geethanjali Selvaretnam , de la Universidad de St Andrews, se analizó un aspecto concreto de la sociedad actual y su relación con la religiosidad de la población (grado de dedicación y expresión religiosas en ésta): el incremento de la esperanza de vida.

Para llevar a cabo este análisis, los científicos utilizaron un modelo económico de coste-beneficio, sobre las decisiones tomadas en cada momento en función de los beneficios espirituales y sociales (probabilidad de entrar en el cielo tras la muerte) vinculados a la religiosidad.

El modelo también midió el coste derivado de los formalismos religiosos, en términos de tiempo dedicado a actividades religiosas.

Según explican los investigadores en el International Journal of Social Economics, este modelo proporcionó un fundamento teórico a la relación negativa entre la esperanza de vida y la asistencia religiosa, observada en análisis empíricos previos.

Asimismo, el modelo sirvió para explicar no sólo la tendencia a la baja de la implicación religiosa de nuestras sociedades, sino también el aumento de la proporción de personas mayores en las congregaciones.

Declive general de la religiosidad

Según se explica en un comunicado emitido por la Universidad de Emory, en los últimos años, las instituciones religiosas han estado cada vez más preocupadas por la disminución de la expresión y la participación religiosas en muchas partes del mundo.

En los países desarrollados, esta tendencia está aún más acentuada, y se nota en el hecho de que muchas iglesias cuentan con congregaciones cada vez más pequeñas y envejecidas.
Elissaios Papyrakis. Fuente: Universidad de East Anglia.
Elissaios Papyrakis. Fuente: Universidad de East Anglia.
En el Reino Unido, la asistencia a la iglesia ha sufrido un declive sostenido en los últimos 50 años. Sin embargo, en muchos países del África subsahariana o de Latinoamérica, por ejemplo, la implicación religiosa de la población sigue siendo fuerte.

Estudios anteriores habían intentado atribuir estos patrones diversos de religiosidad a distintas variables socio-económicas, como el nivel de desarrollo económico, las regulaciones gubernamentales del “mercado religioso” o la supresión de la religión.

Relación con la esperanza de vida

La presente investigación, en cambio, ha explorado el papel de la esperanza de vida para tratar de explicar las diferencias en el grado de religiosidad en distintas partes del planeta.

En este sentido, el análisis ha revelado que una mayor esperanza de vida hace que se retrase el momento vital de implicación religiosa, particularmente en el caso de aquellas doctrinas religiosas que no relacionan necesariamente la salvación (beneficio para la vida después de la muerte) con la duración de dicha implicación.

El estudio constató asimismo que “una mayor esperanza de vida reduce la expectativa de beneficios después de la muerte y, por tanto, propicia la posposición de la religiosidad”, según Papyrakis.

Por el contrario, en los países pobres en los que la esperanza de vida sigue siendo baja, una parte importante de la población, tanto jóvenes como ancianos, se preocupa por lo que pasará después de la muerte, lo que naturalmente fomenta la participación religiosa.

Implicaciones para las instituciones religiosas

El aumento de la esperanza de vida sería, por tanto, un factor propiciador de la reducción y el envejecimiento de las congregaciones religiosas.

Los resultados obtenidos en el estudio tendrían importantes implicaciones para la capacidad de las iglesias para atraer nuevos miembros, afirma Papyrakis. Según el investigador, para incrementar la implicación religiosa de la población, las instituciones religiosas deberían centrarse en reducir cualquier causa de incomodidad para los fieles potenciales, tanto jóvenes como mayores.

Acciones como hacer que la información sobre la organización sea accesible a todos y ayudar a los recién llegados a seguir las actividades religiosas sin sentirse perdidos o incómodos resultarían muy importantes.

Asimismo, si pretenden captar fieles, las iglesias deberían enfatizar los beneficios espirituales y socioeconómicos que puede aportar la religión a la vida, como la posibilidad de aumentar los círculos sociales, las actividades en comunidad, la plenitud espiritual, el respaldo y la orientación…, y reducir el peso de las preocupaciones sobre la vida después de la muerte.

La Libertad Es la Esencia de Lo Religioso

La libertad es un constituyente esencial del acto religioso

 

El reduccionismo científico empobrece siempre la gran complejidad de lo humano


La humanización comienza cuando los primitivos homínidos manifiestan señales de culto, bien a los antepasados fallecidos, bien a alguna divinidad. El sentimiento de lo numinoso surge en los humanos primitivos y en los modernos con características muy similares: el pavor ante el misterio fascinante de la divinidad, el sentimiento de una dominación universal invencible por el hombre, o la necesidad de encontrar un sentido al mundo, a la propia existencia, a la vida y a la muerte. Pero, en el marco del determinismo neural, no podemos hablar de un determinismo religioso apoyado en unas características concretas de nuestro cerebro. La religiosidad es un acto libre, el hombre libre es el único ser que puede dar culto a Dios y mostrar un verdadero sentimiento religioso. Por Ignacio Núñez de Castro (*).

 

 

La historia del hecho religioso es coextensiva con la historia de la humanidad. Se ha dicho que la humanización comienza cuando los primitivos homínidos manifiestan señales de culto, bien a los antepasados fallecidos, bien a alguna divinidad. El sentimiento de lo numinoso surge en los humanos primitivos y en los modernos con características muy similares, como pueden ser: el pavor ante el misterio tremendo y fascinante de la divinidad, algo o alguien muy superior al hombre, o el sentimiento de una dominación universal invencible por el hombre, o la necesidad de encontrar un sentido al mundo, a la propia existencia, a la vida y a la muerte (1).

El sentimiento religioso

No es posible tener una experiencia psicológica directa de Dios, sencillamente porque no podemos encerrar la divinidad en la finitud humana. Sin embargo, sí ha sido posible para muchos hombres y mujeres llegar en la experiencia de la búsqueda a una presencia trascendental en la propia intimidad. San Agustín lo expresó bellamente: cuando nos dice que encontró a Dios interior intimo meo et superior summo meo (2).

Presencia que el ser humano balbucea como misterio. “Dios, nos dice Karl Rahner, significa el Misterio Silencioso, Absoluto, Incondicionado, Incomprensible. (…) El verdadero Dios es el Misterio Absoluto y Santo, con quien el hombre sólo puede relacionarse en realidad en un gesto de plegaria y silencio -adentrándose en él, como en un Fundamento que sigue siendo siempre silencio” (3). Este misterio, que de alguna manera se impone al hombre, es anterior a toda deducción lógica de lo trascendente desde la experiencia de la debilidad humana. El surgimiento de la idea de Dios en la conciencia tiene una semejanza al nacimiento de la idea de los primeros principios.

Claramente lo ha expresado Étienne Gilson: “Parece imposible evitar el mínimo de innatismo requerido por la naturaleza de los primeros principios, y por aquello que, en todo caso, esconde de misterioso la relación de las nociones de ser y de Dios” (4). Ya Santo Tomás en su obra De substantiis separatis nos dice que en el alma de todos los hombres está de alguna manera impreso el considerar como Dios lo que es el primer principio de todas las cosas (5). Y para Xavier Zubiri “la religación no es el principium originale, pero es el fenómeno primario en el que se actualiza en nuestra existencia. La religión no es una propiedad ni una necesidad; es algo distinto y superior: una dimensión formal del ser personal humano” (6). Conocida es la relación etimológica más probable de los términos religión y religación.

La variedad de la experiencia religiosa

El físico y teólogo contemporáneo Ian Barbour en su obra Religion and Science (7) describe una tipología de las diferentes experiencias religiosas que se han dado a lo largo de la historia:

1. La experiencia de lo sagrado, experiencia del misterio fascinante que de alguna manera se impone al ser humano.

2. La experiencia de lo sublime, del orden y de la belleza de la naturaleza. Es la experiencia que hacía exclamar al salmista: “Cuando contemplo el cielo obra de tus manos, la luna y las estrellas que tú formaste, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él?” (8).

3. La experiencia que se manifiesta en muchas personas como un cambio de rumbo en la vida, es decir, la conversión, lo que trae consigo un cambio de manera de pensar (metanoia). La conversión afecta a lo más profundo del ser.

4. Para otros muchos seres humanos la experiencia del dolor, en sí mismos o en otros, les lleva también a profundizar en lo más radical de su propio ser.

5. Para algunos humanos la experiencia religiosa se patentiza en la experiencia mística de unidad con el infinito.

6. Para Immanuel Kant la experiencia religiosa aparece como el imperativo moral: “Hay dos cosas que llenan mi mente de admiración y respeto: el cielo estrellado, encima de mí, y la ley moral, dentro de mí. Para mí son pruebas de que hay un Dios por encima de mí y dentro de mí”. Esta experiencia del imperativo moral ha sido la que ha provocado la conversión del científico Francis Collins, según él mismo la describe en su obra: ¿Cómo habla Dios? (9)

Juan Martín Velasco en su tratado sobre El fenómeno místico (10) distingue dos formas fundamentales de religiosidad: la religiosidad mística y la religiosidad profética. La experiencia mística de alguna manera niega a la persona en una experiencia a histórica de unión con la divinidad, realizada en el éxtasis y en la salvación como disolución en lo absoluto. En cambio, la religiosidad profética se afirma a la persona que se compromete en la historia, buscando una salvación escatológica. La misión del profeta es el cambio y la transformación del mundo, como llamada a un Dios personal con quien el profeta dialoga en su oración.

Dadas estas características no es extraño que pueda haber místicas no religiosas, y que, por otra parte, podamos encontrar expresiones religiosas no místicas, como serían las manifestaciones proféticas o aquellas que podríamos llamar: experiencia cotidiana de Dios. En todas las religiones históricas se dan experiencias místicas. Desde las neurociencias se han estudiado estas experiencias límites, como después tendremos ocasión de ver, y su relación con la actividad del sistema nervioso central en diferentes credos religiosos. Sin embargo, no se ha estudiado tan profundamente la que podríamos llamar: la experiencia cotidiana de Dios, en los diferentes tipos de oración y contemplación, en la alabanza, en la celebración comunitaria, en la acción de gracias y en el sacrificio.

A comienzo del siglo XX William James (1842-1910) describió la multitud de diferentes experiencias religiosas profundas que ha habido a lo largo de la historia de las culturas (11). A pesar de la gran variedad de las manifestaciones religiosas pueden buscarse algunos rasgos comunes:

1. El carácter de vivencia personal, de una presencia, sentida como visita, encuentro, diálogo, visión o simplemente escucha, bien experimentada en el culto comunitario o en la soledad.

2. En toda experiencia verdadera hay un elemento que de alguna manera anonada al ser humano, aunque le llene de paz.

3. Si la experiencia llega hasta el fondo del ser, transforma al individuo y se da paso a una forma diferente de enfrentarse con a realidad, lo que anteriormente llamábamos conversión.

4. La experiencia religiosa puede ser sencilla, sublime (mística), profunda e intelectual.

5. Las grandes religiones históricas recalcan algunos de estos rasgos comunes. El Judaísmo ortodoxo remarca la fidelidad obediencial al Dios del Decálogo y al Dios de la Torá. El Islam enfatiza la sumisión al Dios grande y misericordioso. El Cristianismo nos habla de entrega libre en fe, en esperanza y en amor, porque Dios es Amor, a Dios Padre de Jesús el Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Las grandes religiones orientales viven la presencia como búsqueda de la identificación con el absoluto (Hinduismo), que puede llegar hasta la extinción del sujeto en lo absoluto (diferentes formas del Budismo).

A este propósito afirma Frase Watts: “Aunque a menudo se ha mantenido que la experiencia mística es invariante a través de las culturas, los críticos han llamado la atención sobre el grado en el que la experiencia mística es descrita de manera diferente según la diferentes culturas. Sin embargo, la idea de un núcleo común de la experiencia unitiva en las diferentes culturas, permanece perfectamente plausible” (12).

La experiencia religiosa y la activación del sistema límbico

Toda experiencia humana de alegría o tristeza, de esperanza, anhelo, angustia, temor, relación, comunicación etcétera, tiene una base cerebral; consecuentemente, la experiencia religiosa profunda (la experiencia mística) de entrar en relación o en comunión con la divinidad debe tener también un impacto en el sistema nervioso central, puesto que cualquier estado mental está neurológicamente condicionado. Verdaderamente quien se relaciona con Dios es la persona humana y no el alma, el espíritu la mente o el cerebro, sino el ser humano completo. Cuando Dios actúa en relación a nosotros o Él mismo se nos revela, su acción será reflejada en todos los niveles de la personalidad: los procesos cerebrales, los mecanismos cognitivos y la experiencia fenoménica.

Parece estar bien establecido que en toda experiencia religiosa se dan síntomas de una activación del sistema límbico, constituido por el hipotálamo, la amígdala y el hipocampo, sistema responsable de nuestra vida emocional. Nos dice el Profesor de Fisiología Francisco Rubia Vila: “El hombre arcaico utilizaría más el cerebro emocional, es decir, el sistema límbico con la parte de corteza límbica y del cerebro derecho, mientras que el hombre moderno habría desarrollado capacidades lógico-analíticas del cerebro izquierdo” (13). Los síntomas de ese núcleo común de la experiencia religiosa profunda propios del sistema límbico serían:

• Dificultad de expresar las experiencias, puesto que las conexiones son pobres con las regiones del habla.

• La sensación de la disolución del yo tras la experiencia unitiva.

• La pérdida del sentido espacio temporal.

• El convencimiento de experimentar y tocar realidades profundas.

• Superación del dualismo: yo-mundo

• A veces visiones de luces brillantes y cegadoras.

• Sensación de felicidad y de paz.

Después veremos cómo estos síntomas aparecen en algunos místicos al tratar de explicar sus experiencias concretas. La activación del sistema límbico no impide que las conexiones recíprocas del tálamo con la corteza cerebral provoquen que los estados emocionales se hagan conscientes generando los sentimientos (14). Los científicos, en un intento de explicación de la base fisiológica del sentimiento religioso profundo, han registrado la actividad cerebral en la experiencia religiosa y en experiencias similares a las religiosas, que se producen en los humanos tras la ingestión de mescalina (15) u hongos alucinógenos, colocando sensores en la cabeza de las personas en meditación profunda, para ver qué zonas cerebrales son las activadas. Los experimentos de Andrew Newberg y Eugene G. D’Aquili en sujetos sometidos a meditación intensa muestran que el campo de atención está activo durante la meditación al mismo tiempo que decrece la actividad del campo de orientación (16), de acuerdo con la hipótesis de Arthur J. Deikman: La experiencia mística es una desautomatización de las estructuras psicológicas que organizan, limitan, seleccionan e interpretan los estímulos perceptuales que llegan del exterior.

Según el Profesor Rubia Vila “muchos lectores se plantearán la pregunta de si estos hechos experimentales que van a favor de la existencia en el cerebro de estructuras que producen la experiencia de trascendencia ponen en peligro o cuestionan las creencias religiosas. Yo creo que no. Los creyentes pueden asumir que las existencias de esas estructuras son necesarias para la comunicación con la divinidad. (…) Los no creyentes pueden pensar que la religión y los fenómenos místicos… tienen todos su explicación y base en el cerebro humano” (17).

Todos los fenómenos sensoriales, incluso los místicos, tienen su base en el sistema nervioso central y quedarán reflejados en la actividad eléctrica del mismo y pueden ser registrados. “Los dos métodos, por ahora, más utilizados y que mayor información proporciona son la PET (Positron-Emission-Tomography), que muestra gráficamente el consumo de glucosa por los centros cerebrales, y la Resonancia Mágnética funcional (RMf), que permite conocer el flujo de la sangre en los centros cerebrales. Tanto un método como otro, indican el grado de actividad de la corteza cerebral y de los centros subcorticales” (18).

El querer explicar estos fenómenos místicos únicamente por su actividad cerebral es un nuevo intento de reduccionismo biológico. Ante la contemplación de un cuadro emocionante, como el Entierro del Conde Orgaz del Greco en la Parroquia de Santo Tomé de Toledo, podemos estudiar detenidamente la longitud de onda de los colores que impactan nuestra retina, hacer incluso una deconstrucción del cuadro en áreas de una micra cuadrada, estudiar las proporciones de la composición etcétera; sin embargo este análisis no nos dice nada del sentimiento producido al espectador, ni del sentido de la vida y de la muerte que quiso plasmar el pintor. No cabe duda de que en la admiración del cuadro en la experiencia estética, en el sentimiento estético que nos produce, hay una interconexión y juego de los mundos uno, dos y tres descritos por Karl Popper.

Pero para adentrarnos en lo humano, además del mundo 1 de las realidades físicas, experimentables, medibles y registrables, debemos tener presente el mundo 2, definido por Popper como “el mundo de los estados mentales, incluyendo entre ellos los estados de conciencia, las disposiciones psicológicas y los estados inconscientes”, y no podemos olvidar como constitutivo de lo humano, “el mundo de los contenidos de pensamiento, y ciertamente de los productos de la mente humana” denominado mundo 3 por Popper (19). Los tres mundos popperianos no son compartimentos estancos. En el ser humano están íntimamente relacionados formando esa unidad que llamamos persona. Ciertamente los fenómenos místicos y la experiencia religiosa tienen una base neurológica, pero no podemos reducirlo todo a la desnuda actividad cerebral.

Las endorfinas son péptidos morfinomiméticos conocidos hoy día como opiáceos endógenos (20). El grupo incluye las encefalinas, la beta-endorfina y la dinorfina, que fueron descubiertas en 1970 por Roger Guillemin. La acción de las endorfinas es similar a la del alcaloide del opio, la morfina, en los receptores opiáceos, de ahí que algunos autores hayan postulado que las sensaciones de paz, sosiego y bienestar después de algunas experiencias religiosas profundas sean debidas a una producción de endorfinas por la hipófisis. Decíamos anteriormente que en el ser humano se relacionan íntimamente la bioquímica cerebral, los sentimientos y los estados mentales, y que todos ellos son necesarios en las experiencias humanas profundas como puede ser la experiencia religiosa, de donde se deduce que no sería extraño que hubiese una producción de endorfinas concomitante con la experiencia religiosa.


La libertad es un constituyente esencial del acto religioso
La experiencia religiosa de algunos místicos españoles del siglo XVI

Decíamos arriba que los fenómenos místicos se han dado en todas las culturas, y presentan algunas características comunes; a pesar de las dificultades de expresión que tiene el sujeto tras la activación del sistema límbico aparece en los escritos de los místicos la confesión sincera de ver el mundo de otra manera después de su experiencia. Ignacio de Loyola en su Autobiografía nos narra la ilustración que tuvo en Manresa a las orillas del río Cardoner. “Una vez, cuenta San Ignacio, iba por su devoción a una iglesia, que estaba poco más de una milla de Manresa, que creo yo que se llama San Pablo, y el camino va junto al río; y yendo así en sus devociones, se sentó un poco con la cara hacia el río, el cual iba hondo.

Y estando allí sentado se le empezaron abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales, como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas (21). Y no se puede declarar los particulares que entendió entonces, aunque fueron muchos, sino que recibió una grande claridad en el entendimiento; de manera que en todo el discurso de su vida, hasta pasados sesenta y dos años, coligiendo todas cuantas ayudas haya tenido de Dios, y todas cuantas cosas ha sabido, aunque las ayunte todas en uno, no le parece haber alcanzado tanto, como de aquella vez sola. Y esto fue en tanta manera de quedar con el entendimiento ilustrado, que le parescía como si fuese otro hombre y tuviese otro intelecto, que tenía antes” (22).

Santa Teresa de Jesús nos cuenta también sus ilustraciones en su Libro de la vida. “Es una luz tan diferente de la de acá que parece una cosa tan dislustrada la claridad del sol que vemos, en comparación de aquella claridad y luz que se representa a la vista, que no se querrían abrir los ojos después. Es como ver un agua muy clara que corre sobre el cristal y reverbera en ello el sol, a una muy turbia y con gran nublado y corre por encima de la tierra...; es luz que no tiene noche, sino que, como siempre es luz, no la turba nada. En fin, es de suerte que, por gran entendimiento que una persona tuviese, en todos los días de su vida podría imaginar cómo es” (23). En estas palabras de Teresa de Jesús vemos, como en las de Ignacio de Loyola la experiencia de ver el mundo con ojos nuevos y dificultad en la expresión, a pesar de la belleza literaria del texto. Ese apofatismo de la experiencia mística lo plasmó San Juan de la Cruz de forma definitiva en su Cántico espiritual:

¡Ay quién podrá sanarme!
Acaba de entregarte ya de vero;
no quieras enviarme
de hoy ya más mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.

Y todos cuantos vagan,
de Ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjame muriendo,
un no sé qué que quedan balbuciendo.

La aliteración del fonema «que» contribuye a la animación del verso, en el que el poeta de forma bella y genial indica la imposibilidad de comunicación de sus sentimientos y se ve obligado a expresarlos como en un balbuceo.

¿Es posible la experiencia de Dios en los hombres de Ciencia?

Anteriormente nos hemos referido al desarrollo en los seres humanos modernos de las capacidades lógico analíticas del cerebro izquierdo, lo que puede llevarnos a pensar que los humanos modernos, que viven inmersos en una cultura científico técnica, están menos capacitados para las experiencias religiosas, ya sea la que hemos llamado experiencia cotidiana de Dios en la oración, en la contemplación y celebración comunitaria, ya sea en las hondas experiencias místicas. Recientemente Richard Dawkins ha publicado el libro The God Delusion, traducido al español como: El espejismo de Dios. Dawkins llama «memes» a las unidades funcionales que se replican en una cultura (24).

Para Dawkins: “Dios, los dioses o cualquier noción relacionada con lo sagrado constituyen, según eso, artefactos ideatorios de gran invasividad y con una función muy específica: promover orden y estabilidad en los complejísimos escenarios, naturales y sociales, donde deben medrar los humanos” (25). Los memes religiosos serían los guiones esenciales de toda religión. A semejanza de los genes biológicos, los memes culturales tienen el poder de multiplicarse y proporcionan una descripción simplificada y coherente del mundo que facilita su comprensión y aceptación. La religión, según Dawkins, es causa de un gran número de males, es destructiva y abusadora de la infancia. Dawkins es proclamado paladín de una nueva cruzada contra todo tipo de religión (26).

Casi simultáneamente con el libro de Dawkins ha aparecido el escrito ¿Cómo nos habla Dios? de un científico reconocido, Francis Collins, responsable del Proyecto Genoma Humano, al que nos hemos referido anteriormente. Para Collins una de las grandes tragedias de nuestro tiempo es la difusión de la idea de que la religión no es compatible con la ciencia; afirmación que podemos conjugarla con aquella simplificación de que existen cerebros religiosos y cerebros ateos. No es casual que los grandes hombres de ciencia del Renacimiento tardío, que construyeron la Física clásica: Clavius, Descartes, Galileo, Kepler, Pascal y Newton fueran hombres sinceramente religiosos.

El ateísmo científico es un fenómeno relativamente reciente y que hunde sus raíces a mediados del siglo XIX, aunque ha dejado una huella profunda en la cultura occidental y más en concreto en España (27). El mismo Charles Darwin a quien muchos han hecho abanderado del ateísmo científico, no aceptó para sí el calificativo de ateodefendió el llamarse agnóstico (28). En su correspondencia, especialmente la que mantuvo con el botánico norteamericano Dr. Asa Gray que era un piadoso creyente, Darwin mostró sus dudas: “Respecto al punto de vista teológico de la cuestión, siempre es difícil para mí, estoy aturdido. No tenía intención de escribir como un ateo. Pero reconozco que no veo tan claras como otros, y como a mí me gustaría ver, las pruebas de providencia y beneficencia a nuestro alrededor. Veo demasiada miseria en el mundo” (29). Sin embargo, el conjunto del universo le parecía demasiado maravilloso para ser fruto del azar. “Por otra parte no puedo de ningún modo conformarme con examinar este maravilloso universo, y especialmente la naturaleza humana, y concluir que todo es el resultado de la fuerza bruta” (30).

Desde el punto de vista sociológico encontramos científicos creyentes y científicos no creyentes. La encuesta realizada por James H. Leuba en estados Unidos en 1914, entre mil científicos escogidos al azar, muestra que el 58% de los científicos no crían en un Dios personal o tenían dudas sobre su existencia. El 42 % restante se confesaban como creyentes. Repitió la encuesta 20 años después (1933) y encontró resultados semejantes. En el año 1996 se ha repetido la encuesta por Edward. J. Larson y Larry Witham los resultados son parecidos a los de 1914. Sin embargo cuando la encuesta se hizo a “grandes científicos” los porcentajes de creyentes son sensiblemente menores (31). Antonio Fernández Rañada en su libro Los científicos y Dios comenta: “Adelantamos algunos datos. En primer lugar uno es evidente: la falta de unanimidad. Se pretende a menudo que los científicos se oponen radicalmente al transcendentalismo religioso en virtud de un materialismo científico que profesan sin excepción. Pero es muy claro que no es así. Entre los científicos se reproduce la diversidad que observamos entre las demás gentes: los hay cristianos, agnósticos, ateos, musulmanes, fervorosos, tibios, teístas sin religión particular, deístas…” (32).

Creo sinceramente que no podemos hablar de un determinismo religioso apoyado en unas características concretas de nuestro cerebro. El acto de fe es un acto libre, es más, el hombre libre es el único que puede dar culto a Dios y mostrar un verdadero sentimiento religioso. Moisés pide al Faraón la liberación de su pueblo para poder dar culto a Dios en el desierto (33). El Psiquiatra José Mª Porta hablando de la experiencia religiosa en libertad comenta: ”La experiencia de Dios es el encuentro personal del hombre con la divinidad, que tiene lugar en la intuición afectiva de su presencia y en su voluntad libre de entrega.

En este sentido, la experiencia de Dios y la entrega del creyente en la fe de los planes divinos desecha toda interpretación neurotizante del dogma, la moral y las obligaciones cultuales, y permite al creyente abrir su espíritu a la libertad de una entrega amorosa, lejos de cualquier concepción mágico-primitiva y mecanicista de un comercio sobrenatural” (34). También podemos decir que el desarrollo en el hombre moderno del cerebro izquierdo no tiene por qué debilitar el desarrollo del cerebro emocional con la parte de corteza límbica y del cerebro derecho. Hay otros tipos de conocimiento y el conocer humano no queda limitado, ni por su metodología, ni por sus resultados al conocimiento científico. El reduccionismo científico empobrece siempre la gran complejidad de lo humano.



(*) Ignacio Núñez de Castro es Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular, Facultad de Ciencias. Universidad de Málaga



Notas

(1) WESLEY J. WILDMAN and LESLIE A, BROTHERS, “ A neuropsychological-semiotic model of religious experiences” en Neuroscience and the Person. Scientific Perspectives on Divine Action, ROBERT JOHN RUSSELL, NANCEY MURPHY, THEO C. MEYERING and MICHAEL A. ARBIB, Editors, Vatican Observatory Publications, Vatican City State, Center for Theology and Natural Sciences, Berkeley, California, 1999, pp. 347-416. “La razón de presentar aquí tales argumentos es que la conciencia de la muerte, que a su vez es una consecuencia de la conciencia del propio yo, predispone a los hombres hacia las creencias religiosas. Como consecuencia de tener conciencia del carácter transitorio de su existencia individual, los hombres ven con ansiedad el hecho de la muerte; y tal ansiedad o angustia es aliviada, al menos en parte, por medio de las creencias religiosas que dan significado trascendental a la vida individual”. FRANCISCO J. AYALA, Origen y evolución del hombre, Alianza Universidad, Madrid, 1980, p. 189.

(2) SAN AGUSTÍN, Confesiones, III, 6.

(3) KARL RAHNER, “La gracia como libertad”, Editorial Herder, Barcelona, 1972. Citado por HERBER VORGRIMLER, Karl Rahner. Experiencia de Dios en su vida y en su pensamiento. Editorial Sal Terrae, Santander, 2004, pp 194-195.

(4) ÉTIENNE GILSON, “El origen de la idea de Dios”, del Libro El difícil ateísmo. www.arvo.net

(5) SANTO TOMÁS, De subtantiis separatis, Cap. 1 : “Omnibus inditum fuit in animo ut illud Deum aestimarent, quod ese primum rerum principium”.

(6) XAVIER ZUBIRI, “En torno al problema de Dios”, en Naturaleza, Historia, Dios, Alianza Editorial. Sociedad de Estudios y Publicaciones, Madrid, 1987, pp. 418-454.

(7) IAN BARBOUR, Religion and Science. Historical and contemporary issues, (Gifford Lectures series, HarperOne, 1997.

(8) Salmo 8, 4-5.

(9) “Al encontrar este argumento a los veinte y seis años, su lógica me dejó pasmado. Aquí, escondido en mi propio corazón como algo tan familiar en la experiencia diaria, pero ahora surgiendo como un principio esclarecedor, esta ley moral envió su brillante luz blanca hacia los rincones de mi infantil ateísmo, y exigió una seria consideración de su origen. ¿Estaba Dios mirando hacia mí?” FRANCIS S. COLLINS, ¿Cómo habla Dios? La evidencia científica de la fe, Editorial Planeta Mexicana, S. A., México D.F., 2007, p- 38.

(10) JUAN MARTÍN VELASCO, El fenómeno místico, Estudio comparado. Editorial Trotta, Madrid, 1999, p. 27

(11) WILLIAM JAMES, Las variedades de la experiencia religiosa. Estudio de la naturaleza humana, Editorial Península, Barcelona, 1986.

(12) FRASER WATTS, “Cognitive neuroscience and religious consciousness” en Neuroscience and the Person, Op. cit, (Nota 1), pp. 327-346.

(13) FRANCISCO RUBIA VILA, La conexión divina, Crítica, Barcelona, 2003

(14) Ibidem

(15) La mescalina es una droga alucinógena y simpatomimética aislada de las cabezas florecientes del cactus Lophophora williamsii, también conocido como peyote. Oxford Dictionary of Biochemistry and Molecular Biology, A. D. Smith et al. Eds. Oxford University Press, 1997, p. 406.

(16) Investigación y Ciencia nº 12, 2005.

(17) FRANCISCO RUBIA VILA, Op. cit., p. 16.

(18) LUIS Mª GONZALO SANZ, Entre la libertad y el determinismo. Genes, cerebro y ambiente en la conducta humana, Ediciones Cristiandad, Madrid, 2007, p. 14.

(19) KARL R. POPPER y JOHN C., ECCLES, El yo y su cerebro, Labor Universitaria, Monografías, Barcelona, 1980, pp. 41-57.

(20) Oxford Dictionary of Biochemistry and Molecular Biology, Op. cit., (Nota 15), p. 206.

(21) El subrayado es nuestro.

(22) SAN IGNACIO DE LOYOLA, Autobiografía, en Obras Completas de S. Ignacio de Loyola, Edición Manual, Transcripción, Introducción y notas de IGNACIO IPARRAGUIRRE, S. J. con la Autobiografía de San Ignacio editada y anotada por CÁNDIDO DE DALMASES, S.J., Biblioteca de Autores cristianos, Madrid, 1953, pp.104-105.

(23) SANTA TERESA DE JESÚS, Libro de la vida, Cap. 28, 5, en Obras de Santa Teresa, Edición preparada por FR. EFRÉN DE LA MADRE DE DIOS, O.C.D. y FR. OTILIO DEL NIÑO JESÚS, O. C. D, Tomo I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1951, p. 763.

(24) “El vocablo «meme» fue puesto en circulación por Richard Dawkins con cierta fortuna y proviene del griego mimeme, que refiere a aquello que se imita. Dawkins señala así que un meme es aquel concepto, historia o invención que se repite constantemente a lo largo generaciones a través de un proceso de replicación. Este proceso de repetición contiene además un proceso de selección en el que con el tiempo sólo sobreviven algunos conceptos o historias, pero no otros (principio darwinista)”. FRANCISCO MORA, Continuum, ¿Cómo funciona el cerebro?, Alianza Ensayo, Madrid, 2002, p. 108.

(25) ADOLF TOBEÑA, “Cerebros religiosos y cerebros ateos”, eVOLUCIÓN, 2, 2007, 43-49,

(26) JAVIER MONSERRAT, “El espejismo de Dawkins”
www.tendencias21.net/El-espejismo-de-Dawkins_a1526.htlm

(27) JUAN LUIS RUIZ DE LA PEÑA, “Dios y el cientifismo resistente”, Salmaticensis, 39, 1992, pp. 217-243.

(28) IGNACIO NÚÑEZ DE CASTRO, “Ateísmo o agnosticismo de Charles Darwin”, Proyección, XLIII, nº 183, 1996, pp. 251-264.

(29) CHARLES DARWIN, Autobiografía, (Selección de Francis Darwin), Vol. II, Alianza Editorial, Madrid, 1977, p. 350.

(30) Ibidem, p. 351

(31) EDWARD. J. LARSON y LARRY WITHAM, “Leading scientist still reject God”, Nature, vol. 394, nº 6691, 1998, p. 313.

(32) ANTONIO FERNÁNDEZ RAÑADA, Los científicos y Dios, Biblioteca Básica Nobel, Editorial Nobel, Oviedo, 1994, p.
30. Puede consultarse: Cuestiones cuánticas. Escritos místicos de los físcos más famosos del mundo. KEN WILBER, Ed., Kairós, Barcelona, 1986.

(33) “El Dios de los Hebreos se nos ha aparecido; permite, pues, que hagamos un viaje de tres días al desierto para ofrecer sacrificios a Yahvé nuestro Dios” (Éxodo 5, 3)

(34) JOSÉ Mª PORTA, El hombre, la razón y el instinto. Serendipity maior, Desclée de Brouwer S.A., Bilbao, 2003, p. 323.

Orar Contemplativamente (relajadamente) Por Otros Libera de las Emociones Desequilibrantes

Rezar por otros ayuda a disipar la ira, revela un estudio

 

Los beneficios de la oración radican en que ésta cambia la valoración de situaciones negativas

Una simple plegaria puede ayudar a la gente a sentirse menos furiosa y a comportarse de manera menos agresiva después de enfadarse, revela un estudio reciente que consistió en tres experimentos distintos, llevados a cabo con estudiantes universitarios de Estados Unidos y de Holanda. Según los autores de la investigación, la razón de este efecto beneficioso de la oración radicaría en que ésta permite cambiar la perspectiva acerca de situaciones problemáticas, y en que ayuda a gestionar las emociones negativas. Por Yaiza Martínez.

 

Una simple plegaria puede ayudar a la gente a sentirse menos furiosa y a comportarse de manera menos agresiva después de enfadarse, revela un estudio reciente.

En una serie de experimentos realizados, se demostró que las personas provocadas por comentarios insultantes procedentes de un extraño se muestran menos agresivas si, tras ser vilipendiados, rezan por otra persona.

Cambio en la valoración de situaciones negativas

Los beneficios de la oración identificados no dependen de la intervención divina, sino de que el hecho de rezar cambia la manera en que la gente valora las situaciones negativas, afirma Brad Bushman, coautor del estudio y profesor de psicología y comunicación de la Universidad de Ohio, en un comunicado emitido por dicha universidad.

Según Bushman: “Hemos descubierto que la oración realmente ayuda a la gente a gestionar su ira, probablemente porque hace posible cambiar la perspectiva acerca de los hechos que les enfadan, así como tomárselos menos personalmente”.

El poder de la oración tampoco depende de que las personas sean particularmente religiosas o acudan a la iglesia regularmente. Los resultados obtenidos demuestran que la oración ayuda incluso a las personas que no tienen afiliación religiosa alguna.

Bushman afirma que éste es el primer estudio experimental que analiza los efectos de la oración en la ira y la agresividad. La investigación fue realizada con Ryan Bremner, de la Universidad de Michigan, y Sander Koole de la Universidad VU de Amsterdam.

Tres experimentos distintos

Los científicos realizaron tres experimentos distintos en el marco de su investigación. En el primero de ellos, participaron 53 estudiantes universitarios estadounidenses que inicialmente realizaron un cuestionario con el que se midieron sus niveles de ira, fatiga, depresión, fortaleza y tensión.

Acto seguido, los voluntarios escribieron una redacción sobre un hecho que les hubiera hecho sentir muy enfadados en el pasado. Una vez escrita, la redacción fue evaluada por los investigadores, que siempre dieron la misma respuesta: “ésta es una de las peores redacciones que hemos leído nunca”.

Una vez que se había propiciado el enfado de los participantes, los científicos pidieron a éstos que leyeran una nota de un periódico, en la que se hablaba de una estudiante que padecía una forma extraña de cáncer. A los voluntarios se les pidió, además, que pensaran en cómo se sentía la enferma, y como la enfermedad estaría afectando a sus vidas.

Después, se asignó aleatoriamente a los voluntarios bien que rezaran por la estudiante con cáncer bien que sólo pensaran en ella. Finalmente, se midieron de nuevo los niveles de ira, fatiga, depresión, fortaleza y tensión de los alumnos, con el mismo cuestionario inicial.

Los resultados obtenidos demostraron que los niveles auto-informados de ira eran más altos entre los participantes después de que éstos hubieran sido provocados. Pero aquéllos que habían rezado por la chica enferma se mostraron mucho menos enfadados que los que, simplemente, habían pensado en ella.

Castigos menores

Bushman afirma que en este experimento, como en el segundo, no hubo el requerimiento inicial de que los participantes fueran religiosos. Se dio la situación, sin embargo, de que casi todos ellos afirmaron ser cristianos.

 

os resultados de un segundo experimento fueron similares a los del primero: los estudiantes escribieron una redacción, la mitad de ellos acerca de un tema que los enfadaba (sobre esta redacción volvieron a recibir una respuesta negativa) y la otra mitad sobre un tema neutro (sobre esta redacción se les dio una respuesta positiva).

A los participantes se les pidió entonces que rezaran o pensaran sobre el compañero que, supuestamente (porque en realidad los juicios los emitían los propios científicos), había evaluado sus redacciones.
Finalmente, los voluntarios completaron una tarea en la que debían competir con el compañero que había juzgado sus textos (sin llegar a verlo nunca). Si ganaban, podían “castigar” a dicho compañero haciendo que éste oyera un gran ruido a través de unos auriculares. Además, los voluntarios podían elegir cuánto tiempo y a qué volumen se ejecutaba el “castigo”.

Los resultados demostraron que los estudiantes que habían sido provocados actuaron más agresivamente que los que no lo habían sido, pero sólo si no habían rezado por su compañero. Los que sí habían rezado, no actuaron de forma más agresiva que los otros, incluso después de haber sido provocados.

Gestionar las emociones negativas

En el tercer experimento se partió de una investigación previa en la que se había constatado que la gente enfadada tiende a culpar de las cosas que le pasan a otras personas, mientras que las personas no enfadadas las atribuyen a situaciones que escapan a su propio control.

El experimento fue realizado en una universidad holandesa. En este caso, se seleccionaron alumnos sólo cristianos. A la mitad de éstos se les hizo enfadar (con métodos similares a los empleados en los experimentos anteriores) y a la otra mitad, no.

Después, los participantes pasaron cinco minutos bien rezando bien pensando en otra persona que ellos debían conocer personalmente y que necesitara ayuda por cualquier causa. Finalmente, se les pidió que juzgaran 10 sucesos, la mitad de ellos descritos como “causados por una persona” (como perder un vuelo por culpa de la mala conducción de un taxista), y la otra mitad descritos como “el resultado de factores situacionales” (como perder un vuelo por una avería en el avión).

Los resultados demostraron que los participantes que sólo habían pensado en la otra persona fueron más propicios a enfadarse por los 10 sucesos, si habían sido provocados, en comparación con los voluntarios no provocados inicialmente.

Estudio anterior

Por el contrario, los participantes que rezaron por otras personas no fueron más propicios a mantener su ira ante estos hechos, independientemente de que hubieran sido o no provocados.

Koole explica que la oración deshace los efectos de la provocación, y afecta a la forma en que la gente percibe estas situaciones. Asimismo, según el investigador, los resultados obtenidos en los tres experimentos demuestran que la oración realmente es un método efectivo para calmar la ira y la agresividad. Bremner añade que la oración puede ayudar, en definitiva, a gestionar las emociones negativas.

Los resultados del presente estudio, que han aparecido publicados en la revista Personality and Social Psychology Bulletin, coinciden con los de una investigación anterior realizada por psicólogos de la Florida State University, que demostró que las plegarias por otros potencian la capacidad individual de perdonar porque, al rezar, las personas dejan de centrar su atención en sí mismos y en sus propios objetivos.

 

 

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La Ciencia Nació A Partir de la Fe

La ciencia moderna nace de la inquietud teológica

Lo teológico estuvo presente en los padres de la ciencia moderna

Se acepta popularmente que los orígenes de la ciencia moderna durante el siglo XVII se debieron más a una posición conflictiva con la autoridad religiosa y a una búsqueda de autonomía que a otra cosa. Así, en recuentos populares se llama la atención sobre casos como el de Galileo o el de Darwin, héroes la ciencia moderna, aunque en aparente rechazo de las ideas religiosas. Sin embargo, un análisis más detallado de la historia del siglo XVII, de los mismos autores que llevaron a cabo la llamada Revolución Científica y de sus argumentos para llevar adelante la nueva empresa científica, muestra una imagen totalmente distinta. Por Ignacio A. Silva.

 

 


Sede de la Royal Society en Londres, creada en 1660 para el progreso de la ciencia natural. Foto: Kaihsu Tai.
Sede de la Royal Society en Londres, creada en 1660 para el progreso de la ciencia natural. Foto: Kaihsu Tai.
El año 2010 marca el 350 aniversario de la fundación de la Royal Society en Londres. En 1660 una docena de hombres dedicados a la investigación de la naturaleza decidieron fundar una nueva sociedad dedicada a la nueva y muy discutida empresa de la investigación natural por métodos experimentales físico-matemáticos, y dos años después el rey Carlos II la convirtió en la “Royal Society of London, for improving natural knowledge”. Desde ese entonces sus miembros nos han dado descubrimientos tales como la ley de la gravedad, la teoría de la evolución, la estructura de doble hélice del ADN, el electrón, y muchas otras innovaciones científicas que han ayudado a conformar la sociedad en la que hoy vivimos.

La pregunta que surge es, que muchos historiadores de la ciencia se han hecho e intentado responder en los últimos dos siglos, por qué a mitad del siglo XVII aconteció esta especie de estallido de investigaciones naturales, que darían lugar a lo que hoy conocemos como ciencia (1). ¿Cuáles fueron las discusiones intelectuales de aquella época que motivaron a tantos intelectuales a ocuparse de una nueva manera de los asuntos naturales?

Es bien conocida la historia tal como la cuenta el filósofo francés del siglo XIX Auguste Comte (1798-1857). Es, sin duda, muy tentador pensar que la razón principal para el desarrollo de la ciencia en el siglo XVII es que ella se presentaba como evidente, útil y hasta valiosa, teniendo como carta de presentación sus logros y descubrimientos, y lo rentable que prometía ser su método experimental. Así, la ciencia, desde sus albores, se habría distinguido por proveer continuamente de bienes materiales a la humanidad, contribuyendo de manera excepcional al desarrollo de la sociedad moderna. Lo que es aún más (y mejor para algunos) es que la ciencia se habría presentado como un elemento de secularización, quizás el más importante, lo que habría permitido a la humanidad dejar de lado mitos e historias presentadas por la religión, en particular la fe cristiana.

Así, esta idea netamente iluminista, presenta a la ciencia como una actividad nueva, racional, autónoma y completamente independiente de la religión. Si algún rol se le ha de adjudicar a la religión es el de impedimento del desarrollo de la sociedad moderna hacia la era científica de la humanidad. De este modo se quiere decir que el desarrollo y éxito de la ciencia moderna implica la marginalización de la religión y la secularización de la sociedad. Esta historia de la ciencia versus la religión ha sido popularizada hacia fines del siglo XIX por John Draper y Andrew Dickson White. Los títulos de sus libros son suficientes para mostrar que la idea que se intentaba presentar no era otra sino la perenne e interminable batalla entre las ideas religiosas y el desarrollo científico que se ha llevado a cabo desde los inicios mismos de la ciencia: en 1875 Draper publicó su ‘Historia del conflicto entre ciencia y religión’ y en 1896 White publicó su ‘Historia de la guerra entre la ciencia y la teología en la Cristiandad’. En ambas obras es fácil encontrar historias con heroicos científicos como Darwin o Galileo, llegando casi hasta el martirio por sostener la verdad de la ciencia en contra de la fe religiosa. No es para nada desconocido el último gran movimiento en esta dirección en nuestros días, promovido sobre todo por autores tales como Richard Dawkins y Christopher Hitchens con sus obras ‘The God Delusion’ en 2006 y ‘God is not Great’ en 2007 respectivamente.

Aunque esta es la imagen que popularmente se asume, lo que lleva a creer en el conflicto eterno entre ciencia y religión, muchas voces autorizadas han llamado la atención al poner sobre la mesa que los datos históricos utilizados por estas presentaciones no son del todo exactas, y que una revisión de los mismos es necesaria, ya que el ‘mito del conflicto’ no parece ser cierto. En una de las obras más importantes en lo que se refiere a esta temática, ‘Science and Religion. Some Historical Perspectives’ de 1991, John Hedley Brooke, profesor emérito de ciencia y religión de la universidad de Oxford, explica que las relaciones que se encuentran a lo largo de la historia entre ciencia y religión son muchas y muy complejas como para limitarlas a una mera relación conflictiva o a una simple relación de armonía y concordia. Entre tantas, Brooke menciona que las ideas religiosas pueden influir en la ciencia mediante la provisión de aceptación social o la justificación de la misma ante la sociedad, la regulación de la actividad científica, la decisión entre teorías científicas que compiten para explicar un fenómeno, la provisión de presupuestos teológicos o filosóficos necesarios para la investigación científica, la motivación por la cual participar en la actividad científica, etc (2).

De todas interacciones he de prestarle atención a la justificación y a la provisión de presupuestos para la investigación empírica de la naturaleza. Así, tomando algunas de las más recientes investigaciones en historia de la ciencia moderna relacionadas a su origen, intentaré mostrar que la versión iluminista que presenta a la ciencia escapándole a la religión está errada, y que una versión más matizada debe ser la que presente tales orígenes.

La propuesta que presentaré es la de ver cómo algunas discusiones teológicas del siglo XVI y XVII (y aún anteriores) han puesto las bases intelectuales para el desarrollo de la investigación científica y cómo esta nueva investigación empírica necesitó legitimarse ante la sociedad intelectual del siglo XVII apelando al status social de la religión para lograr su plena aceptación. En el primer caso, expondré cómo discusiones acerca del poder de Dios y debates acerca de los poderes cognitivos del hombre después de la caída original de Adán y Eva dieron pie para acercarse al mundo natural con el nuevo método experimental. En segundo lugar mostraré cómo este nuevo método de investigación fue duramente criticado durante las primeras décadas del siglo XVII, teniendo que recurrir quienes se dedicaron a él a justificaciones de tipo religiosas para lograr evadir tales críticas. Espero lograr mostrar cómo en el siglo XVII, según Funkenstein, la ciencia, la filosofía y la teología fueron vistas casi como una y la misma ocupación (3).

1. El poder de Dios y la contingencia natural

Una de las más antiguas tesis que afirma que la ciencia experimental moderna ha tenido una clara y fuerte influencia de la teología de su tiempo y anterior es la llamada tesis del voluntarismo, proclamada en primer lugar por M. B. Foster en 1934 en su artículo ‘The Christian Doctrine of Creation and the Rise of Modern Natural Science’, publicado en la revista Mind. Según Foster, los investigadores de la naturaleza del siglo XVII fueron los primeros en tomar en serio la doctrina cristiana de la creación del mundo por parte de Dios (4).

Para Foster, la acción voluntaria del Creador (acción que va más allá de la determinación de la razón divina y es determinada por la voluntad de Dios) determina el ser contingente de la creatura. Si la acción voluntaria es esencial a Dios, se sigue que el elemento de contingencia en la creación es esencial a ella por ser creatura. De esta manera, al considerar este carácter creatural del mundo con su consiguiente contingencia, el objeto natural (contingente) pasa a ser algo más que pura imperfección, ya que es creatura. Así, dado que el ser natural es creado, es digno de ser estudiado. Mas el método de estudio e investigación del ser contingente, el ser creado, no es otro más que el método empírico, a posteriori, ya que por ser contingente podría haber sido de otra manera. Por esta razón un método a priori que intente deducir las características de la creación sin contacto con ella estaría destinado al fracaso. Por lo tanto, la creación, el mundo natural, en tanto que bueno por ser creado, debe ser estudiado siguiendo un método que hasta el siglo XVII no había sido del todo utilizado: el método empírico-experimental (5).

La discusión acerca del poder de Dios y su análisis conceptual se remonta hasta mediados del siglo XII, cuando la filosofía de Aristóteles fue redescubierta por la cultura latina e introducida lentamente en las incipientes universidades de Boloña, París y Oxford. Hacia fines del siglo XIII, algunos intérpretes de la filosofía aristotélica, enfatizaban el poder causal natural, restringiendo la libertad divina. Así, con el propósito de preservar la libertad de Dios, durante los siglos XIV y XV se proclamó que su acto creativo no conlleva ninguna necesidad. De esta actividad divina puramente libre se sigue que el mundo creado no encarna necesidad en su obrar si no más bien contingencia: el mundo creado podría haber sido (y funcionado) de cualquier manera. Por lo tanto era necesario un método a posteriori para conocerlo, un método empírico luego perfeccionado con el método experimental. De los más renombrados autores a mencionar en este período que han sostenido estas ideas o ideas similares se destacan Isaac Newton, Pierre Gassendi, Robert Boyle, etc.

Aunque han habido recientes discusiones acerca de la magnitud de la influencia de estos debates teológicos sobre el advenimiento de la ciencia moderna (6), parecería prudente aceptar, tal como hace John Henry, que si bien es demasiado fuerte afirmar que tales debates fueron necesarios y hasta suficientes para el surgimiento de la ciencia moderna en el siglo XVII, que la teología voluntarista de los siglos XIV y XV aportó componentes importantes, o por lo menos concomitantes, al nacimiento y desarrollo de los nuevos métodos empíricos de investigación de la naturaleza.
2. La caída original y los nuevos métodos de conocimiento

Peter Harrison, Andreas Idreos Professor de ciencia y religión y director del Ian Ramsey Centre for Science and Religion en la Universidad de Oxford, ha propuesto en los últimos años un nuevo tipo de influencia de la teología en el advenimiento de la ciencia moderna en el siglo XVII. Según Harrison, el acento sobre la interpretación de la Sagrada Escritura que se dio durante la Reforma Protestante del siglo XVI favoreció el surgimiento de la investigación empírica del mundo natural. Su tesis tiene dos partes: en primer lugar, por el nuevo énfasis de la Reforma en una interpretación no-alegórica y directa de la Biblia, el mundo natural, el ‘otro libro’, también dejó de ser interpretado alegóricamente, y se lo comenzó a investigar más empírica y experimentalmente (7). En segundo lugar, dado este nuevo método de interpretación de la Sagrada Escritura, la historia de la caída original de Adán y Eva tomó mayor relevancia, sobre todo con respecto a la posición de la naturaleza humana con respecto a sus poderes cognitivos y su dominio sobre el mundo creado (8).

La primera parte de la tesis expone cómo los reformadores protestantes, junto con los humanistas del renacimiento, comenzaron una revolución hermenéutica que llevó a leer los dos libros en los que Dios se reveló, la Biblia y el Libro de la Naturaleza, de una nueva forma más histórico-literal, lo que condujo a una transformación en el abordaje de los estudios naturales. Durante la Edad Media, gracias a una teología de la creación que daba un significado y un fin a cada cosa creada, estas eran tomadas como teniendo una significación espiritual propia (a la manera en que el pelícano era imagen de Cristo). Así, no sólo la Escritura era interpretada alegórica y simbólicamente, si no que también la naturaleza misma lo era. Por ello, todo estudio sobre ella unificaba las explicaciones y descripciones naturales con las teológicas.

Sin embargo, a principios del siglo XV, Martín Lutero y Juan Calvino, los grandes reformadores protestantes, cambiaron radicalmente la forma de leer la Escritura, yendo al texto mismo dejando de lado los comentarios de la tradición patrística y escolástica. Este nuevo acercamiento al texto original de la Biblia trajo consigo el nuevo enfoque en la interpretación, que dejó de lado la propuesta alegórica. Al dejar de lado la alegoría en el estudio de la Sagrada Escritura, no había ya razón, pues, para seguir leyendo alegóricamente la naturaleza. El agujero interpretativo creado por este corrimiento hacia la literalidad del texto bíblico fue llenado por la matemática en las disciplinas físicas, mientras que fue cubierto por lecturas taxonómicas en lo que respecta a las disciplinas de historia natural (lo que hoy conoceríamos por biología). Así, Francis Bacon y Galileo favorecieron la idea de que la naturaleza esta escrita en lenguaje matemático, siendo estas relaciones matemáticas instituidas por Dios; Boyle afirmó que la experimentación y la disección eran los métodos en los que el filósofo debía leer el libro de la naturaleza; y Ray, quien fue quizás el pionero en los estudios taxonómicos en historial natural (con gran énfasis en teología, su libro se llamó ‘The Wisdom of God manifested in the Works of Creation’ – 1961), aclamó que una adecuada historia natural no puede incluir simbolismos ni asociaciones morales. Todos ellos, sin embargo, mantuvieron una visión religiosa de la naturaleza, aunque distinguiéndola del estudio de la misma.

La segunda parte de la tesis explica no cómo fue el cambio del método de lectura, si no cómo se leyó una determinada parte de la Escritura, en particular el capítulo 3 del Génesis, en el que se cuenta la caída del estado original de perfección en el que se encontraban Adán y Eva. Hacia el siglo XVII ya se consideraba como conocimiento clásico que Adán antes de la caída era poseedor de un conocimiento y dominio perfectos de la naturaleza, así como se interpretaban las líneas de Génesis 2, 19-20, en las que se cuenta cómo Adán dio los nombres de todos los animales. Sin embargo, durante los siglos XVI y XVII se renovó la conciencia sobre el hecho de que todo poder sobre la naturaleza y conocimiento que Adán tenía fue perdido, con un gran acento sobre las consecuencias epistemológicas de la caída adámica. La historia del pecado de Adán no era leída a modo alegórico si no más bien como un hecho histórico con una significación de gran importancia. Es así que era necesario adquirir nuevamente tal conocimiento para poder restaurar el poder perdido, y por tal motivo, tratados acerca de la verdad y el error y sobre la posibilidad de algún tipo de conocimiento certero tuvieron un auge durante esta etapa del pensamiento moderno. Bien conocido es el caso de Francis Bacon, aunque también pueden mencionarse los nombres de Joseph Glanvill y Robert Hooke, quienes justifican los métodos de investigación de la naturaleza según la interpretación de las consecuencias del pecado original.

Ahora bien, un enfoque experimental y una lectura matemática de la naturaleza era, hasta entonces, algo completamente nuevo y casi sin precedente. Sin embargo, quien haya hecho ciencia sabrá de lo duro y tedioso del método científico-experimental. Esto es así, según filósofos y teólogos del siglo XVII, por culpa de la caída original de Adán y Eva. La naturaleza nos es totalmente ajena y desconocida, y no responde a nuestro mandato.

La única manera de acercarse a ella, según las ideas de uno de los fundadores del método científico, Francis Bacon, es dominándola mediante experimentos controlados y encontrando las estructuras matemáticas que se esconden en ella. A esto es a lo que apuntaba Bacon al escribir acerca de la necesidad de purificar el entendimiento y la inteligencia para alinearla con la mente que Adán tenía antes de la caída. Así, parece preciso concluir junto con Peter Harrison que el conocimiento acerca de la caída, garantizado por la revelación en las Sagradas Escrituras, sirvió durante el siglo XVII como advertencia contra epistemologías ingenuas y acríticas, como lo que se había transformado la filosofía escolástica con su filosofía natural. El saber los límites de las capacidades cognitivas humanas, junto con la aceptación que la naturaleza misma había caído del dominio del hombre al momento del pecado de Adán, dieron lugar a la posibilidad de la investigación empírico-experimental del mundo, y así al desarrollo de la ciencia moderna del siglo XVII.

3. Justificación religiosa del nuevo método de investigación


Por último presentaré algunos modos de justificación de la nueva empresa científica contra los ataques que recibió en el siglo XVII. Es preciso dejar en claro que a principios del siglo XVII no se sabía qué era lo que hoy conocemos como ciencia empírica, ya que recién estaba naciendo. Por este motivo, esta nueva actividad intelectual tuvo que ganarse su lugar dentro de los ambientes académicos de la época. La ciencia del siglo XVII no era lo que es hoy. En cierto sentido, la ciencia del siglo XVII era primitiva y ‘experimentaba’ sobre el método experimental. A lo largo de toda su historia, la filosofía natural tradicional (o aristotélica) había buscado no sólo conocer las causas de las cosas, si no también, y como último fin, el ‘moralizar a los hombres’ (9). Junto con este objetivo moral se ubicaba también uno religioso. Ahora bien, para los críticos de la nueva filosofía natural mecánica y experimental, ésta parecía amenazar las prioridades morales y religiosas de la educación tradicional, ya que no se hacía hincapié más que en el carácter experimental y empírico del nuevo método.

Ciertamente que estas críticas no fueron suficiente para desalentar el desarrollo del nuevo método experimental, pero lo interesante es cuáles fueron las respuestas de los paladines de la nueva filosofía natural. En primer lugar, la ciencia experimental se presentó como siendo capaz de cumplir con los objetivos morales y religiosos de la filosofía natural tradicional. En segundo lugar, se abogó que los objetivos más prácticos del nuevo método, tales como las invenciones y los avances tecnológicos que hasta ese entonces eran excluidos de la filosofía natural, eran una parte integral de tales objetivos morales y religiosos.

Bacon fue quien estableció tales ideas como fundamentales para entender la nueva empresa científica de la modernidad. Es de por sí importante recalcar que sus pensamientos sobre estos temas, sin embargo, fueron forjados gracias a sus reflexiones sobre los primeros capítulos del libro del Génesis. Como he explicado más arriba, el pecado original de los primeros padres significó una pérdida de todo el conocimiento enciclopédico que Adán poseía de la creación y del poder que ejercía sobre la misma. De esta manera, el rol de la filosofía natural, tal como fue concebida por Bacon, era restaurar el dominio del hombre sobre la naturaleza a través del conocimiento de la misma, para así instaurar nuevamente el orden original de la creación. Aunque Bacon mismo no realizó grandes avances en cuanto al conocimiento de la naturaleza, sus escritos acerca del método para conocerla, con alto tono escatológico, tuvieron enorme influencia durante el siglo XVII hasta hoy en día.

Así, volviendo al comienzo de nuestro recorrido, cuando la Royal Society fue fundada, lo fue sobre los fundamentos de la ciencia baconiana, junto con una justificación religiosa de la nueva empresa: la Royal Society estaría dedicada al re-establecimiento del poder del hombre sobre la naturaleza, para así recapturar el dominio del hombre sobre la creación y restaurar el conocimiento de todas las cosas (10). Finalmente, continuamente se subrayó la idea de que la ciencia empírica tenía una clara vocación teológica, ya que la grandeza de la creación muestra el poder de Dios.

Cabe mencionar en este punto, tal como lo hace Peter Harrison (11), que esta estrategia de recurrir a justificaciones religiosas en ningún caso era para crear falsas pretensiones o simular una relación inexistente con la vida religiosa de su época. Es más, según Harrison no hay ningún indicio que nos lleve a pensar que los autores del siglo XVII no fueron más que sinceros en su apología pro la nueva filosofía experimental. Esta idea puede ser fácilmente descubierta tanto en autores del inicio del siglo XVII como Johaness Kepler (1571-1630), como de finales del siglo XVII y miembros de la Royal Society como Isaac Newton (1643-1727) o Robert Boyle (1627-1691), para quienes el mundo era un templo para la gloria de Dios y el hombre era su sacerdote, por lo que la empresa de la nueva filosofía natural era un acto evidentemente religioso siendo un culto filosófico de Dios (12).

4. Conclusión

Ya sea por discusiones teológicas acerca de Dios y su poder (como en el caso de Foster), o discusiones acerca de la pérdida de los poderes cognitivos del hombre luego de la caída original de Adán (como en el caso de Harrison), o por la necesidad de justificarse ante la sociedad moderna como una nueva actividad intelectual beneficiosa para el hombre tanto moral como religiosamente, la nueva filosofía natural experimental del siglo XVII le debe gran parte de su desarrollo a las ideas religiosas que circulaban por ese momento.

Así, he intentado mostrar brevemente no sólo que el mito del eterno conflicto entre ciencia y religión no es real, considerado desde una perspectiva histórica, si no que la ciencia moderna nació de la mano de la religión. No ha sido la ciencia quien ha secularizado y ‘desencantado’ el mundo, si no que fueron discusiones teológicas las que originaron este movimiento de desencantamiento, de des-alegorización del mundo creado, aunque manteniendo su dependencia del Dios creador. Del mismo modo, no fue el descubrimiento de los poderes y capacidades cognitivas del hombre lo que motivó el desarrollo de la ciencia moderna en el siglo XVII, si no que fueron discusiones teológicas respecto del debilitamiento de tales capacidades lo que llevó a los intelectuales de aquella época a estudiar la naturaleza de forma más detenida, con el nuevo método experimental. Por último, no fue la ciencia quien desde sus comienzos se separó de la religión para justificarse y lograr aceptación social, si no que lo contrario fue lo que realmente sucedió. La nueva ciencia moderna aceptó el desafío de ser útil para la religión, y sus pioneros obtuvieron gran estimulación teológica y religiosa para llevar a cabo su empresa.

Siempre estudiando el pasado se pueden entender mejor las relaciones presentes. A 350 años del nacimiento de una de las más prestigiosas academias de ciencia en el mundo, parece necesario revalorizar la genealogía de la ciencia y de la misma Royal Society. Muchos de sus fundadores han compartido y defendido las ideas que brevemente he intentado presentar.

Ignacio A. Silva, Fundación Decyr, Argentina, Harris Manchester College, University of Oxford.




Notas

(1) Es bien sabido que el término ‘ciencia’ como tal durante el siglo XVII tenía un significado completamente distinto del que ahora posee, y lo que hoy entendemos por ciencia tiene más que ver con lo que por entonces se entendía por ‘filosofía natural’ (aunque hay muchas diferencias entre ellas). Así, por ejemplo, Isaac Newton escribió los ‘Principios Matemáticos de la Filosofía Natural’ y no de la ciencia empírica. Sin embargo, para evitar complicaciones, a lo largo de este artículo me referiré a la actividad que nació durante el siglo XVII con los términos ‘ciencia’, ‘filosofía natural’, ‘filosofía mecánica’, ‘experimental’, etc.

(2) Ver J. H. Brooke (1991), Science and Religion. Some Historical Perspectives, Cambridge University Press, cap. 1.

(3) Amos Funkenstein, Theology and the Scientific Imagination: from the Middle Ages to the Seventeenth Century, Princeton, 1986, p. 3.

(4) Foster (1934), p. 453.

(5) Foster (1934), p. 464.

(6) Ver sobre todo Peter Harrison (2002), ‘Volutarism and Early Modern Science’, History of Science, 40; John Henry (2009), ‘Voluntarist Theology at the Origins of Modern Science: A Response to Peter Harrison’, History of Science, 47; y Peter Harrison (2009), ‘Voluntarism and the Origins of Modern Science: A Reply to John Henry’, History of Science, 47.

(7) Ver Peter Harrison (1998), The Bible. Protestantism. And the Rise of Modern Science, Cambridge. Ver también Peter Harrison (2006), ‘The Bible and the Emergence of Modern Science’, Science and Christian Belief 18.

(8) Ver Peter Harrison (2007), The Fall of Man and the Foundations of Science, Cambridge. Ver también Peter Harrison (2002), ‘Original Sin and the Problem of Knowledge in Early Modern Europe’, Journal of the History of Ideas 63.

(9) Ver la opinión de Méric Casaubón (1599-1671) citada y comentada por Peter Harrison (2008), Religion, the Royal Society, and the Rise of Science', Theology and Science, 6, p. 260: ‘Si Aristóteles no hubiera escrito otra cosa que su Ética, hubiera merecido el agradecimiento de todas las épocas’.

(10) Ver Peter Harrison (2008), p. 262.

(11)Peter Harrison (2008), p. 265.

(12) Ver Peter Harrison (2008), p. 263.

Las Experiencias Místicas No Solo Son Sanadoras, Sino que Se Aprenden Y Transforman Al Cerebro

Es posible aprender neurológicamente la espiritualidad

 

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La neuroplasticidad podría ayudar a lograr una visión de la trascendencia

Sin ánimo de meter bazas en la polémica entre ciencia y Fe, puede afirmarse que está más que probado el beneficio físico y espiritual que queda como remanente en las personas que vivieron una experiencia mística. Por lo tanto, es válido buscar la manera de entrenar esa percepción de lo trascendente como si fuera un músculo. Al respecto, los recientes estudios sobre plasticidad neuronal son un buen punto de partida para esta misión. Por Patricia Arca Mena y Gustavo Masutti Llach.

 

“Recuerdo la noche y casi el lugar preciso, en la cima de la montaña, donde mi alma se expandía, por decirlo de alguna manera, hacia el Infinito. Se produjo una unión impetuosa de los dos mundos, el exterior y el interior; se trataba de lo profundo llamando a lo profundo, lo profundo que mi propia lucha había abierto dentro de mi ser, contestado por lo profundo impenetrable del exterior, que llegaba más allá de las estrellas. Estaba solo con Aquel que me había creado, a mí y a toda la belleza del mundo, el sufrimiento e, incluso, la tentación. Yo no lo buscaba, pero sentía la unión perfecta de mi espíritu con el suyo. El sentido normal de las cosas a mi alrededor había cambiado y, de momento, tan sólo sentía una alegría y una exultación inefables. Era como el efecto de una gran orquesta cuando todas las notas dispersas se han fundido en una armonía distendida que deja al oyente consciente únicamente de que su alma flota, casi rota de emoción. La perfecta quietud de la noche se estremecía tan sólo por un silencio aún más solemne, y la oscuridad era todavía más patente afuera de invisible. No podía dudar que Él estaba allí lo mismo que yo; de hecho, sentía, si es posible, que yo era el menos real”.Testimonio citado por William James en “Las variedades de la experiencia religiosa” (Madrid, ediciones península, 1ª ed. 1986).

En el origen de las religiones siempre se puede encontrar una “revelación mística” similar a la del relato que cita el pionero filósofo y psicólogo estadounidense. Quienes las vivieron refieren el acceso a una forma de conocimiento que no puede ser captado por imágenes o palabras, una certeza de unidad de todo lo existente, la pérdida del yo y del mundo, potentes estados de alegría, bienaventuranza, paz, vitalidad, bienestar físico y mental y de cercanía con lo sagrado, entre otras sensaciones.

Estas experiencias fueron estudiadas a fondo por varios autores y, aunque todavía no se ponen de acuerdo con las causas, ya casi no se discute el potencial transformador y sanador de la experiencia mística: Quien la vive, no vuelve a ser el mismo. Se transforma para siempre y en general para mejor, porque, como sentencia el psicólogo transpersonal Stanislav Grof: “podemos hablar de un profundo cambio a nivel psicofísico. Un individuo que vive una experiencia cumbre tiene la sensación de sobreponerse a la fragmentación y división cuerpo/mente, y alcanza un estado de unidad y completud interna total que usualmente resulta muy curativo y benéfico (…) Estas experiencias producen una mejora de la salud emocional y física”.

Ahora bien, ¿es posible fomentar, estimular o provocar este tipo de experiencias por medios naturales? Los estudios sobre neuroplasticidad parecen indicar que sí.

La neuroplasticidad

En los lóbulos frontales del cerebro está la llave del propio destino. Allí se cocinan los proyectos y las decisiones que surgen de la interacción de los 100 mil millones de neuronas del cerebro. Todas aquellas conexiones que no se usan se pierden, y hoy se sabe que el cerebro puede remodelarse a medida. La neuroplasticidad es la capacidad de aumentar o disminuir el número de ramificaciones neuronales y de sinapsis, a partir del estímulo sobre el cerebro. De este modo, una persona estimulada por la percepción desarrolla más conexiones que otra menos receptiva.

Al respecto, el psiquiatra Daniel Drubach, de la Mayo Clinic, en Minnesotta, explicó en su conferencia “Neurobiología de la imaginación y su relación con la espiritualidad” (dictada en el Foro de reflexión Cerebro y Espiritualidad, Buenos Aires, 17 de Septiembre de 2007): “es impresionante la manera en que el cerebro puede reorganizarse para poder adaptarse a nuevos desafíos”. Más aún si se somete a entrenamiento durante años. Por ejemplo, indica: “El músico que se expone a la música percibe una realidad diferente. Por el hecho de practicarla escucha otra cosa y puede detectar cambios muy sutiles en las notas que pasan desapercibidos para los no músicos. Esto se ha probado muchas veces y no es genético. Es la exposición al enriquecimiento del medio ambiente lo que modifica al cerebro. Percibir algo lo cambia a uno y luego lo puede percibir mejor”. Y agrega: “Otro estudio se hizo con pintores artísticos. Ellos son capaces de diferenciar entre los colores de una manera muy superior a la media. De una escala reconocen 35 tipos diferentes de amarillo, por ejemplo. Alguien que no es pintor dice que sólo hay 4 ante la misma paleta de colores. Es tremendo cómo la experiencia y más que nada el entrenamiento cambian la percepción de la realidad”.

De este modo, si la experiencia mística es algo que sucede (o es percibida) en el cerebro, nada impediría, en teoría, modificar la estructura de la red sináptica para favorecer la espiritualidad y, si se da el caso, la producción o recepción (esto ya es cuestión de Fe) de las experiencias místicas.

¿Es posible esto? Hay algunas pistas. El doctor Drubach explica que “al cerebro le interesa lo que cambia, no lo constante. Si hay un ruido repetitivo se lo escucha durante unos segundos y al rato se lo ignora. El cerebro se habitúa. Del mismo modo, uno entra a una habitación con un cierto olor y en unos minutos no lo huele más. Así, desde el punto de vista de las descripciones de Maimónides y otros, si la manifestación de Dios está siempre presente pero no cambia, será más difícil percibirla”.

Habrá entonces que tratar de modificar la percepción. Hace mucho que los cabalistas, judíos y cristianos, afirman que hay una realidad diferente y que hay que prepararse para descubrirla. En definitiva, de lo que están hablando es de plasticidad perceptiva.

A propósito, los ya famosos estudios de Andrew Newberg y Eugene Daquili, de la División de Medicina Nuclear de la Universidad de Pennsylvania, tienen que ver con esto también. Ellos estudiaron a un grupo de monjes tibetanos y frailes franciscanos (con tomografías computarizadas mientras meditaban) y encontraron cambios notables en la actividad cerebral. Al igual que los músicos o pintores, los que practican la meditación o la plegaria activan su cerebro de una manera diferente y lo predisponen a ciertas percepciones y experiencias místicas, espirituales o religiosas.

Este también es el tono de las investigaciones que los neurocientíficos Antoine Lutz y Richard Davidson de la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos) llevan a cabo desde 1992 en colaboración con el Dalai Lama y otros monjes budistas muy experimentados en el arte de la meditación. Ellos colocaron en los monjes y en un grupo de control una red con sensores eléctricos mientras meditaban.

Los resultados no dejaban dudas. La amplitud de las ondas gamma recogidas en algunos de los monjes son las mayores de la historia registradas en un contexto no patológico. Lo cierto es que los monjes sincronizan un número de neuronas mucho mayor al promedio. De este modo, Lutz y Davidson dedujeron que el cerebro, con un correcto entrenamiento, puede desarrollar funciones nunca imaginadas.

¿Pero cuál sería el beneficio de volcarse a una vida espiritual? Muchos y diversos, y todos están bien testeados.


Foto: marya. Flickr
Foto: marya. Flickr
Beneficios de la espiritualidad

Aún si se deja a un costado la cuestión de la Fe, varios estudios probaron con el método científico que la vida espiritual ofrece beneficios indiscutibles. Estos son apenas algunos ejemplos de investigaciones realizadas en los últimos tres años:

-La religión aliviaría el estrés del cerebro ante las presiones cotidianas, de acuerdo con la investigación que el antropólogo Lionel Tiger de la Rutgers University de Estados Unidos, y Michael McGuire, psiquiatra y neurocientífico de la Universidad de California. Ellos publicaron el libro, "God’s Brain" donde sugieren que el estrés propio de la vida cotidiana, capaz de modificar la química del cerebro, encuentra alivio en las creencias y los rituales religiosos, lo que ayuda al cerebro a soportar las tensiones.

-Bajo ciertas circunstancias, la creencia religiosa fomenta actitudes de generosidad, altruismo y mejora el comportamiento social, según el estudio de los psicólogos sociales de la University of British Columbia (Vancouver, Canadá) Ara Norenzayan y Azim Shariff.

-Los individuos religiosos son más amables y rectos. Así lo probaría un meta-análisis de docenas de estudios que vinculaban ciertas características de la personalidad humana con la religiosidad realizado por el científico de la Universidad belga de Louvain, Vassilis Saroglou, especializado en la investigación de la personalidad y de la psicología religiosa.

-La Fe en Dios reduce los síntomas de la depresión clínica, puesto que los depresivos creyentes son un 75 por ciento más propicios a responder a los medicamentos, de acuerdo con un estudio publicado por investigadores del Rush University Medical Center de Chicago, en Estados Unidos.

-A principios de 2009 otra investigación, realizada por científicos de la Universidad de Miami, Estados Unidos, y dirigida por el profesor de psicología Michael McCullough, reveló que las personas religiosas tienen mayor capacidad de autocontrol que las no religiosas y regulan de manera más eficiente sus actitudes y emociones, con la finalidad de conseguir objetivos para ellos valiosos.
-Las plegarias por otros potencian la capacidad individual de perdonar, sugiere un trabajo realizado por el psicólogo de la Florida State University, Nathaniel Lambert, y sus colaboradores, de la Florida State University. Al rezar, señalan, las personas dejan de centrar su atención en sí mismos y en sus propios objetivos. Así, los sentimientos negativos pueden desvanecerse. Una investigación anterior de estos mismos investigadores había demostrado que la gratitud también puede potenciarse mediante la oración.

-La religiosidad ayuda a evitar las depresiones en la vejez, según se explica en un comunicado emitido por la Universidad de Arizona, a partir de un estudio realizado por la Master of Philosophy Rita Law.

-Creer en Dios puede bloquear la ansiedad y minimizar el estrés, señalan los resultados de dos investigaciones realizadas en la Universidad de Toronto, en Canadá, dirigidas por el profesor de psicología Michael Inzlicht.

-La meditación con mantras ayudaría a relajar el sistema nervioso, a rebajar la presión arterial, a mejorar la salud del corazón, a prolongar la vida, además de dar felicidad y de generar el sentimiento de estar más cerca de una entidad trascendente, entre otras ventajas, según el estudio de Herbert Benson, cardiólogo de la Harvard Medical School.

Por lo tanto, si la meditación y la vida espiritual favorecen las tendencias a ser generosos, amar al prójimo y desear el bien a los demás sin esperar nada a cambio; y si además propenden al bienestar físico, emocional e intelectual, es indudable que este tipo de pensamiento o filosofía puede llevar a una vida más feliz.

De este modo, sin meterse en las pantanosas aguas de la interminable polémica entre ciencia y religión, se podría decir que la primera le está dando la razón en algo a la segunda. Aunque todavía no esté dispuesta a reconocerlo.
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